Capítulo I. Inicio Turbulento

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El sol brillaba intensamente sobre el Circuito Internacional de Baréin, creando un calor sofocante que parecía acentuar la tensión en el ambiente. Sergio 'Checo' Pérez caminaba por el paddock, sintiendo el murmullo de la multitud y el zumbido de los motores a su alrededor. Era el inicio de una nueva temporada de Fórmula 1, pero su mente estaba lejos de las estrategias de carrera. En lugar de eso, sus pensamientos giraban en torno a un solo nombre: Max Verstappen.

—Vamos, Checo, concéntrate —murmuró para sí mismo, apretando los dientes mientras ajustaba su casco. La presión de la competencia era abrumadora, pero lo que realmente lo consumía era la atracción no correspondida que sentía por su compañero de equipo.

Mientras se preparaba, echó un vistazo al garaje de Red Bull. Max estaba allí, concentrado en los últimos detalles de su monoplaza, su expresión seria y decidida. Checo sintió una punzada en el pecho al verlo. ¿Cómo podía ser que su corazón latiera más rápido por alguien que sabía que jamás podría tener?

—Checo, ¿estás listo? —preguntó su ingeniero, Daniel, interrumpiendo sus pensamientos.

—Sí, solo... un segundo —respondió Checo, intentando desviar su mirada de Max, quien había levantado la vista, atrapando su mirada por un breve instante. La conexión entre ellos era innegable, pero la competencia siempre se interponía.

—Necesitamos tu mejor rendimiento hoy. No solo por el equipo, sino por ti —dijo Daniel, mirando a Checo con seriedad.

—Lo sé —asintió Checo, tratando de calmar el caos en su interior—. Lo daré todo.

Con el ruido de los motores rugiendo en sus oídos, Checo se dirigió a su monoplaza. A medida que se sentaba en el cockpit, la adrenalina comenzó a fluir. Sabía que debía concentrarse en la carrera, pero la imagen de Max no dejaba de aparecer en su mente.

El equipo Red Bull estaba al lado, y en medio de su rutina, Max salió a la pista con su habitual confianza.

—Buena suerte, Checo —le gritó Max mientras pasaba junto a él, su tono ligero, pero sus ojos brillando con un desafío. Checo sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Gracias, Max —respondió, aunque la inseguridad lo invadía. ¿Era un simple gesto de compañerismo o había algo más?

La clasificación comenzó y Checo se lanzó a la pista con determinación. Las vueltas se sucedían rápidamente, y cada curva, cada frenada, se sentía como una danza entre el deseo y la responsabilidad. Sabía que debía dejar de lado sus pensamientos sobre Max y enfocarse en el rendimiento.

Durante la sesión, Checo logró tiempos competitivos, pero la presión en su pecho aumentaba con cada segundo que pasaba. La voz de su ingeniero resonaba en su oído.

—Checo, estás en el cuarto lugar. Mantén el ritmo. ¡Necesitamos más velocidad!

—Estoy trabajando en ello —respondió, intentando ignorar el sudor que le caía por la frente. Al mirar hacia el garaje de Red Bull, vio a Max con una mirada intensa, observándolo con atención. Checo sintió que su corazón se aceleraba.

Mientras regresaba a la pista, su mente se llenó de dudas. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? En ese momento, sintió la presión de ser un piloto en un mundo donde las emociones podían ser tanto un impulso como un lastre.

Finalmente, terminó la sesión en un impresionante segundo lugar, justo detrás de Max. A medida que salía de su monoplaza, el rugido de la multitud era ensordecedor. Pero su atención se centró en Max, que se acercaba con una sonrisa triunfante.

—Gran trabajo, Checo. ¡Te vi volar! —dijo Max, dando una palmada en su espalda.

—Gracias, Max. Pero tú también estuviste increíble —respondió Checo, sintiendo cómo la admiración y el deseo se entrelazaban en su pecho.

BAJO PRESIÓN [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora