° Treceava sesión°

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° Treceava sesión°

『Asesino de galaxias.

Isabel no llama, ni para gritarme, ni para pedir disculpas. No llama y eso me preocupa un poco. Me hace sentir la peor persona del mundo, como si hubiera cometido el crimen más grande del siglo, como si fuera un ser despreciable y asqueroso. Me lastima, me hiere. Duele. Porque ella es la única en la que puedo confiar, en la que puedo llorar y gritar de miedo. Porque ella es mi ancla a este mundo. De no ser por Isabel, yo estaría perdido y solo.

Miro el teléfono, esperando a que cumpla con mis deseos. Pero no lo hace, permanece en silencio, quieto.

La cabeza me sigue doliendo, la aspirina no ha hecho efecto en lo absoluto. Doblo el cuello a un lado, como si eso hiciera que el dolor se moviera de sitio, aunque sigue allí, latiendo en las venas.

Mi gato maúlla quedito, preguntando qué pasa, me mira y luego salta a mi regazo, bosteza y luego se enreda en sí mismo listo para dormir, ronronea haciendo que su vientre vibre. Me gusta cuando hace eso, es tranquilizante en algunas ocasiones, vacía mi mente y me relaja las ideas.

Acomodo mi cabeza sobre el regazo del sillón, miro al frente, justo en ese punto infinito al fondo del librero, entre: "Mobi Dick" y "El faro del fin del mundo". Un pequeño espacio de madera obscura.

Acaricio el pelaje de Armin mientras sigue ronroneando.

Hay un poco de luz solar tenue iluminando el interior de mi sala, una luz muy débil, opaca, gracias a las nubes que cubren el cielo de color gris tristeza.

Aquel lejano sentimiento de minimeidad, la piedra de la decepción se ciñe de nuevo sobre mi espalda y esa vocecilla interna que grita los muchos errores que he cometido en estos últimos años.

Los labios se me llenan de agua salada, estoy llorando de nuevo.

Con cuidado de no mover mucho al gato me recuesto en el sillón y dejo que las lágrimas sigan su curso hasta mojar mi cuello y la tela del cojín.

Hay veces que llorar es igual a un desintoxicante, te limpia y después de un rato te sientes bien, sientes que descansas, es parte de nosotros después de todo.

Hipo varias veces, cierro los ojos y trato de respirar profundamente, en realidad nunca he sido fan de lloriquear. Significa debilidad. Tal vez es lo que mi madre me termino por enseñar.

¿Usted también ha llorado?

Todos lo hemos hecho en determinados momentos de nuestra vida.

El peso de Armin desaparece, abro los ojos para ver que ha pasado, maúlla un tanto curioso, mete su cabeza en uno de los estantes inferiores del librero, su maullido suena desesperado.

—¿Qué haces? —le pregunto mientras me acerco e hinco a su lado. —Déjame ver ¿Perdiste algún juguete?

Armin saca su cabeza y retrocede un poco, esperando a que yo sea el que saque el objeto.

Muevo los libros a un lado y meto la mano hasta tocar el fondo del mueble.

—Aquí no hay nada. —digo tanteando el lugar.

El gato intenta de nuevo meter su cabeza, casi diciendo que soy un inútil para buscar. Sus orejas se aplastan y logra meter casi medio cuerpo dentro del apartado.

—Espera, déjame a mí. —me gruñe golpeándome la muñeca. —Está bien, está bien, haz lo que quieras.

Me quedo a su lado esperando a que saque el objeto, como si yo también fuera un curioso de primera, atento a sus movimientos desesperados. Trato de ver sobre su peludo cuerpo, pero el lugar esta escaso de luz y solo alcanzo a ver los libros.

Elastic Heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora