•Capítulo 09: Barreras•

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Sebastian Morelli.

—Y díganme... ¿cómo fue que se conocieron?—pregunta mi abuelo con ilusión frente a nosotros durante la cena.

Prepararon un exquisito corte de carne, acompañado de algunos vegetales.

Noto el nerviosismo de Paula. Ninguno de los dos responde y patea levemente mi rodilla esperando a que dé una explicación.

—Supongo que sólo pasó—respondo—estaba aburrido en casa y salí a bailar con un par de amigos.

—A ti no te gusta bailar, hijo—responde mi abuelo.

Por primera vez, titubeó.

—Hago mi esfuerzo cuando se trata de mujeres, y lo sabes, abuelo—respondo—Tienes razón, no me gusta bailar, pero cuando vi la manera en que esta chica movía las caderas, supe que ella era la indicada. Y desde ese momento decidí jamás dejarla.

Sé lo bochornoso que es para Paula la verdadera historia de cómo nos conocimos. Decidimos que sería un secreto entre los dos. El primero de los tantos que compartimos.

—No puedo creer que por fin hayas decidido ser hombre de una sola mujer—comenta—espero que lo suyo permanezca durante muchos años.

Por lo menos seis meses, abuelo.

—¿Y tú Paula? Cuéntame...—sus ojos recaen en ella—¿Qué fue lo que viste en mi nieto?

Es interesante la pregunta. Me resulta intrigante cómo me percibe mi secretaria.

—Sebastian es un hombre complicado—responde, aclarando su garganta—pero siempre encuentro la manera de que dé su brazo a torcer. Supongo que me atrajo su...—titubea—su cabello.

¿Mi cabello? Habiendo partes mucho más interesantes en mi cuerpo y en mi actitud, ¿se centra en mi cabello?

—Pues a mí me atrajo su redondo cul... —comento.

—¡Hijo! ¡Por Dios!—interviene mi abuelo.

—Su corazón—termino la oración, entre risas.

Las mejillas de Paula están completamente coloradas, el abuelo con cara de susto, y la señora del servicio ríe por lo bajo al servir agua en nuestros vasos de cristal.

Continuamos en la cena, y entre pláticas, el tiempo corre con rapidez.

—Creo que ya es momento de que nos marchemos, abuelo—menciono.

—¿Tan pronto? Creí que se quedarían esta noche aquí, es algo tarde para que se marchen... saben que son más que bienvenidos a quedarse en casa. Por favor, quédense.

—Nos quedamos—decido.

Tengo que ganarme bien a mi abuelo. No puedo fallar.

—Le pediré a Marcela que les prepare la habitación de huéspedes—comenta mi abuelo, con una gran sonrisa en el rostro.

—¿Puedo hablar un poco contigo, mi amor?—comenta Paula, sé que debe de querer matarme. Pero solo será una noche.

Caminamos lejos de la mesa, lo suficiente para que mi abuelo no pudiera escucharnos.

—¿Se puede saber cómo toma esas decisiones sin consultarme?—cuestiona.

—Solo es una noche, Pauli—respondo—nos iremos al amanecer.

—Quiero irme a casa—comenta.

—¿Por qué tanta prisa? No creo que tengas algo más interesante que hacer que pasar una noche con Sebastian Morelli.

"El caos que somos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora