Capítulo III. Conflictos Internos

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Al día siguiente de su charla nocturna, Sergio intentó concentrarse en los ensayos. Sabía que no podía permitirse distracciones, pero la conversación con Max y la intensidad en sus ojos seguían resonando en su mente. Esa conexión casi inexplicable lo tenía al borde de perder el enfoque en la pista, algo que ni él mismo lograba comprender.

En cuanto terminó la práctica, todos se dirigieron al comedor del equipo. Las risas y las conversaciones animadas llenaban el ambiente, pero Sergio, aunque se unió, no pudo evitar sentirse distante, aún dándole vueltas a lo que había sentido la noche anterior. Justo cuando pensaba que podría relajarse, Max se acercó y le preguntó:

—¿Te molesta si me siento aquí, Sergio?

—No, claro que no, adelante —respondió él, tratando de sonar calmado mientras su corazón latía más rápido de lo que esperaba.

Max le dirigió una sonrisa ligera y estaba a punto de tomar asiento junto a Sergio, cuando Lando Norris apareció de repente y, sin pedir permiso, ocupó el lugar junto a él, lanzándole a Max una mirada de reto.

—Vaya, ¿hoy no hay lugares en otro lado, Verstappen? —preguntó Lando con un tono cortante, recostándose en la silla y dirigiendo una sonrisa sarcástica hacia Max.

Sergio se quedó callado, sorprendido por el tono de Lando. Max, visiblemente molesto pero manteniendo la compostura, solo se cruzó de brazos y se quedó de pie, manteniendo una mirada fría.

—Estaba hablando con Sergio, Norris —respondió Max, enfatizando su nombre con un tono que parecía ocultar mucho más de lo que decía.

Lando soltó una risa corta y miró a Sergio, inclinándose un poco hacia él como si quisiera excluir a Max por completo.

—Ah, claro, claro, hablar con Sergio. Supongo que ahora eres el centro de atención, ¿no? —dijo, en un tono que sonaba tanto a burla como a desafío.

Sergio, incómodo, se removió en su asiento. No quería ser parte de esa tensión entre ellos, pero la forma en que Lando lo miraba, con una mezcla de desafío y burla, lo hacía sentir atrapado.

—No es el momento para eso, Lando —respondió Max, sus ojos oscureciéndose un poco mientras lo miraba con firmeza.

—¿No? —Lando alzó las cejas, divertido—. ¿Porque tú lo dices? A veces creo que olvidas que no todo gira a tu alrededor, Max.

La tensión en la mesa creció con cada palabra de Lando. Max finalmente se sentó en la silla frente a ellos, sin dejar de observar a Lando, mientras Sergio intentaba evitar su mirada.

—No necesito que me lo recuerdes —respondió Max con voz baja pero firme—. Quizás eres tú el que necesita aprender cuándo es mejor callarse.

Lando solo sonrió, como si el comentario de Max le hubiera divertido más que molestado. Luego miró a Sergio y, sin ocultar su intención de provocar, le dijo:

—Espero que tú sí puedas centrarte en la carrera, Sergio. No me gustaría verte perdiendo el control —comentó, enfatizando sus palabras con un tono burlón.

Max apretó los labios, la ira apenas contenida en su expresión. Sin embargo, decidió no responder. En cambio, fijó su mirada en Sergio, quien evitó encontrarse con la suya. La presión de estar entre ambos era demasiado. La cena transcurrió con esa tensión constante en el aire, y Sergio sintió un peso insoportable, sin saber que este era solo el inicio de un conflicto más profundo.

La cena continuó en un ambiente tenso, y cada bocado que Sergio daba parecía más pesado que el anterior. Las risas y las charlas de los demás pilotos parecían un murmullo lejano, y su mente estaba atrapada en la batalla entre sus sentimientos y la presión del ambiente.

BAJO PRESIÓN [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora