•Capítulo 16: ¿Celos? •

99 13 13
                                    

Paula Beck.

Salgo de la habitación de Sebastian y voy directo a la mía. No entiendo cómo terminé ahí, aunque ya me lo explicó. Lo último que recuerdo de la noche anterior es haber estado en la sala viendo una película porque no podía dormir.

Me moría de vergüenza al recordar que logró escuchar esas palabras que escaparon de mi boca. Pequeño detalle, hablo entre sueños.

Estoy acostumbrada a dormir sola. Jamas esperé que eso fuese un problema. Pero ahora lo sé.

Maldición, seré su burla. Tengo que inventar algo. Hacerle creer que no es lo que él piensa, aunque si lo es. En mi sueño acariciaba cada centímetro de mi piel, me besaba con pasión, me tomaba una vez más y hundía su boca en mi entrepierna.

Me observo en el espejo con mis mejillas encendidas.

—¿Qué te está pasando, Paula?—me pregunto a mí misma—no fue la gran cosa.

¿A quien engaño? Había sido una experiencia inigualable. Recuerdo que el sexo oral me parecía asqueroso cuando mis amigas hablaban de el. Mira que andar colocando  tu boca en quien sabe donde... Pero cuando sentí a Sebastian entre mis piernas, joder, sólo no quería que se detuviera nunca. Y de nuevo ahí estaba el problema, que aunque Aaron me pidió muchas veces que lo intentáramos, la respuesta era un rotundo "no" y con Sebastian sería casi un pecado decirle que no. Todo se daba tan natural.

¡Necesito una ducha urgente!

Seco mi cabello un poco después de salir de la ducha. Me coloco la ropa del día y recuerdo que olvidé mis pantuflas en su habitación. Así que camino descalza hasta llegar a su habitación, donde entro sigilosamente.

No las encuentro a simple vista, así que decido buscar debajo de la cama. Me pongo de rodillas e introduzco mi mano debajo de ella intentando alcanzarla y lo único que siento es una camisa, así que decido sacarla.

La reconozco, es la camisa que estaba usando ayer. Blanca, sencilla, pero con unos botones bastante peculiares.

Llama mi atención la marca roja a penas visible  que está en el cuello de la camisa. Debí suponerlo.

Arrojo la camisa al cesto de ropa sucia y continuo con la búsqueda de mis zapatos.

Intento no darle importancia, pero lo hago. Y lo peor de todo es que no puedo pedir explicaciones, porque esto no es un matrimonio real.

Sebastian es un hombre experimentado, atractivo, era de esperarse que esto sucedería en algún punto de esta farsa. Y no era nuevo, lo habíamos discutido.

Tomo mis zapatos y me pongo de pie.

—¡Wow!—se sorprende Sebastian al verme salir de su habitación.

—Lo siento—titubeo.

—Tus visitas se están haciendo cada vez más constantes—ríe—si ya no quieres que estemos en habitaciones separadas solo tienes que decirlo.

Por más que intento reír, convivir como lo hacemos todo el tiempo, no puedo hacerlo. Y ahí está el maldito problema, que yo no debería de sentirme así.

—Hice el desayuno—comenta—pensé qué tal vez querrías acompañarme...

—Claro—respondo—solo necesito hacer un par de cosas antes.

—Bien... te estaré esperando.

Tomo un respiro cuando se marcha a la cocina y después de unos minutos camino hacia la cocina. En la isla puedo observar algunos hot cakes, jugo de naranja recién exprimido y un poco de fruta picada. No podía faltar su café de todas las mañanas.

"El caos que somos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora