Capítulo III

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   Avancé por el cementerio sintiendo la brisa fría alborotarme el cabello. Aunque el ambiente era lúgubre y triste, no podía negar que el paisaje era bonito.

   A lo lejos vi a un hombre de estatura media que, gracias a mis lentes, pude reconocer enseguida a medida que me acercaba.

   Richard esbozó una sonrisa amplia en cuanto me vio acercarme, pero poco a poco su semblante se tornó sorpresivo al ver el moretón en mi cara.

   —John, hola... ¿Y ese moretón?

   Nos dimos un abrazo corto mientras que él palmeaba mi espalda.

   —Me caí anoche. —Mentí rápidamente, consciente que de luego tendría que pedirle perdón a Dios. Aún así, sabía que Él entendía—. ¿Cómo estás tú?

   —Bien... Un poco triste. Ya sabes, por lo de Stuart. Anoche estuve rezando para que el Señor lo tenga en su Santa Gloria.

   —Estoy seguro que así será.

   —Vamos, te llevo a la lápida —me dijo, invitándome, mediante un ademán, a avanzar—. ¿No habías hablado más con él?

   —Uh, no...

   Era triste la manera en la que yo me había aislado de Liverpool gracias a la situación con Paul.

   Pero era aún más triste saber que no había podido terminar esa etapa de mi vida de la mejor forma. Paul me odiaba, y eso no era algo que podía perdonarme a mí mismo.

   Richard estuvo hablándome durante el trayecto a la lápida, recordando los viejos —y no tan viejos— tiempo donde junto a Stuart y otros más nos reuníamos algunas tardes en el parque a jugar futbol.

   Recordé, incluso, las veces que Paul curaba mis raspones aunque le insistía que no era necesario. Y las ocasiones en la que peleaba con Stuart.

   —¿Estás llorando por Stuart? Ah, John, lo siento...

   En realidad eran sentimientos compartidos. Por un lado, la muerte de Stuart; por el otro, el odio que Paul me tenía y los recuerdos que habíamos vivido juntos que ahora quedaban enterrados en el pasado.

   «Pero, John... ¿En serio pensaste que ibas a volver y Paul iba a recibirte con los brazos abiertos —pensé—. Por supuesto que no.»

   —Aquí es...

   Nos detuvimos. Se me hundió el estómago al leer su nombre, la fecha de nacimiento y de muerte y un mensaje de despedida, junto a varios ramos de flores.

   —Stu... Lamento no haber hablado contigo, ni haberte llamado. Y gracias por guardar mi secreto... y por haber cumplido lo que prometiste.

   Me coloqué en cuclillas, pasando mi mano por la lápida hasta sentir la textura rocosa y el vacío de las letras grabadas.

   A Richard se le puso la nariz roja. Se persignó y comenzó a rezar, juntando sus manos y teniendo el crucifijo de Cristo enrollando en su muñeca.

   —... Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo...

   La brisa me agitó el cabello y se encargó de secar las lágrimas que habían humedecido mis mejillas.

   —Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...

   Paul vino a mi mente una vez más. Porque no podía negar que todavía tenía sentimientos fuertes por Paul. Y me enojaba. Me molestaba no poder arrancarme su cariño del pecho de una vez por todas.

Forgive me ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora