Capítulo V

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   Me quité los lentes y tallé mis ojos cansados, para luego disponerme a, sentado cómodamente en el escritorio de la oficina, repasar algún pasaje bíblico.

   La misa dominical había terminado. Y cómo no tenía hambre, decidí disfrutar de unos minutos de paz y soledad.

   Abrí mi biblia al azar, deteniéndome en primera de Pedro, capítulo cuatro. Bajé hasta el verso ocho y leí.

   "Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados."

   Dos toques en la puerta me hicieron levantar la mirada.

   —¿Sí?

   Escuché murmullos, luego risitas. Pensando que posiblemente se tratara de algunos niños que estaban jugando, me levanté y me dirigí hacia la puerta para abrirla.

   Lo primero que vi una niña de unos diez años, con el cabello oscuro atado a una coleta y unos ojos iguales a los de Paul. Cuando sonrió noté espacios en su dentadura y uno que otro dientecito que aún no había salido del todo.

   —¿Tú eres John? ¿El amigo religioso de mi papá que se fue por cinco años y dejó a mi papá triste y solo y sin amigos?

   Lo único que pude fue soltar una carcajadita pequeña. Ella se sonrió.

   —Hola, Mary... Y sí, soy John.

   Paul apareció de pronto, riéndose de lo que había dicho su hija. Estaba oculto tras la pared. Y podía asegurar que él le había dicho que dijera aquello.

   Metió las manos en los bolsillos de su jean y nos miramos. La brisa le alborotó el cabello.

   —Hola. —Dijo por fin—. Mary... quería verte... Como no vino esta mañana a la iglesia porque Linda estaba con Johnny, quise traerla.

   Me coloqué en cuclillas frente a ella.

   —¿Te acuerdas de mí?

   Ella pensó durante unos instantes y luego, resignada, miró a su papá.

   —No se parece al de la foto.

   —¿Al de la foto?

   —Es que tiene lentes y el cabello un poco más largo —dijo rápidamente Paul, pasando por encima de mis palabras y dejándome con la curiosidad—. Quítate los lentes, John.

   Carcajeé mientras me los quitaba. A Mary le costó reconocerme, pero lo logró en cuestión de segundos

   —¡Sí! ¡Hola, John! —caminó hacia mí y me abrazó a la cintura—. Mi papá me ha hablado mucho de ti. ¿Por qué te fuiste?

   —Mmh, es que... es que tenía cosas que hacer —le contesté, haciendo que mis dedos caminaran por su cabeza y rostro, logrando sacarle unas carcajaditas.

   —¿Y ya volviste?

   Asentí.

   —¿Vas a irte otra vez?

   —Eso no lo sé.

   Paul caminó hacia mí.

   —¿Podemos hablar, John? ¿Estás ocupado?

   Aún con mis dedos jugueteando sobre el rostro de Mary, y esta aún riéndose por las cosquillas, miré a Paul durante unos segundos.

   —Seguro... Vi a tus padres llegar esta mañana. Me invitaron a almorzar a casa, pero me negué.

   —Ellos te adoran, John, no te hubieses negado.

   Cerré la puerta de la oficina y me encaminé en compañía de ellos hacia la pequeña fuente —que quedaba cerca de la entrada de la iglesia— que tenía una estatua de un ángel y un espacio cómodo alrededor para sentarse.

Forgive me ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora