Capítulo XIV

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   Cruzamos la puerta trasera de la iglesia y caminamos el pequeño corredor donde, justo en el medio de este, estaba el confesionario.

   El lugar estaba solo, pues la mayoría de los sacerdotes estaban en el culto junto con el resto de la feligresía.

   —Bueno, en realidad esto es sólo un protocolo —le aclaré—. Puedo tomar tu confesión en cualquier otro lugar.

   —Pero yo quiero hacerlo aquí. —Paul se sonrió.

   —Bien.

   El confesionario tenía dos cubículos pequeños separados por una lámina delgada de madera con un par de agujeros. Su interior era bastante oscuro, lo que casi no permitía que los rostros de los confesantes se detallaran mucho.

   Entré, cerrando la puerta a mi espalda, y sentándome inmediatamente. Giré mi rostro para intentar ver hacia la otra cabina, pero seguía vacía.

   La puerta volvió abrirse y Paul asomó su cabeza hacia mí.

   —¿Puedo sentarme aquí contigo?

   —¡No! Quiero decir, se supone que debes sentarte del otro lado...

   Se adentró hacia mi cubículo, cerrando la puerta y tomando asiento a mi lado. Por supuesto el asiento estaba hecho para una sola persona, así que resultó muy incómodo para ambos.

   —Dijiste que era un protocolo, así que... podemos estar aquí juntos.

   Apenas podía detallar las facciones de su rostro. La oscuridad que reinaba en el lugar era, entre tantas cosas, tranquilizadora y pacífica. Había tanto silencio que de pronto parecía que los latidos intensos de mi corazón estaba escuchándose.

   Sentí la mano de Paul en mi mejilla, permitiéndome sentir su calidez. La apartó y me desvió la mirada, para luego juguetear con los dedos de sus manos.

   —En realidad no quiero confesarme... Sólo quería asegurarme de que estabas bien conmigo. Y ayer no quería discutir... Sólo fui a tu oficina para saber si ibas a huir de mí otra vez o si... o si sólo... ibas a seguir conmigo...

   —¿Crees que quiero huir de ti luego de haber estado cinco años sin ti?

   Escuché su risita nerviosa.

   —No lo sé. Eres tan impredecible...

   —Todo lo contrario a ti —le dije—. Sabía exactamente que ibas a venir a buscarme para hablar de eso. Aunque no esperé que fuera pronto.

   —Quería asegurarme de que tú... siguieras hablándome. Ya sabes, como antes... Además, me dijiste ayer que estabas arrepentido de haberme conocido.

   —Lamento haber dicho eso.

   —Ya no importa. Lamento yo... haberte hecho sentir mal... cuando estábamos hablando con Robert en el baño... —explicó—. Es que te juro que no encontré otra alternativa... Con lo que pasó ya es suficiente para que esté más celoso que antes.

   Solté un suspiro, y hubo de pronto un silencio. Podía escuchar la respiración de Paul y sentir su vaho golpear parte de mi rostro.

   —¿Sabes, Paul? De cualquier forma creo que me haces daño... Y lo peor es que no quiero separarme de ti.

   —¿De cualquier forma te hago daño? —preguntó desconcertado, apoyando su cabeza en mi hombro.

   —Sí... Mi salud no estaba bien por tu culpa, pero mejoró gracias a ti.

   —¿Cómo por qué?

   —Porque tu ausencia me lastima y me reanima; tu presencia me enferma y me restablece. Eres mi cura, pero también mi enfermedad.

Forgive me ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora