Capitulo 2

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Camino con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos, mientras el agua azota mi cuerpo con violencia y mi lóbulo frontal trabaja en un acertijo complicado, ¿cómo salgo de aquí?  

Llegué al parque fantaseando con ser Marta de la Reina, creí que caminar en línea recta sería suficiente para encontrar un camino a Crowell, pero ahora solo hay más árboles.

¡Es un parque ecológico, lo decía el letrero de la entrada, no un puto bosque! 

Entrecierro los ojos, buscando una pista entre el muro que forman la tormenta y la oscuridad. 

Debí recordarme que no tengo sentido de la orientación antes de abandonar el campus. No conozco esta parte de la ciudad, bien podría haber atravesado un agujero negro y ahora mismo me encuentro en Singapur. 

Un potente rayo cruza el cielo y cae tan cerca que su luz destructora me ciega y luego llega el sonido aterrador, como el crujido de una bestia hambrienta. Grito y me llevo una mano al pecho. 

Quedarme entre los árboles hasta que termine la tormenta, o hasta que alguien me eche de menos y organice una brigada de rescate no me parece una buena idea.

Además, ¿quién notará mi ausencia?

La única persona que me espera mañana es de la Reina, y a ella le dará lo mismo si no aparezco en su estudio. 

Sigo caminando, aunque una voz interna me advierte que andar sin rumbo solo podría empeorarlo todo.  

¿Hay osos aquí? 

¿Por qué en situaciones así todas las tragedias parecen viables? 

Mi imaginación me pone en el camino un enorme y enfurecido oso grizzly. 

«Te lo repito, Fina, es un puto parque. No hay osos, ni jaguares, ni caníbales, ni…» 

Un hombre calvo está a unos 30 metros y sonríe cómo el gato de Alicia. 

Me paralizo.

No porque tenga miedo, de echo tengo miedo desde que acepté que estoy perdida, pero ahora hay alguien más conmigo y podría ser un ciudadano amable que me mostrará el camino correcto o un caníbal. 

Descarto la primera opción cuando el extraño empieza a correr. Si algo nos ha enseñado el cine de terror es que los personajes secundarios no sobreviven, siempre hay un estornudo que los delata, un tiro perfecto que les atraviesa el cráneo, o una caída que les jode el tobillo. Ese es mi caso. 

Mis dedos se hunden en el lodo. 

Si algo puede salir mal… 

—Valero, ¿qué haces ahí acostada? 

El hombre y yo miramos en la misma dirección. 

No es complicado identificar el segundo exacto en el que me convierto en protagonista, porque una rubia de película llega a mi rescate y eso no es algo que le ocurre a la gente común. 

—Me caí… 

¿Qué no es evidente? 

—Estás castigada. 

¿Perdón? 

El tipo desagradable esboza de nuevo esa sonrisa diabólica mirando a la profesora de la Reina, quien se comporta como si no lo viera. 

—No tan rápido —dice con voz ronca cuando intento levantarme. 

De la Reina da un paso al frente y levanta ambas manos, me toma demasiado tiempo procesar que está sosteniendo un arma. 

PROFESORA DE LA REINA (MAFIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora