SU boca era terciopelo. Terciopelo y seda. Miel y néctar. Él solo podía deleitarse con este doncel. Todo había desaparecido a su alrededor. Todo lo sensato... Toda la vergüenza. Todos los propósitos menos aquel.
Aquello no era lo que pretendía...
«Se suponía que tenía que haber venido suplicando, desesperado, y que yo tenía que hacerle creer que permitiría que hiciera lo que pensaba que le estaba ofreciendo.
Y entonces, cuando llegara el momento y el se ofreciera a mí, lo apartaría de mi lado y le demostraría que no tenía nada que yo deseara.
Le demostraría que no tenía poder sobre mí. Me demostraría que el no tiene poder sobre mí...».
La idea le parecía de broma. El doncel estaba entre sus brazos, con el cuerpo presionado contra el suyo y los labios separados mientras Jungkook lo devoraba.
El deseo que ambos sentían era intenso y desesperado. Un deseo imposible de negar. De vencer...
Jungkook notó sus pezones turgentes y no pudo evitar que su cuerpo reaccionara. El arqueó las caderas y el deseo se desató entre ellos, consumiéndolo todo. Su voluntad, su razón, su conciencia...
Había luchado contra ello toda la tarde, desde el momento en que el entró en la habitación, pero había conseguido contenerse para conseguir su propósito. Para esperar el momento en que terminaría de destruirlo.
Rechazándolo.
Rechazando quién era el y lo que le había hecho a él. Lo que nunca volvería a hacerle.
Lo que estaba haciendo en ese momento...
Jungkook lo tomó en brazos y lo llevó a su habitación. A su cama.
Todo su cuerpo ardía por el. Una potente llama lo consumía por dentro.
La luz se filtraba a través de las persianas. Una luz que cegaba. Hoseok abrió los ojos.
Jungkook estaba allí de pie, mirándolo. Llevaba puesto un albornoz. La barba incipiente en el mentón. Los ojos como granito. Por un momento, continuó mirándolo, sin expresión en sus ojos, en su rostro. Nada.
Entonces, él se volvió y entró en el baño. Después, silencio.
El giró la cabeza. Su corazón comenzó a latir con fuerza, al ritmo de un funeral.
Despacio, se levantó de la cama. Buscó su ropa y se vistió antes de salir del dormitorio. Encontró su bolso y se dirigió a la puerta.
Estaba a punto de salir de otra habitación de hotel. De otro hotel. De otra ciudad. Pero para separarse del mismo hombre.
Una vez más.
Cuando estaba abriendo la puerta, oyó una voz grave que decía:
—No he utilizado protección. No tenía. Hoseok se volvió horrorizado.
Fueron las dos peores semanas de la vida de Hoseok, pero debía esperar para asegurarse de que el test de embarazo sería preciso y no un falso negativo.
¡No podía arriesgarse! No podía arriesgarse a pensar que aquella noche no había terminado de la manera que más temía y después descubrir que no era cierto.
Y nada más ver que no tenía el periodo cuando le correspondía, supo que toda su esperanza había sido en vano. Dos días más tarde, la línea azul del test de embarazo se lo confirmó.
Solo le quedaba una esperanza. La mentira que, de algún modo, había conseguido contarle a Jungkook antes de marcharse.
—No te preocupes. Yo tomo protección.
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La promesa
RomanceSu escandalosa afirmación ¡Y la venganza del coreano-italiano! Jung Hoseok necesitó todo su valor para presentarse en la boda de su primo y confesar que después de pasar una noche con Jeon Jungkook, el prometido, llevaba a su hijo en el vientre. El...