Capitulo 18

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Los ojos de la rubia destellan deseo al verme, inclina un poco la cabeza, como si hiciera una reverencia y abandona la sala.  

Se ha vestido de rojo, en un tono muy similar al de la sangre en su cuadro. Con una blusa abierta que me permite apreciar una buena parte de su espalda y me relamo los labios alucinando con probar su piel. 

—Seis meses —murmuro detrás de ella– sí que han pasado cosas. 

—Cortarte el cabello, tatuarte todo el brazo izquierdo —resume en voz baja, llegando a un largo pasillo vacío donde se exponen otras obras poco interesantes— siempre sospeché que la doctora Vanesa Linares es una farsante. Pero Begoña no me permitió interferir.  

—Te vas a casar —no hay reproche en mis palabras— deberías buscar un espacio en la agenda de Vanesa.  

—Aseguro mi futuro del mismo modo que lo hice con el tuyo, Fina —continúa examinando una pintura horrible para no mirarme.  

—Valero —la corrijo y hablando con voz muy baja le digo algo que no sale de mi cabeza— arrollaron a Kelly.  

—¿Sientes pena por ella?  

Gira.

Ella y yo entendemos que el haberme obligado a quemar esa pintura es una herida que no se sana con nada. Es matarte, pero obligarte a seguir existiendo sin entender nada de la vida, como un zombi.  

—No —admito sosteniendo su mirada— me preocupas tu.  

—Yo estoy en tus manos, Valero. 

Ahora soy quien finge estar interesada en las obras.  

—Entonces estas a salvo —murmuro mirando un paisaje demasiado colorido para mi gusto.  

—Londres es horrible —dice tomándome por sorpresa.  

—Está la mejor academia de arte.  

Aunque no la veo es increíble la precisión con la que puedo adivinar sus gestos.  

—Te enseñarán a sostener un pincel y a crear sombras con asquerosas fórmulas matemáticas —señala acercándose con pasos lentos— no necesitas más clases, necesitas pintar sin que nada te limite. Explorar el dolor, el placer, el miedo. Necesitas un estudio donde puedas desnudar tu mente y tu cuerpo. 

Continúo perdida en el tono océano de una obra por varios minutos, hasta que decido mirarla. El color azul en sus pupilas aún no ha sido clasificado, pero sospecho que incluso sobre un lienzo tendría el poder de dejarme sin aliento. Y de pronto tengo la necesidad desmedida de dibujar sus ojos.  

—Tengo 18, pero sigo siendo 23 años más joven.  

Marta eleva las cejas y sonríe de lado.  

—Te estoy ofreciendo que trabajes conmigo, Valero. No poner mi lengua en tu sexo.  

La miro a los ojos y ambas sonreímos. ¿Está tan loca como para pensar que de verdad podemos hacer algo así?  

—No vas a salirte con la tuya —grita una chica corriendo hacia Marta tan rápido que no me da tiempo de reaccionar. 

◇◆◇◆ 

Por suerte Marta tiene mejores reflejos y sin duda mucha fuerza, porque hace caer a su atacante con la misma facilidad con la que sometería a un cachorro.  

—Demonios —exclamo cuando la rubia da una patada que aleja de nosotras un enorme pedazo de cristal envuelto en un pañuelo.  

—Eres una enferma —le grita la chica arrastrándose lejos de Marta. 

—He llegado a mi límite con ustedes —le dice de la Reina, y la chica intenta ponerse de pie, pero la golpea de nuevo en las costillas. 

—Marta, basta —le pido acercándome a ella.  

—¿Crees que ser famosa te coloca por encima de la ley? —le grita la joven— Te escondes en edificios lujosos como el New Art, donde protegen a los enfermos, criminales y abusadores como tú.  

—¿Criminales? —repite Marta y debo poner la mano en su pecho para que no vaya sobre ella de nuevo— tú entraste aquí de forma ilegal, traes un objeto que claramente está prohibido en el museo y estabas dispuesta a herirme. Ustedes los defensores de la moral están jodidos.  

—Hay que hacerlo a nuestro modo, porque los policías y los jueces corruptos no son capaces de defendernos. 

—¿Defender qué? ¿Quién les ha pedido ayuda aquí? —la cuestiona Marta— Es siempre la salida fácil, cuando su teatro no tiene sentido, entonces es culpa de la policía. ¿No sería más fácil quizá buscar a una de mis cientos de víctimas? Aquí tienes a una de ellas. Nos escuchaste hablando, te aseguro que hay cámaras en todos lados. Ve ahora y denúnciame —se inclina para estar más cerca de la chica— Veamos las grabaciones y que un juez diga quien de las dos es más peligrosa; tú que intentaste atacarme mientras hablaba con una colega, o yo que me defendí.  

—Eres experta en manipulación, por eso ninguna estudiante declaró en tu contra.  

—Por supuesto, la otra posibilidad es que no hay un delito por el que acusarme. ¿No se te ocurrió eso?  

—Usas tu posición de poder para acostarte con estudiantes —me mira— con menores.  

—Te fallan la vista y el sentido común —susurra de la Reina— ¿crees que necesito ser profesora o famosa para conseguir sexo fácil? Soy atractiva, tengo dinero. Podría conducir mi Ferrari por la ciudad y llenarlo de mujeres el día que quiera. 

Le guiña el ojo y luego se levanta para colocarse a mi lado.  

—Llamaré a seguridad —le digo.  

Marta pone su mano en mi cintura.  

—Mejor salgamos de aquí —suspira dejando en evidencia un cansancio que no había notado antes— ya no quiero ver mi nombre en más escándalos.  

Me dejo guiar por ella. Pero apenas hemos dado algunos pasos cuando alguien más aparece, y de nuevo no es un rostro muy amigable, no cuando mira a Marta.  

—Genial —susurra de la Reina— Vete de aquí, Valero. Yo me encargo.  

El recién llegado es hombre, y no tiene tantas ganas de charlar como su compañera y tampoco me dejará ir fácilmente, su mirada me recuerda un poco al tipo que estaba en el parque ecológico y algo me dice que esta vez Marta no trae un arma. 

—El problema es conmigo —le advierte Marta— a ella la dejas en paz.  

—El problema es con todos los criminales del New Art — con pasos largos se acerca a de la Reina y sin duda tiene mayor destreza peleando.  

La otra chica intenta interferir, pero me voy sobre ella, y aunque no es mayor que yo es más alta y mucho más fuerte. Me empuja contra la pared, y de la Reina voltea. Un segundo de distracción puede cambiarlo todo y cuando veo que el cuchillo atraviesa su mano derecha comprendo que esto no saldrá bien para ninguna de las dos.  

¿Sabes que en un ataque nuclear la explosión tiene un radio relativamente pequeño?

Lo que mata a más personas es la onda expansiva. Aquello que no ves venir, cuando crees que los misiles cayeron lejos y la muerte aparece dejándote a mitad de una idea.  

Veo la sangre caer al piso y con ella se escurre la otra parte de mi vida. 

—Marta…  

No hay un gesto de dolor en su rostro.  

La chica levanta el pedazo de cristal y también intenta atacarla; esta vez soy lo bastante ágil para interponerme, pero no poseo la fuerza suficiente para evitar que el vidrio se clave en mi abdomen. 









PROFESORA DE LA REINA (MAFIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora