JUNGKOOK estaba sentado junto al escritorio de su oficina de Milán. Tenía que olvidar la locura que había cometido en Nueva York.
Aquella noche de sexo salvaje con un doncel completamente diferente a los otros con los que había estado. Una noche que todavía lo hacía reaccionar con solo recordarlo.
No obstante, la cordura había ganado y él se había alejado del doncel Y al hacerlo, había soportado lo que no pensaba soportar nunca más.
Su rostro desencajado por la rabia mientras le gritaba todo tipo de acusaciones. Y entretanto, las personas que iban en el ascensor observando la escena avergonzados.
El recuerdo venía de mucho tiempo atrás. Su madre, a quien no le importaba quién viera sus escenas de furia.
Su padre aguantándolo todo, sufriendo, sin hacer nada para parar los numeritos, siempre tratando de tranquilizarla, independientemente de cómo se comportase.
Y él, de niño, acobardado, odiándolo, deseando que su madre parara, que dejara de estar enfadada. Deseando que lo abrazara. Pero nunca lo hizo. Nunca...
Él sintió que la emoción de tiempo atrás se apoderaba de él.
Apretó los dientes. Olvidaría a Jung Hoseok y la desastrosa noche que había pasado con el. Solo le importaba un doncel. El de sus sueños, con el que iba a casarse.
A partir de ese momento, solo habría un doncel para él. Y no era Jung Hoseok.
Hoseok dio un paso atrás y miró la carta de colores. Frunciendo el ceño, retiró uno de los retales que tenía grapados en el y lo reemplazó por otro de los que tenía en la mano.
Así quedaba mejor. Agarró la cámara y sacó varias fotos para enviárselas a su cliente junto a una propuesta detallada.
Le llevaría todo el día terminarlo, pero agradecía el trabajo. Desde que regresó de Nueva York había hecho todo lo posible para no recordar lo que había sucedido allí.
No obstante, cada vez que perdía la concentración el recuerdo aparecía en su cabeza con todo detalle.
Hasta que decidió centrarse en la escena de lo que pasó después.
¡Eso era todo lo que debía permitirse recordar! La terrible mañana que pasó al día siguiente, cuando Jeon Jungkook le demostró lo que la noche había significado para él.
Nada... Menos que nada...
Un error. Eso era lo que le había dicho. Mientras que para el...
Se sentía como si el dolor se hubiera apoderado de el... Un dolor que intentaba no admitir. Un dolor por lo que no había sucedido nunca.
Y que, sin embargo, lo había llenado de nostalgia.
«Despertarme entre sus brazos y verlo sonreír, besándome con ternura en los ojos... Pedir el desayuno en la cama, hacer el amor otra vez... Después, vestirnos y pasear por Central Park, y buscar un lugar donde comer.
Hablaríamos sobre nosotros y nos contaríamos montones de cosas, reiríamos, nos besaríamos... y él me diría lo mucho que se alegraba de haberme encontrado, lo maravillosa que había sido la noche y que yo era un doncel muy especial».
La realidad fue otra.
—Voy a casarme.
Eso era lo que él le había dicho. Había sido la indiferencia que mostraba su tono de voz lo que había hecho que el lo insultara con furia.
Sin duda, había aprendido una lección. Una de las muchas que había aprendido en la vida acerca de no ser querido, o valorado.
Como su padre, que solo quería el dinero de su abuelo y no a la hija que había concebido. Como su madre, que prefería al que fuera su último marido antes que a su hijo, abandonándolo con su abuelo que siempre encontraba fallos en el.
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La promesa
RomansaSu escandalosa afirmación ¡Y la venganza del coreano-italiano! Jung Hoseok necesitó todo su valor para presentarse en la boda de su primo y confesar que después de pasar una noche con Jeon Jungkook, el prometido, llevaba a su hijo en el vientre. El...