Capítulo XII

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   Cuando la camisa de Paul cayó al suelo, me dediqué a plasmar besos en sus hombros mientras, sujetándolo de la cintura, lo llevaba hasta la mesa.

   —John..., ¿es en serio? ¿Aquí?

   Levanté la mirada para volverlo a besar, esta vez tomándolo de su rostro y sintiendo su barba rasposa debajo de mis manos.

   —¿Qué tiene?

   —No sé... —se encogió de hombros, mirándome—. Pensé que nuestra primera vez después de vernos iba a ser un poco más romántica.

   —¿Pensaste que iba haber una primera vez?

   Se quedó en silencio y después de unos segundos soltó una carcajada pequeña.

   —Bueno, es inevitable cuando estoy contigo... —confesó—. Es lo que quería que pasara.

   —¿Aún después de decirme que no querías serle infiel a Robert?

   Lo miraba de cerca, saboreando sus labios como si nunca los hubiera besado. Y contemplando su rostro como si jamás lo hubiera visto alguna vez, como si sus facciones no estuvieran grabadas en mi memoria...

   Era inevitable el deseo que resurgía cada vez que estaba junto a él.

   Paul pasó sus manos por mi cuello, recostándose en la mesa y besándome nuevamente los labios. Sentí las pulsaciones de mi corazón agitadas.

   —No importa Robert... Yo quiero estar contigo. Olvida lo que te dije, ¿sí? No sé en qué estaba pensando cuando me negué... Me arrepentí tanto...

   Deslicé mis manos por cabello, tocándolo, y luego bajé hasta su mentón. Lo besé.

   —No voy a...

   —Lo sé, lo sé —Paul me interrumpió—. Sé que no vas a dejar el sacerdocio por mí. Y tampoco te estoy pidiendo que lo hagas. Sólo... sólo quiero estar contigo una vez más... Bailar a tu ritmo, hacer lo que tú quieres que yo haga... Estar cómo tú quieras que yo esté, con tal de estar contigo. No podría soportar que te alejes de mí otra vez.

   Era tan vulnerable, tan frágil y tan sensible, tan entregado a mí. No podía resistirme —y no quería— a su pedido.

   Volví a besarlo mientras me apresuraba a desabrochar el cinturón, dándole un sí cómo respuesta. Paul correspondió con fervor, quitando con torpeza los botones de mi camisa negra.

   Desprendió la banda plástica blanca que había alrededor del cuello de mi camisa para poder desvestirme. Cuando mi torso quedó desnudo, Paul paseó sus manos por cintura y fue hacia mi espalda causándome un placentero escalofrío.

   —Sigues siendo irresistible ante mis ojos, Johnny.

   Sus dedos tocaron el crucifijo que tenía colgado en mi cuello.

   —No tienes que quitártelo esta vez...

   Lo tomó y con delicadeza la puso detrás de mi nuca, dejándolo caer a mi espalda. Uní mis labios con los suyos en un beso tosco, torpe y sin una pizca de delicadeza.

   El intercambio de saliva era bárbaro. Y mientras que nuestras manos tocabas nuestros respectivos cabello, comencé a sentir el impulso por continuar.

   Me separé de él, decidiendo olvidar lo que me ataba a negarme ante su ser y accediendo complacido a la voluntad humana que condenaba nuestras almas.

   Me puse de rodillas.

   Llevé mis manos a su cinturón, terminándolo de quitar, y procediendo a bajarlo. Quité sus zapatos y deslicé el pantalón por sus piernas hasta desprendérselo por completo.

Forgive me ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora