Capítulo 22

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Xiomara

El hijo de puta de Adriel no me dejó descansar. Me folló una y otra vez. Desquitó las ganas que me traía.

Lo hicimos toda la tarde.

Solo paramos para ir a comer y aun así el maldito me folló contra el refrigerador, el respaldo del sillón y después regresamos a la habitación.

No se detuvo hasta que literalmente terminé desmayándome en la madrugada.

Jamás en mi pinche vida me había corrido tantas veces.

¡Incluso tuve un squirt!

Nunca nadie me había hecho experimentar uno. Y eso me molesta, ya que me duele el orgullo admitir que Adriel coge increíble.

Me dio una acomodada de órganos, que a la madre. Sentí que en ciertas posiciones me llega a hasta la pinche garganta.

¿Me arrepiento?, la neta no.

Mucho menos después del tremendo squirt que me hizo desmayarme.

Pero cómo él es tan insaciable como yo, o incluso más. En la mañana me desperté con la cabeza de Adriel entre mis piernas, comiéndome el coño.

Después tuvimos sexo en la isla de la cocina cuando desayunamos. También contra el lavamanos y después en la ducha.

Ni siquiera me dejó dormir en el jet. En cuanto entramos, me hizo montarlo.

Creo que no es necesario decir que, para ese punto, el culo me ardía como la mierda gracias a que no dejó de azotarme.

Incluso cuando me subí al jet, ni siquiera podía caminar bien. Sentarme es una puta tortura.

Llegamos a Estados Unidos después de varias horas de sexo, digo, de vuelo.

Me arreglé lo mejor posible, pero los pinches chupetones que el italiano de quinta me dejó, ni como esconderlos.

Tengo chupetones en todo el cuerpo. Desde el cuello, la clavícula, los pezones y la parte interna de los muslos.

—Ya vamos a aterrizar.—gimoteo mientras reboto sobre él.

—No me importa.—gruñe apretando mi culo.—No te vas a bajar del puto jet hasta que te corras en mi verga.

Usa su agarre en mi trasero para impulsarme hacia abajo para encontrarme con sus movimientos bruscos.

Mis ojos se ponen en blanco por el placer. Puedo sentirlo llegar tan deliciosamente profundo. Tan rico.

—Más.—jadeo aferrándome al respaldo del asiento.

—Ruégame.—murmura en mi oído.—Ruégame que te folle más duro.

—En tus sueños.—siseo.

Como respuesta, me da un azote y reduce el ritmo de sus penetraciones.

—Te di una orden, la mia tempesta.—ordena.

Todo me tiembla ante su tono demandante.

Soy una puta masoquista.

Puedo sentir cómo me mojo más y me contraigo alrededor de su polla.

—Maldita masoquista. Te gusta que te dé órdenes.—ríe roncamente antes de reanudar sus duras y profundas embestidas.

Beso sus labios, tratando de ahogar mis gemidos.

No deja de embestirme sin piedad. Pareciera no tener suficiente de mí.

—Quiero oírte gemir. Que los malditos pilotos escuchen lo bien que me estoy follando a su jefa.

No tengo la capacidad de mandarlo al carajo. Mi mente está hecha papilla de tantas veces que me he venido.

Mafiosa MexicanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora