JUNGKOOK entornó los ojos y levantó la mano de forma instintiva para acariciarle la piel del rostro con delicadeza. Deslizó el dedo índice hasta su labio inferior y después retiró la mano.
Agarró la copa de vino y, sin dejar de mirar a Hoseok, bebió un sorbo de vino. Observó que el suspiraba y que cambiaba la expresión de sus ojos. Era toda la respuesta que necesitaba.
Notó que se le aceleraba el pulso. Hablar de negocios, un tema que el dominaba, había funcionado para cumplir con su propósito. Llegar a ese momento.
A la decisión que había tomado. Lo deseaba.
No importaba que no quisiera desearlo... que nada de lo que estaba sucediendo aquel noche debiera suceder.
Era demasiado tarde. Lo que estaba sucediendo estaba sucediendo y superaba a todo lo demás. A la precaución, a la reticencia, al razonamiento...
Lo miró y se centró en su atractivo. Su melena oscura, sus ojos grises, su boca sensual. Una ola de deseo lo invadió por dentro. Su cuerpo reaccionó provocándole una erección más poderosa que nunca.
Lo miró de arriba abajo. El traje que cubría su cuerpo sobraba. Jungkook deseó quitárselo. Quería ver sus senos desnudos, deleitarse con lo que se escondía tras la tela.
Nervioso, se movió para llamar al camarero y firmó sobre la cuenta. Allí lo conocían. Le mandarían la factura a la oficina. Se puso en pie, saltándose el protocolo de preguntarle a Hoseok si quería postre, café o licor. No tenía tiempo para eso.
El deseo que sentía era abrumador, insistente y demandante. No debería ser así, pero lo era, y a él no le importaba si aquello no lo debía hacer, si aquel doncel no tenía cabida en su vida. Si no debería haberla mirado, si no debería haberla llevado a cenar. Si no debería tener la intención de llevarla al hotel.
«Debería meterla en un taxi, marcharme y relegarla a ser un recuerdo pasajero».
Pero no quería.
No, en ese momento. Todavía no.
Solo deseaba una cosa, y cada vez el deseo era más potente.
—Vamos.
Lo ayudó a ponerse en pie y le colocó la chaqueta sobre los hombros. Una vez en la calle, se dirigió a el:
—Mi hotel está en esta manzana.
El doncel no contestó y él no necesitó respuesta. Lo único que necesitaba era que el continuara caminando a su lado por la acera, en silencio, sujetándose la chaqueta, y manteniendo el ritmo de su zancada a pesar de sus zapatos de tacón.
La tensión entre ellos era muy intensa.
Una vez en el recibidor del lujoso hotel, Jungkook lo guio hasta el ascensor. Ninguno de los dos habló. No tenía sentido decir nada.
En el interior del ascensor, él podía oír la respiración de Hoseok y percibir la tensión de su cuerpo. Él también estaba tenso. La excitación que sentía era demasiado potente. Sin mirarlo, esperó a que el ascensor llegara al piso de arriba. Hasta el único lugar donde deseaba estar.
Su cama.
Hoseok sentía cierta debilidad. No era por el vino que había bebido en la cena, ni por el champán que había bebido en la fiesta.
Era por lo que estaba haciendo. Y por qué.
Porque solo había un por qué en lo que estaba haciendo. Aunque no tenía sentido, el no hacía cosas así. No se iba a la habitación de hotel de un hombre al que acababa de conocer. Sin embargo, lo estaba haciendo.
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La promesa
RomanceSu escandalosa afirmación ¡Y la venganza del coreano-italiano! Jung Hoseok necesitó todo su valor para presentarse en la boda de su primo y confesar que después de pasar una noche con Jeon Jungkook, el prometido, llevaba a su hijo en el vientre. El...