15: Sueño cumplido

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La luz dorada del amanecer acariciaba las ventanas de la gran mansión Leclerc, reflejando el esplendor de la vida aristocrática en su máximo apogeo. Charles, se encontraba sentado en su tocador, observando su propio reflejo con una mezcla de serenidad y angustia. El anuncio de su compromiso con Carlos había sido recibido con una aprobación unánime, después de tremendo escándalo, la sociedad pensaba que Carlos tenía derecho a casarse con el mejor prospecto de la temporada.

El día de la boda había llegado con el esplendor que un acontecimiento de tal magnitud exigía. El cielo estaba despejado, y el aire vibraba con el murmullo de la expectación. Invitados de toda Inglaterra acudían al evento, vestidos con sus mejores galas, listos para presenciar la que sería recordada como una de las bodas más notables de la época.

Charles, vestido con un imponente traje de seda marfil, bordado con perlas y encajes franceses, se sentía como si estuviera caminando en un sueño. Su madre lo miraba con orgullo desde un rincón de la habitación—Hoy, te conviertes en el esposo de Carlos, al final lograste elegir por ti mismo—le susurró, incapaz de ocultar su alegría. Era la culminación de todo lo que había querido para Charles desde que era apenas una niño. A pesar de los contratiempos.

Carlos aguardaba en el altar de la imponente capilla de la mansión Sainz. Impecable en su porte, su mirada permanecía fija en la entrada, esperando ver aparecer al hombre que había conquistado su corazón.

Cuando las grandes puertas de la capilla se abrieron, Charles caminó lentamente por el pasillo, sus pasos resonando en la piedra pulida. Sabía que todos los ojos estaban puestos en el, y por un momento sintió que el peso de ese deber podría aplastarlo. Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Carlos, vio algo que no había percibido antes: una capa cristalina que cubría los ojos de Carlos, quería llorar aunque su orgullo no se lo permitiría.

El servicio fue solemne y majestuoso. Bajo la luz de los candelabros y los vitrales que bañaban la capilla en un resplandor místico, Charles y Carlos intercambiaron votos, sellando su unión ante Dios y la aristocracia. Y cuando él tomó su mano con suavidad, una sensación de aceptación se apoderó de el.

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La celebración que siguió fue una de las más grandiosas que Londres recordaría en años. La música, el champán, los fuegos artificiales: todo estaba diseñado para eclipsar cualquier otra boda de la temporada. Charles, como esposo de Carlos, danzaba entre los invitados, recibiendo felicitaciones, palabras de admiración y miradas envidiosas. Pero en su corazón, la tensión entre el deber y el deseo seguía latente.

Esa noche, ya en la intimidad de la mansión Sainz, Carlos y Charles finalmente estuvieron a solas. Aunque ya estaban casados, se acercó a Charles dejando una corta distancia que sorprendió al menor—Sé que no fue fácil llegar hasta aquí— le dijo, sosteniéndole suavemente la mano—Pero te prometo que haremos de esta vida juntos algo hermoso.

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La luna se había alzado lentamente en el cielo, bañando el paisaje de la finca con una luz plateada que entraba suavemente por las ventanas abiertas de la habitación principal. Dentro, el silencio era casi palpable, roto solo por el lejano sonido del viento moviendo las ramas de los árboles y el crujir ocasional del fuego que moría en la chimenea.

Charles estaba frente al espejo de pie, despojándose lentamente de las capas de su chaleco y la camisa. Sus manos temblaban un poco mientras se deshacía de las prendas, su respiración lenta pero algo irregular. El día había sido largo. La cena había transcurrido en una calma cómoda, pero la tensión entre ellos era distinta esta noche, algo que había estado creciendo en los últimos días. Era como si ambos supieran que algo estaba a punto de cambiar.

El Corazón de un Noble || CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora