Una mujer yace sin vida sobre un charco de sangre.
¿Por qué siempre tienen que ser rubias?
—Hija de puta —susurra Luz reconociendo a la víctima.
María se cubre la boca, el olor de la sangre es tan poderoso que le provoca arcadas.
—Ni se te ocurra vomitar aquí —le advierte Gema y la abraza, alejándola del cadáver.
—Con 300 litros de ácido sulfúrico se puede convertir un cuerpo de estatura media en un charco de lodo —lee Marta.
—¿Es en serio? —le reclama Luz acercándose para quitarle el iPhone— ¿Estás buscando en internet cómo deshacerte de un cadáver?
—Estás paranoica —Marta recupera su móvil— no es un episodio de «Mentes criminales» a nadie le interesa mi historial de navegación. Oye Siri, ¿Dónde podemos comprar ácido sulfúrico?
—¿Es una puta broma? —la regaña Luz de nuevo.
—Buscando proveedores de ácido sulfúrico —repite una voz lenta e inexpresiva desde el dispositivo.
—Estoy tratando de solucionarlo —Marta se aleja para evitar que su hermana mayor le quite el teléfono.
—Yo te diré la mejor solución posible —exclama Luz— llamaremos a la policía.
—Ve a la camioneta y deja que los adultos nos encarguemos.
—Nosotras no la matamos, hay que dejar de darle vueltas a esto —sugiere elocuente.
—Se supone que ella ya estaba muerta —le recuerda Marta— ¿Qué diremos a la policía? —e imitando la voz de su hermana añade— Mentimos hace 20 años, pero ahora si se murió de verdad.
—Pues es exactamente lo que ocurrió…
—Treinta años, es lo que dura en promedio una condena por asesinato —dice Gema acercándose a sus hermanas.
—Compremos ácido, unos barriles y…
—¿Cómo pretendes traer hasta aquí 300 litros de una sustancia controlada por el estado? —interviene Gema.
—Además una vez que se haya disuelto el cuerpo tendremos un barril de ácido con nuestra querida hermana en forma líquida —explica Luz— el problema se multiplicará.
—Freya no existe para nadie —susurra Marta— no debería ser tan difícil deshacernos de ella.
Entonces las tres mujeres miran el cadáver. Cada una había fantaseado con asesinarla de una forma distinta, y ahora alguien se había adelantado.
—Begoña, ¿qué vamos a hacer? —pregunta María mirando a su hermana mayor.
Begoña observa el cadáver de Freya, si algo sabe todo el mundo es que nadie muere dos veces.
—Salgan de aquí —sus hermanas voltean desconcertadas— llamaré a la policía, yo me encargo…
—¿Crees que somos idiotas? —le pregunta Gema— No te culparás por esto.
—Yo sé lo que hago, además soy la única que puede conseguir una condena razonable.
—Llévenla al cuarto de baño —ordena María mirando a Gema— Luz busca algo útil en la cocina. Begoña debes limpiar todo.
—¿Algo útil? —pregunta Luz.
—Hay que cortarla —dice indiferente— pedazos pequeños, tú nos guiarás.
Gema se aleja del cuerpo como si temiera que cobrara vida.
—¿Sugieres desmembrarla? —pregunta en voz baja.
—María, ninguna de ustedes se va a involucrar en esto. Y jamás voy a permitirte diseccionar un cuerpo.
—Yo no te dejaré ir a prisión ni un solo día —asegura María— Cada quien se deshace de 15 kilos, mucho mejor que esperar doce horas a que desaparezca y transportar un galón con 300 litros. ¿No creen?
—Perfecto, ya tenemos un plan —dice Marta mirando a Begoña— ayuda y deja de jugar al héroe.
***
La vida secreta de la mujer perfecta.
Marta avanza dando largos pasos que le permiten cruzar el segundo piso en tiempo récord, y abre la puerta del dormitorio 453A. Es de madrugada y el silencio delata que la chica de primer curso está profundamente dormida. Camina hasta la cama que queda cerca de la ventana y antes de que la joven pueda hacer algo Marta le pone la mano en la boca y se monta sobre ella.
Maya abre mucho los ojos, asustada hasta la médula y tarda unos segundos en identificar el rostro de su profesora. Cuando finalmente lo consigue y deja de forcejear, los dedos de Marta ya se han deslizado en el interior de su pijama.
—Ya sabes lo que quiero —gime la rubia.
La universitaria abre más las piernas, a Marta no le gustan los preliminares y sabe que debe estar lista para cuando acuda a su habitación o la mande a llamar al estudio. Ha pasado muchas veces y ya no le incomodan las ásperas arremetidas de su profesora. Es Marta de la Reina, cada chica que conoce su trayectoria desearía estar ahora quitándose la ropa para ella.
La actitud dominante de la profesora de la Reina es suficiente para hacerla arder, va directo sobre lo que quiere sin prometer nada y en una época en la que las mujeres no quieren perder el tiempo eso es un afrodisiaco.
Marta la mira complacida, nada disfruta tanto como llenarse de la juventud de las mujeres que la rodean, la fama tiene sus ventajas y cuando quiere a una chica no le toma más de una semana meterse entre sus piernas. Ni siquiera necesita fingir, no hay palabras bonitas ni flores. La experiencia le ha demostrado que así es fácil deshacerse de ellas cuando le aburren.
Cuando llega al orgasmo Marta no se toma un respiro sobre la cama, recoge sus cosas y se viste, terminando de abrocharse la chaqueta en el pasillo, mientras busca en su teléfono el número de Gema para ir por un trago.
—Buenas noches, profesora.
La toma por sorpresa una chica que está entrando al edificio justo cuando su hermana atiende la llamada.
—Luego hablamos —Marta saluda y se despide de Gema con una misma frase— No debería estar fuera de su dormitorio.
Evade el apellido de la chica, porque en este momento no es capaz de recordarlo. Aún no está en su lista de «alumnas especiales» pero ya la tiene en la mira. La joven posee labios carnosos y un cuerpo tonificado.
—Lo lamento profesora, salí a caminar, es que no puedo dormir —se disculpa mordiéndose el labio.
Marta sonríe de lado.
—Te acompaño a tu dormitorio —propone acercándose a ella y mirándole los labios— si tú quieres, por supuesto.
Es un secreto a voces que ninguna alumna hermosa se salva de la profesora de Arte contemporáneo. O quizá es necesario aclarar que ninguna quiere salvarse.
"Una historia interesante, me ha gustado". Por cierto, que emoción, las Mafin ya tienen casita propia.
🥰🥳
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PROFESORA DE LA REINA (MAFIN)
FanfictionADAPTACIÓN: > Marta de la Reina es una despiadada crítica de arte, y se ha propuesto ponerle los pies en la tierra a su joven e ingenua aprendíz. A veces, lo que no te mata no te hace más fuerte. Y hubieras deseado que te hubiese matado. Marta de l...