Mientras el viento aullaba fuera del edificio, una tormenta se desató con fuerza. Los truenos retumbaban en el cielo, iluminando el dormitorio de Katsuki e Izuku con destellos brillantes. Kaizu, que estaba profundamente dormido, se despertó sobresaltado, sus ojos verdes muy abiertos, llenos de confusión y miedo.
Izuku, alerta al primer ruido de la tormenta, rápidamente se levantó de la cama y fue hacia la cuna. Al alzar a su hijo, sintió el pequeño cuerpo temblar entre sus brazos.
—Shh, cariño, estoy aquí. Todo está bien —murmuró Izuku, acariciando suavemente su cabello rubio y ondulado.
Pero Kaizu seguía inquieto, mirando hacia las ventanas donde el relámpago iluminaba la habitación. Sus ojos mostraban una mezcla de miedo y desasosiego.
Katsuki, que había estado despierto y atento a la situación, se levantó de la cama. Notando la angustia de su familia, se acercó a ellos, su instinto protector tomando el control. Se arrodilló junto a Izuku y Kaizu, inhalando profundamente para calmarse y concentrarse.
—Vamos, pequeño —dijo Katsuki, abrazando a ambos con fuerza—. No hay nada que temer. Estamos aquí contigo.
Con su feromona envolviendo el aire, Katsuki dejó que su aroma tranquilizador fluyera, creando un espacio seguro para Izuku y Kaizu. La tensión en los hombros de Izuku comenzó a disminuir, y Kaizu, sintiendo el calor y la seguridad de su padre, se acurrucó más cerca.
—¿Ves? No hay nada de qué preocuparse —dijo Katsuki, mirando a su hijo—. Solo es una tormenta. No puede hacernos daño.
Izuku, sintiendo el apoyo de Katsuki, miró a su pareja con una mezcla de gratitud y amor. Esa sensación de unidad en momentos como este era lo que más valoraba de su relación.
—Gracias, Katsuki —susurró Izuku, sintiendo que su ansiedad se desvanecía poco a poco. Su mirada se encontró con la de Katsuki, y ambos compartieron un momento de entendimiento silencioso.
Finalmente, tras unos minutos, Kaizu comenzó a calmarse. Los temores que había sentido al principio se disiparon lentamente, reemplazados por la calidez de sus padres.
Con el tiempo, la tormenta se volvió más suave, y la habitación quedó envuelta en una calma reparadora. Después de un rato, los tres se acomodaron en la cama, y Kaizu, todavía algo inquieto, se quedó dormido entre sus padres. Katsuki e Izuku, sintiéndose felices de tener a su pequeño en medio de ellos, pronto se quedaron dormidos también.
A la mañana siguiente, sin embargo, la calma se vio interrumpida. Al despertar, Izuku notó que Kaizu estaba un poco más irritable de lo habitual. Durante el desayuno, el pequeño estornudó varias veces, y aunque Izuku intentó calmarse, su ansiedad comenzó a crecer.
—Katsuki, creo que Kaizu podría estar resfriado —dijo, frunciendo el ceño mientras tocaba la frente del bebé—. No tiene fiebre, pero... se siente un poco caliente.
Katsuki, aunque preocupado, trató de ser pragmático.
—Calma, Izuku. Vamos a darle un vistazo. Tal vez solo esté un poco acalorado de la tormenta de anoche —dijo, tocando la frente de Kaizu y sintiendo un ligero calor.
Sin embargo, a medida que avanzaba el día, Kaizu comenzó a mostrar síntomas más claros de su resfriado: tos ligera, algo de congestión y un llanto más frecuente. Izuku estaba en un estado de alerta total, revisando la temperatura de su hijo cada pocos minutos y buscando remedios caseros en su teléfono.
—Katsuki, necesitamos hacer algo. ¿Deberíamos llevarlo al médico? —preguntó, casi en un susurro, sintiendo la ansiedad creciendo en su pecho.
Katsuki, sintiéndose un poco sobrepasado por la preocupación de Izuku, asintió con firmeza.
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Padres primerizos - katsudeku
Science FictionDonde Katsuki e Izuku van a ver lo que realmente es tener un hijo.