Cap.7 Y no eran lágrimas de alegría, sino de pena.

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Más adelante, las verjas de hierro se abrieron de forma automática. No era porque él estuviera marchándose. Un coche estaba entrando en el camino.

Era un descapotable y lo conducía un doncel vestido de rojo, con la cabeza cubierta por un pañuelo a juego.

Llevaba gafas de sol y guantes de piel roja. El conducía deprisa y pasó a su lado ignorando su presencia. Él aminoró la marcha para dejarlo pasar y lo miró por el retrovisor mientras desaparecía hacia el palazzo.

Jungkook frunció el ceño. ¿Le había resultado familiar?

Decidió no pensar en ello y se adentró en la autopista, recordando al doncel que acababa de convertirse en su prometido.

Su doncel ideal.

—¿A qué has venido?

El abuelo de Hoseok le preguntó con tono brusco nada más recibirlo. Hoseok se encogió de hombros e ignoró el comentario mientras se quitaba las gafas de sol y los guantes.

—Me lo ha pedido Jimin.

La expresión del abuelo cambió por completo.

—¡Ah! ¿Así que te ha contado la noticia? ¡Ve a felicitarlo!

—¿Felicitarlo?

—Por supuesto, ¡va a casarse! exclamó el abuelo con satisfacción.

—No tenía ni idea...

«¿Por eso me ha escrito? No me ha dicho nada...».

Si iba a casarse, entonces, ¿por qué le había puesto que se sentía muy solo?

—¿Dónde está? preguntó a su abuelo.

—En el cenador del jardín. ¡El lugar ideal para recibir una propuesta de matrimonio!

—¿Acaba de comprometerse?

—Sí, sí... Y menos mal que no has llegado antes. ¡No habría permitido que su prometido se fijara en ti! Se ha marchado justo a tiempo.

Ignorando el comentario de su abuelo, Hoseok pensó en el coche con el que se había cruzado por el camino. Era un coche negro con las ventanas tintadas. Y en él iba el prometido de su primo.

¿Y quién era él?

No se lo pensaba preguntar a su abuelo.

Tras avisarle de que iba a buscar a Jimin se dirigió al jardín. El senador estaba situado junto al estanque y tenía vistas a los diferentes espacios decorados con estatuas clásicas.

No era un jardín para correr y jugar. El abuelo de Hoseok consideraba poco femenina cualquier actividad al aire libre, excepto los paseos tranquilos por los caminos de gravilla.

Al menos el senador era un lugar permitido, siempre y cuando Hoseok y Jimin llevaran un libro para leer allí. A veces, incluso había permitido que Jimin se llevara sus muñecas y jugara con ellas.

Y solo cuando Jimin se lo había suplicado, el abuelo había permitido que Hoseok también hiciera lo mismo. Hoseok siempre había sido un niño sensible. Y seguía siendo un doncel sensible.

«¡Por favor, que esté contento con el compromiso! Por favor, que su mensaje solo significara que está emocionalmente superado».

—¡Hoseok, has venido! Jimin exclamó al verlo y corrió hacia el.

Se abrazaron y cuando se separaron, Hoseok se fijó en que Jimin había estado llorando.

Y no eran lágrimas de alegría, sino de pena.

Jungkook pisó el acelerador. Estaba en la autopista rumbo a Milán. Quería empezar a mover cosas. No quería retrasos. La boda se celebraría en cuanto estuviera organizada.

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