I think este es uno de mis favoritos.
Narr Armando
La cocina de Hannah siempre olía a azúcar y vainilla, ese aroma envolvente que prometía calor y refugio. Era su santuario, un rincón en el que sus manos transformaban ingredientes en magia, en la dulzura que ella misma personificaba. Allí, bajo el tenue resplandor de la lámpara de la cocina, ella le daba forma a su mundo, uno donde parecía que nada malo podía alcanzarnos. Cada vez que cruzaba la puerta y me encontraba con su sonrisa, sentía que el caos de mi vida se apaciguaba, aunque fuera solo por un momento.
Esa noche, sin embargo, algo era diferente. Hannah estaba más callada que de costumbre, su mirada parecía perderse en algún punto más allá de las paredes llenas de recetas y moldes de pasteles, como si la paz que había construido pudiera desmoronarse en cualquier momento.
Espera, aún la nave del olvido no ha partido…
Sentado a la mesa, tamborileé con los dedos, observándola en silencio mientras trabajaba. Podía sentir la tensión en el aire, la lucha interna que parecía consumirla poco a poco. Mi vida había sido un constante juego de huidas y confrontaciones, un ciclo interminable de promesas rotas y peligros que acechaban a cada esquina. Pero ella... ella me hacía desear algo más, algo mejor. Quería quedarme, pero el miedo y las dudas nublaban mis pensamientos.
Hannah rompió el silencio, su voz tan suave como el zumbido de la batidora al detenerse.
—¿Te preocupa algo, Armando?
Sus palabras flotaron en el aire, y aunque mi instinto era cerrarme, su mirada no me dejaba esconderme. Sus ojos estaban llenos de ternura y comprensión, y en ese instante, quise decirle tanto que no supe cómo empezar.
No condenemos al naufragio lo vivido…
Me acerqué y tomé su mano, sintiendo el calor de su piel bajo mis dedos, como si de alguna forma pudiera aferrarme a ella, a lo que habíamos construido juntos. Su tacto era una promesa de algo que nunca había creído posible, algo que iba más allá de las mentiras y las sombras en las que vivía. Pero el temor de perderla me helaba el alma.
—No sé cuánto tiempo más puedo hacer esto, Hannah —murmuré, dejando que la verdad se deslizara entre nosotros, rompiendo la calma de la noche—. No sé si merezco el amor que me das.
Por nuestro ayer, por nuestro amor, yo te lo pido…
Ella me miró con una mezcla de tristeza y aceptación, como si entendiera cada palabra que no me atreví a decir. En ese silencio compartido, me mostró que había aceptado cada parte de mí, incluso las más oscuras. Pero su comprensión no aliviaba el peso en mi pecho, el temor de saber que, en mi mundo, las cosas buenas rara vez duraban.
—Armando, te esperé más tiempo del que debí. Y aquí seguiré, mientras tenga fuerzas.
En un impulso, la rodeé con mis brazos, dejándome llevar por el consuelo que solo ella podía ofrecerme. Me aferré a ella como quien se aferra a su última esperanza, como si pudiera mantener alejado todo el caos que amenazaba con separarnos. Por un instante, dejé que la ilusión de un futuro juntos me envolviera, de una vida en la que quizá podríamos ser felices, lejos de todo lo que intentaba destruirnos.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que el destino se encargó de separarnos. Todo fue rápido, tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar. Fue en medio de la noche cuando recibí su llamada. Su voz era un susurro desesperado, roto por el terror. Sin pensarlo dos veces, salí corriendo, porque sabía que, si no llegaba a tiempo, el precio a pagar sería eterno.
La encontré en el callejón detrás de su pastelería, enfrentándose a un hombre cuyo rostro se grabó en mi memoria para siempre. Su expresión era vacía, fría, y sostenía una pistola que apuntaba directamente a ella. Sentí que el tiempo se detenía, y todo lo que quise fue salvarla, protegerla de la oscuridad que siempre me había seguido.
Espera, aún me quedan en mis manos primaveras…
Corrí hacia ellos, pero el disparo sonó antes de que pudiera alcanzarla. El eco de la bala resonó en el callejón y, en un segundo, su cuerpo se desplomó ante mí. Sentí que algo se rompía dentro de mí, como si una parte de mi alma hubiera sido arrancada sin piedad. La sostuve entre mis brazos mientras caía, su respiración entrecortada y cada vez más débil, su vida escapando lentamente.
Espera un poco, un poquito más, para llevarme tu felicidad…
Nuestros ojos se encontraron, y en su mirada encontré una paz que no comprendía, una paz que me destrozaba aún más en ese momento. Intenté detener el sangrado, mis manos temblaban mientras hacía lo imposible por aferrarme a ella, a la vida que se me escapaba entre los dedos.
—No me dejes, Hannah... No puedes irte. Yo no sé vivir sin ti —le susurré, mi voz rota, como si mis palabras pudieran detener lo inevitable.
Espera un poco, un poquito más…
Con la última chispa de fuerza, ella levantó su mano y acarició mi mejilla, su tacto suave, lleno de amor y despedida. Me sonrió con una tristeza que rompía el alma, y sus labios se movieron, apenas un susurro, pero lo escuché claro: "Te esperé, Armando. Siempre te esperaré..."
La vida se apagó en sus ojos, llevándose consigo cada sueño, cada promesa y cada momento que habíamos compartido. Sentí cómo mi mundo se desmoronaba, un vacío inabarcable llenando cada rincón de mi ser.
Me quedé en ese callejón, sosteniéndola entre mis brazos mientras el eco de su voz y su aroma a azúcar y vainilla se desvanecían en el aire. Había perdido la única luz que había conocido en medio de mi oscuridad, y su partida me dejaba con una certeza amarga: sin Hannah, todo lo demás carecía de sentido.
Y supe que, aunque el tiempo pasara, ella sería mi única verdad, mi única paz, el amor que nunca se iría de mi memoria.
Espera un poco, un poquito más, para llevarme tu felicidad.
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One Shots (Armando Aretas)
De TodoOne Shots de Armando Aretas. PEDIDOS ABIERTOS. 🥈#jacobscipio 19/10/24