Capítulo IV

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   En cuanto Malcolm y yo nos sentamos en el sofá, Paul salió de la cocina quitándose un delantal para recibirnos.

   Qué incómodo fue tratar de evadir su mirada mientras saludaba a Malcolm. Luego me lanzó una sonrisita amigable mientras iba a sentarse el lado de Benjamin.

   —¡Johnny! —Paul lo llamó—. ¡Johnny, hijo, ve un momento! ¡Adivina quién vino a verte! Está jugando en el patio con Lucky —nos comentó.

   —¡Ah, me alegro escuchar eso! —Malcolm sonrió—. Significa que está mejor.

   —Bueno, aún a veces le duele el estómago, pero ya no tiene vómitos. Y su apetito aún no ha vuelto del todo. ¡Johnny!

   —¡Ya voy, papá! —lo escuché decir.

   Pronto cruzó la sala desde al puerta trasera junto a Lucky, que estaba batiendo la cola emocionado mientras miraba la pelota azul que el niño tenía en manos.

   Al verme sonrió emocionado y echó a correr hacia donde estaba yo.

   —¡El otro John! ¡Hola, John!

   Se subió a mis piernas bruscamente, envolviendo mi cuello con sus bracito.

   —¡Tu moretón está mejor!

   Y, acto seguido, comenzó a tocarlo bruscamente.

   —¿Duele, eh? ¿Duele? —Se reía.

   —Auch. —Carcajeé—. Sí. Aún duele un poco, pero está mejor.

   —¿Pegaste el dibujo que te di en tu refrigerador?

   —Sí.

   Hizo un gesto incrédulo muy cómico.

   —¿En serio?

   —Sí, lo hice —carcajeé—. Saluda al Padre Malcolm, vamos...

   No se dio cuenta que estaba ahí hasta que le dije. Agitó su mano hacia él.

   —¡Hola!

   —¡Ah, qué gusto que estés ya en casa! —Malcolm alborotó su cabellera—. ¿Te sientes mejor?

   —¡Sí! Pero aún papá me obliga a tomar esas aguas de colores que saben feo y unos jarabes que saben peor.

   —Es suero —comentó Paul, mirándome—. Es de sabores frutales, pero no le gusta ninguno.

   —¡Sabe muy feo!

   —Pero si no comes bien, Johnny, tienes que mantenerte hidratado... Es necesario, hijo.

   —Pero sabe feo.

   Paul se sonrió un poco, al igual que Robert.

   —¿Vas hablar cosas de adultos con mis papás o viniste a jugar conmigo? —me preguntó John.

   Mi corazón se quebró un poco más cuando escuché aquello. "Mis papás". Ahora eran una familia.

   Una aberración para Malcolm, pero una felicidad para ellos.

   Y una tristeza para mí. Por más que quisiera no podía evitarlo, y me molestaba conmigo mismo porque se suponía que no debía sentir nada por él.

   —En realidad...

   —¿¡Por qué no vienes al jardín!? Es lindo y a Lucky le gusta estar allá.

   Miré a Paul, como pidiéndole autorización para aceptar la invitación de su hijo. Él asintió y yo me levanté feliz porque por lo menos iba a estar frente a ellos.

Forgive me ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora