Aurie y yo entramos en la habitación, cerrando la puerta lentamente para no hacer ruido. El silencio de la casa nos envolvía, y a pesar de la emoción de la noche, sentía cómo la intimidad del momento se volvía más palpable. La luz tenue de la luna entraba por la ventana, iluminando suavemente sus rasgos, y no pude evitar sonreír.
Me acerqué a ella con calma, mis manos buscando su rostro. Toqué sus mejillas suavemente, disfrutando de esa cercanía, de sentir su piel contra la mía. Mis ojos se encontraron con los suyos. Suspiré con una pequeña sonrisa, mordiéndome el labio.
—No puedo creer que seas mi novia —dije en un susurro, mirándola a los ojos.
Aurie sonrió y entrelazó sus manos con las mías, tirándome suavemente hacia ella hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados. Sentí su respiración tranquila contra mi rostro, y cerré los ojos por un momento, disfrutando de la calma que me brindaba su cercanía. Luego, sin decir una palabra, me besó. Fue un beso suave, lleno de cariño, uno de esos que me hacía olvidarlo todo.
—Yo tampoco puedo creerlo —respondió Aurie con una risa baja cuando nuestros labios se separaron—. Pero me encanta.
Nuestras frentes se quedaron pegadas por un instante, y compartimos pequeños besos, disfrutando de la calidez entre nosotras. Aurie me envolvió con sus brazos, atrayéndome más a su pecho, y yo simplemente me dejé llevar, apoyando mi cabeza en su hombro.
—Nunca pensé que estaría tan feliz de decir que soy tu novia —dije, sintiendo que mi corazón se aceleraba solo por pronunciar esas palabras—Es decir, ¿Cómo pude pedirle a la imbecil mayor ser mi novia? Que desagradable—Fingí
—Cierra la boca, señorita "Odio a todos y todos me odian a mi" —respondió con una sonrisa traviesa, dándome un beso corto y suave.
Me reí, y ella hizo lo mismo. Nos dejamos caer suavemente en la cama, aún abrazadas, sin necesidad de hablar más. Cada caricia, cada beso, era suficiente. Aurie me sostenía con ternura, y yo acariciaba su cabello.
—Te quiero, tonta... —susurré, perdiéndome en sus ojos.
—Y yo te quiero a ti, mi Pautito —respondió antes de besarme una vez más, esta vez más profundo, más íntimo.
Nos quedamos así, acurrucadas, disfrutando del momento, del simple hecho de que, por fin, éramos novias.
...
El 23 de diciembre llegó y el ambiente en casa ya se sentía más tenso de lo normal. Las luces navideñas adornaban las ventanas, y el aroma de galletas recién horneadas llenaba el aire. Sin embargo, a pesar de la apariencia festiva, yo no podía evitar pensar en lo que se avecinaba: la cena de Nochebuena con mi papá. Sabía que esa noche no sería fácil.
Estaba en mi habitación, distraída con mi teléfono cuando escuché un par de golpes suaves en la puerta. Antes de que pudiera responder, Dany entró con esa mirada de “tenemos que hablar”. Ella cerró la puerta detrás de sí y se cruzó de brazos.
—Pau, necesito hablar contigo —dijo, casi en tono de súplica.
—¿Qué pasa? —pregunté, aunque ya sabía perfectamente a dónde iba todo esto.
—Mañana es la cena de Nochebuena, y... necesito que hagas lo posible por no causar problemas con papá.
Rodé los ojos y dejé el teléfono a un lado. Sabía que esta conversación llegaría en algún momento, pero eso no hacía que fuera menos irritante.
—Dany, no soy yo quien siempre empieza los problemas —protesté—. Sabes perfectamente cómo es él conmigo. Siempre busca la manera de hacerme sentir mal o de decirme algo que sabe que me va a molestar.
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ðððððððœðð ðððððð (áŽáŽáŽÊɪɎᎠᎠɪÊÊáŽÊÊáŽáŽÊ)
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