•Capítulo 15: ¿Fue un error?•

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Paula Beck.

Pierdo por completo el sentido de la cordura. Tuvimos suerte en que nadie entrara a ese lugar.

Sebastian arregla mi ropa, acomoda mi cabello con sus dedos y acaricia mi cuello con la punta de sus dedos, trazando un camino hacia mi escote.

—Yo... creo que ya es hora de regresar con los demás—titubeo—deben de estar... preocupados.

Noto la sonrisa que se forma en sus labios.

—Bien...—responde.

Me aparto de él y comienzo a caminar hacia la salida, sin dejar de sentir todo el peso de su mirada en mí.

—¿No vas a venir?—pregunto, en el marco de la puerta.

No responde y simplemente camina a mi encuentro.

Regresamos con el resto de invitados, y me sorprendo cuando Sebastian entrelaza su brazo con el mío. Sé lo que está haciendo y aguanto las ganas de reír.

Debí suponer que así serían las cosas, es envidioso con lo que le pertenece.

El abuelo se acerca hacia nosotros, con una sonrisa y los brazos abiertos.

—¿Dónde estuvieron? Los estaba buscando...

—Explorando algunas maravillas del lugar, abuelo—responde Sebastian.

—Ah, ya lo creo. Este lugar tiene una arquitectura deslumbrante.

La sonrisa de Sebastian se agranda, y le doy un ligero apretón a su brazo.

Durante el resto de la noche seguimos conversando con el abuelo, quien no deja de mencionar lo feliz que está de vernos "tan enamorados", entablamos algunas conversaciones de negocios que son interesantes, pero que de tanto llegan a ser agotadoras.

No voy a negar que siento un poco de nervios. Temo que lo ocurrido cambie por completo las cosas. Si estuviera en mis cinco sentidos lo hubiese rechazado, lo habría alejado de mí y nada hubiese ocurrido. Sin embargo verlo tan enojado, tan consumido por la ira, encendió algo dentro de mí. Algo que jamás había experimentado de tal forma y que me hizo caer ante su hechizo.

Estaba sorprendida de mí misma. Con Aaron los besos eran buenos, no voy a negarlo. Incluso recuerdo el día que Aaron me pidió tener relaciones en los elevadores de la oficina, y fui capaz de poner resistencia. En cambio, con Sebastian no puse ni una sola. Joder, en ningún momento le pedí que se detuviera. Nunca sentí esa necesidad de que Aaron estuviera dentro de mí y me jodía saber que era a Sebastian al que deseaba.

Lo cual iba en contra de lo que siempre quise y lo que sigo buscando: sexo por amor. Porque lo suyo no era amor, era deseo, envidia, posesividad en toda la extensión de la palabra. A él no le gusta perder, sacrifica todo con tal de ganar.

Nos marchamos de la recepción una vez que termina el evento, y siento mi cuerpo tenso. ¿Cómo vamos a poder entablar una conversación después de lo qué pasó?

—Mi padre me llamó—es lo único que puedo decir ante el silencio incómodo que nos acompaña.

—¿Y que dijo?—pregunta, sin despegar su vista del volante.

—Habrá un festival dentro de dos días—menciono—vamos año con año. Y bueno... este no será la excepción.

—¿Un festival?

—Si... ya sabes. Música en vivo, comida, rifas, juegos mecánicos.

Jugueteo con mis dedos. Nos detenemos en la luz roja y siento su mirada en mí. Finjo no darme cuenta, pero sé que lo está haciendo.

"El caos que somos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora