Capitulo 12

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Mucho trabajo se traduce como explotarme hasta la locura.  

Dos semanas completas, diez horas al día, solo interrumpidas por una comida rápida. Hoy por fin puedo arrojar las brochas. No me permito sentir pena al ver a muchos estudiantes con el mismo aspecto cansado, van a participar y en otras circunstancias estaría muriendo de nervios, pero ya conozco la decisión de Marta y eso me permitió concentrarme exclusivamente en «La mujer tocada por Eris» el nombre que he dado a mi obra. 

—De nuevo me sorprendes —declara la profesora de la Reina tras pasar cerca de media hora admirando mi trabajo.  

—¿De nuevo? —le pregunto incrédula— hace unas semanas no tenía talento para estar en tu clase.  

—Y también en ese momento dije la verdad —me mira— Un cuadro debe ser pintado con el mismo sentimiento con que un criminal comete un crimen. Lo dijo Edgar Degas y eso era lo que faltaba en tus girasoles. ¿Sabes que después de esto ya no habrá más lecciones? 

—¿Ya no podré estar desnuda en el estudio? —pregunto tratando de quitarle el filo a sus palabras. 

—Eso puedes hacerlo a diario, pero ya no seré tu profesora y me permitiré actuar por instinto —me guiña el ojo y mi puta cara me traiciona sonrojándose.  

—Estoy en verdad muerta —por mi propio bien me alejo hasta dejarme caer en su sofá. 

—Te has ganado un descanso —dice y mira de nuevo en dirección a «La mujer tocada por Eris»— celebraré en tu nombre.  

Bostezo.  

—O podrías abrazarme hasta que me quede dormida —le sugiero haciéndome hacia atrás y palmeando un pequeño espacio en el sofá.  

—Muy romántico para mi gusto —dice recogiendo sus cosas.  

—¿Y si me quito la ropa?  

El bolso resbala de sus manos, es mi turno de reír.  

—No husmees cerca de mi cuadro —dice despidiéndose. 

—Era en serio —le digo en un susurro y cierro los ojos.  

—Tendré que rechazarte hoy.  

—Te lo pierdes, dormiré en este sofá desnuda. Contigo o sin ti.  

Hay un largo silencio, imagino que se ha marchado y por eso me sobresalto al escuchar su voz. 

—Estoy esperando. 

Levanto las cejas, se ha acercado y le dedico mi sonrisa más perversa mientras empiezo a desvestirme sin ponerme de pie. 

—¿Yo gané? —le pregunto mientras observo el destello en sus ojos al encontrarse con mis endurecidos pezones. 

—Mírate —dice con voz ronca— creo que yo estoy ganando mucho más.  

El sofá es pequeño, pero suficiente para ambas. Se coloca detrás, pone su mano caliente sobre mi abdomen y me atrae fuerte contra su cuerpo.  

—¿Has tenido sexo? —pregunta, la calidez de su aliento me acaricia la nuca. 

Temo que mi respuesta la asuste, pero tampoco se puede mentir con algo así.  

—No.  

Escucho que cambia el ritmo de su respiración.  

—¿Te sientes cómoda?  

—Mucho mejor que estar sola —cierro los ojos, el corazón me late como si quisiera abandonar mi pecho— ¿y tú?  

—¿Preguntas si he tenido sexo? —se ríe y le pego en las costillas con el codo— Estoy cómoda contigo, Fina.  

PROFESORA DE LA REINA (MAFIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora