La semana había pasado rápidamente y, aunque Izuku intentaba mantenerse positivo, había algo en su interior que le decía que Haruki estaba a punto de llegar. La sensación de movimiento en su barriga se había vuelto más intensa y constante, y había momentos en que las patadas del bebé eran tan fuertes que parecía que iba a salir de un momento a otro.
Esa mañana, mientras Katsuki preparaba el desayuno, Izuku sintió un leve dolor en la parte baja de su abdomen, seguido de una contracción que lo hizo respirar hondo. Se detuvo, tratando de calmarse, pero la sensación regresó con más fuerza. Era hora de decirle a Katsuki.
—Kacchan —llamó, con un tono que atrajo la atención de Katsuki al instante—, creo que es hora de ir al hospital.
Katsuki giró sobre sus talones, su expresión cambiando de despreocupación a alerta inmediata.
—¿Estás seguro? —preguntó, acercándose rápidamente—. ¿Te sientes bien?
Izuku asintió, aunque la preocupación comenzaba a acumularse en su estómago.
—Sí, siento que el bebé está listo para venir.
Sin más preámbulo, Katsuki tomó su abrigo y salió rápidamente de la casa, asegurándose de que Izuku estuviera cómodo en el coche. La velocidad de Katsuki mientras conducía reflejaba la mezcla de emoción y nervios que ambos sentían.
Al llegar al hospital, los médicos los recibieron de inmediato. Izuku se sintió abrumado por el bullicio del lugar, pero Katsuki estuvo a su lado en todo momento, sujetándole la mano y animándole con su mirada firme y protectora.
Después de una rápida evaluación, un doctor se acercó a ellos, con una expresión seria pero amable.
—Izuku, vamos a hacerte algunas pruebas y exámenes, pero parece que el bebé está en posición y listo para salir. Sin embargo, vamos a necesitar realizar una cesárea. —Miró a Izuku a los ojos—. Te colocaremos anestesia, así no sentirás nada durante el procedimiento.
Izuku sintió que su corazón se aceleraba al escuchar la palabra "cesárea", pero Katsuki lo mantuvo tranquilo con un agarre firme en su mano.
—Está bien, solo quiero que todo salga bien —murmuró Izuku, y aunque la ansiedad se mezclaba con la emoción, sabía que estaba en buenas manos.
Katsuki asintió, su expresión transmitía confianza y amor.
—Tú solo concéntrate en el bebé. Yo estoy aquí contigo, siempre.
Izuku respiró hondo, sintiendo que el miedo comenzaba a desvanecerse al escuchar las palabras de Katsuki. Así que, con su mano aún entrelazada con la de su pareja, se preparó para la llegada de Haruki, confiando en que todo iba a salir bien.
En la sala de preparación, Izuku trataba de mantener la calma mientras las enfermeras lo alistaban para la cesárea. Katsuki, vestido con el equipo esterilizado que le proporcionaron, estaba a su lado, sosteniéndole la mano. Su presencia era un ancla para Izuku, que respiraba profundamente para controlar la mezcla de ansiedad y emoción que sentía.
—Kacchan… ¿crees que Haruki estará bien? —preguntó Izuku en un susurro, mientras el médico ajustaba el monitor que mostraba los latidos del bebé.
Katsuki se inclinó hacia él, dejando que su olor tranquilizador llenara el aire entre ellos.
—Claro que estará bien. Es nuestro cachorro, y tú eres el omega más fuerte que existe —respondió con una sonrisa pequeña pero firme, besándole la frente—. Haruki va a ser perfecto.
Izuku dejó escapar una risa nerviosa, reconfortado por las palabras de Katsuki. Poco después, lo llevaron a la sala de operaciones. Katsuki permaneció junto a él, sentado a su lado mientras los médicos comenzaban a trabajar.
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Padres primerizos - katsudeku
Science FictionDonde Katsuki e Izuku van a ver lo que realmente es tener un hijo.