6. LA QUEDADA

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Me desperté y me metí en la ducha como siempre.

Marta estaba preparando los cereales para desayunar.

-No tardes mucho que luego llegas tarde -dijo mi hermana desde el salón.

Me duche los más rápido que pude y me puse el uniforme.

-Ya estoy.

-Desayuna ya -ordenó Marta.

Empecé a comerme los cereales con prisa porque ya iba a llegar tarde.

-Te entretienes mucho en la ducha -me regañó mi hermana.

Cuando acabé los cereales lavé los platos y me marché al trabajo.

Por suerte llegué a tiempo.

-Buenos días -saludé a Andrea que ya estaba recogiendo su bolso.

-Hola, ha estado el hotel muy tranquilo -dijo ella.

-Pues que siga así.

-Bueno, me voy ya -se despidió.

Hice mi turno y fue bastante tranquilo.

De camino a casa saqué el móvil y tenía un mensaje de mi hermana.

"Se me ha olvidado hacer la compra pero he pedido pizza para comer, te espero en casa"

No puede ser, siempre encuentra la manera de escaquearse de todo.

No me quedaba otra que ir yo a la compra rapidamente.

Entré al supermercado a comprar y cuando acabé había pasado más de media hora.

Tendría que haber quedado con Miguel más tarde o no haber quedado.

Yo no soy profesor de arte, que se las arregle él o que no se hubiese metido en esa carrera.

Cuando llegué a casa me encontré a Marta tumbada en el sofá.

-¿Qué horas son estas de llegar? Me muero de hambre y la pizza ya estará fría.

-He tenido que hacer la compra porque tu no has querido hacerla -me defendí.

-Se me ha olvidado, te lo he dicho.

Solté la compra y nos comimos la pizza.

-Comeria pizza todo el día -dijo Marta mientras se comía las últimas migajas.

-Yo también.

Es mi comida favorita desde que la comí por primera vez, sobretodo las de esta pizzeria.

-Bueno, me voy a mi habitación a estudiar -informó Marta.

Preparé las pinturas y todo para cuando Miguel llegase.

Sonó el timbre y miré por la mirilla de la puerta.

Era Miguel así que abrí.

-Hola -saludó nervioso.

-Pasa.

Llevaba en una bolsa el lienzo y sus pinturas.

-Tengo millones de pinturas, no hacia falta que trajeses -dije cuando empezó a sacar todo.

-Bueno pero no quiero que las gastes en mí.

Nos sentamos y le di un pincel.

Él me enseñó una foto de lo que tenía que pintar, era un prado.

-Hay que coger agua para pintar con las acuarelas -indiqué.

-Hasta ahí llego -rió.

Metí un pincel en el agua y luego lo pasé por la acuarela verde y empecé a pintar como el césped.

-Tienes que ir mezclando los colores para hacerle los contornos y eso.

-Lo malo es que si me equivoco no puedo hacer nada -suspiró.

Agarró el pincel que le dí y siguió con la parte del césped.

-¿Por qué pintas? -preguntó mientras seguía pintando.

-Me gusta y ya -no le quise dar muchas explicaciones.

-Cuando era pequeño me encantaba ir a museos con mi abuela y luego cuando volvía a casa pasaba toda la tarde pintando mis propios cuadros -dijo sin parar de pintar.

-El arte es precioso -dije.

-Mi madre trabajaba casi todo el día en la peluqueria y cobraba poco pero se lo gastaba en comprarme pinturas para que yo fuese feliz -continuó.

Estuvimos unos minutos en silencio mientras él seguía pintando.

-Te sale muy bien -comenté.

-Verás cuando llegue el momento de contornear.

-Bueno, yo te ayudaré.

-¿Te molesta que te esté haciendo perder toda la tarde? -preguntó Miguel.

En realidad un poco sí.

-No, no pasa nada -dije.

Pasaban los minutos y yo que pensaba que pintaba lento me sorprendí al ver que Miguel es más lento todavía, a este paso estaríamos aquí tres días.

-Voy a ir pintando el cielo -comenté.

-No quiero que tengas que hacer mi trabajo, me sentiría mal -dijo quitándome el pincel de la mano.

-No pasa nada, a mi me gusta pintar -respondí volviendo a coger el pincel.

Empecé a pintar el cielo de azul.

-Cuéntame algo de ti -dijo Miguel.

-Ya sabes que pinto y que trabajo.

-Pero cuéntame algo de tu pasado o algo...

-¿Podemos concentrarnos en pintar?

Soné un poco borde y me arrepiento pero no puede venir y preguntarme por mi pasado por las buenas.

-Perdón -dijo Miguel.

Ahí me arrepentí de verdad.

-Es que no estoy acostumbrado a socializar con gente, trabajo, voy a veces al gimnasio y luego a mi casa con mi hermana y por eso no suelo hablar de mi vida con nadie -expliqué.

-¿Te estás volviendo un amargado? -bromeó.

-Si -reí.

-No le suelo contar mis cosas a nadie porque no lo entenderían, Daniela es muy diferente a mí al igual que Emma -dijo.

-Te entiendo.

-Casi no veo a mi madre, vive en la otra punta de Madrid y todo el día trabajando en la peluqueria.

-¿Y tu padre? -pregunté.

-No me hablo con él.

No quise pasarme de cotilla y lo dejé ahí.

-Yo si te entiendo, al fin conozco a alguien que comparte esa afición por el arte conmigo -le dije.

Él sonrió y seguimos pintando durante horas.

Le expliqué como hacer los últimos retoques para que lo acabase en casa, ya que era muy tarde.

-Cuando lo entregue el viernes te diré que nota me han puesto -dijo Miguel.

Recogió sus cosas y se acercó a la puerta.

-Hasta luego -se despidió.

-Adiós -me despedí y cerré la puerta.

Entré en la habitación de mi hermana y tenía los auriculares puestos mientras hacía deberes.

-¿Qué tal esos deberes? -pregunté acercándome.

-La universidad me está matando.

-Vamos a cenar -dije.

Fuimos a la cocina y cojimos sushi para cenar.

-¿Qué tal con Miguel? -preguntó Marta.

-Bien, por fin tengo un amigo al que le gusta el arte como a mí.

-Me alegro.

𝐴𝑚𝑜𝑟 𝑌 𝐴𝑟𝑡𝑒 | @iamlaauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora