EPÍLOGO

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La tarde se iba apagando lentamente y los pocos rayos de sol que entraban por la ventana daban un toque diferente a la oficina.

No había dicho ni una sola palabra hace un buen rato, es decir, ¿Qué esperaba que le dijera?

Me quedé observándola, sus ojos se veían hinchados, cansada, se nota que estuvo llorando. Se veía tan vulnerable que apenas la reconocía, pocas veces la había visto en ese estado, y fue hace mucho tiempo.

—¿Cómo que no te casaste? —Pregunté al fin levantándome de mi escritorio para acercarme un poco. Ella suspiró bajando la mirada al piso.

—No pude, Paulina... —Dijo finalmente en un susurro —Había algo dentro de mi que me pedía a gritos que no lo hiciera... —Siguió —Y es raro porque hasta hace un tiempo creía que Elena era la mujer de mi vida.

Sus palabras, el tono con el que las decía, todo era tan difícil de procesar.

—¿Y qué pasó? —Intenté ayudarla a continuar, ella no parecía encontrar la forma de hacerlo.

—Luego apareciste, apareciste haciendo dudar de todo lo que había creído por años... —Dijo conteniendo sus lágrimas —La cosa no es solo esa, me di cuenta que no podía casarme con ella... porque la engañé.

En el momento en el que dijo aquello mi corazón dio un vuelco, pero a la misma vez mi estómago se apretaba haciéndome sentir culpable de alguna manera.

—Cometiste un error...

—Sí, lo hice, pero me gustó cometerlo, ese es el verdadero problema, que si la vida me volviera a poner en esa situación aun sabiendo lo que pasaría, aun sabiendo las consecuencias cometería ese error una y otra vez... y quisiera decir que te odio por haberme enamorado de la forma en que lo hiciste pero no es así, te amo... y te estaría mintiendo si te digo que en algún momento dejé de hacerlo, por que no es así.

La miré con sorpresa ante sus palabras, en ese momento no supe qué hacer además de acercarme y abrazarla, sentí como se aferraba a mi espalda sollozando mientras yo trataba de transmitirle al menos algo de seguridad.

—Tranquila... todo va a estar bien... —Aseguré.

—No se que voy a hacer... ni siquiera sé a dónde iré, renuncié a mi trabajo... no puedo volver a los Angeles sabiendo que ella estará allá...

—Lo resolveremos... ¿De acuerdo? —Ella asintió aun sin soltarme — Sabes que me encantaría simplemente salir corriendo de aquí contigo, pero no podemos... tú necesitas espacio, necesitas tiempo para procesar todo, para sanar, por ahora puedo decirte que en cualquiera de los hospitales que tenemos tienes un lugar, y no quiero presumir pero tenemos un gran programa... —Bromeé un poco tratando de aligerar la tensión— sé que Dereck estará más que feliz de recibirte unos días mientras encuentras a donde ir... —Aseguré separandome de ella para tomar sus mejillas, mis pulgares se encargaron de limpiar las lágrimas de sus mejillas cuidadosamente — Por mí no te preocupes... esperaré hasta que estés lista, así podremos ver si lo nuestro funciona ¿De acuerdo? pero no hay que apresurar las cosas...

—Claro... —Asintió yo solo solté sus mejillas y me separé de ella.

Luego de eso se dió la vuelta lista para irse, vi como cerró la puerta de mi oficina detrás de ella dejándome con una mezcla de emociones en el pecho que no podía descifrar del todo, eso hasta que caí en cuenta de algo.

Mierda.

Salí de prisa de mi oficina corriendo tanto como pude hasta que vi la puerta del elevador a punto de cerrarse con Aurie dentro.

—¡Aurie detén el elevador! —Ella levantó la vista antes de poner su mano para detener las puertas.

—¿Paulina? —preguntó confundida cuando me vio llegar frente a ella —¿Qué está...?

𝙄𝙉𝙑𝙄𝙎𝙄𝘽𝙇𝙀 𝙎𝙏𝙍𝙄𝙉𝙂 (ᴘᴀᴜʟɪɴᴀ ᴠɪʟʟᴀʀʀᴇᴀʟ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora