•Capítulo 08: Mi prometida•

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Paula Beck.

A la mañana siguiente no puedo dejar de observar la sortija en mi dedo al estar sentada en mi escritorio. Mis compañeras de oficina comienzan a cuchichear, pero no se atreven a preguntarme qué sucede.

Supongo que creen que se trata de Aaron, por lo cual no hacen un gran espectáculo.

Observo el brillante diamante del anillo, y a pesar de que no tiene un significado, es especial para mí, pues mi jefe por lo menos se tomó el tiempo de elegirlo él mismo.

—¿Cómo que te casas con ese tipo, Paula?—cuestiona Aaron, colocando los puños en mi escritorio.

—Aquí no, Aaron—le digo, bajando la voz.

Mi jefe está detrás de mí en su oficina, atendiendo un negocio importante con un ejecutivo del extranjero. Me pidió que nadie lo molestara y no quería ser la causa de un disturbio.

—¿Y entonces, dónde?—pregunta—si ni siquiera respondes mis llamadas, cuando te busco en casa tus padres niegan que estás ahí, y aquí a duras penas me diriges la palabra. ¿No crees que me merezco una explicación? ¿Cómo es que te perdí tan rápido?

—Nunca pierdes algo que jamás tuviste—respondo—Aaron, tú nunca me quisiste.

Me pongo de pie, apago el monitor de mi computador y tomo mi bolso. Es mi hora de salida, y he terminado mis deberes.

—¿Ahora vas a decidir por mí lo que siento?—dice Aaron.

—Sabes perfecto lo que buscabas de mí.

—¿Y crees que ese tipo no quiere lo mismo?—pregunta, arqueando una ceja—te estás metiendo en la boca del lobo, porque parece que no lo conoces. Todos en esta oficina sabemos como
Sebastian Morelli desecha a las mujeres como un pañuelo. ¿Por qué crees que tú eres la excepción?

Trago duro.

—¿Quieres darme una lección? ¡Está bien! Lo entiendo—continúa—Tengo que cambiar, ser un mejor novio, defenderte, ser paciente, pero Paula... por favor no te cases.

Me toma de la muñeca. No sé en qué momento, pero sus manos rodean mi cintura.

—¿Se puede saber por qué tiene las manos sobre mi prometida?—dice Sebastian, parándose a nuestro lado.

Sorpresivamente, Aaron se mantiene firme.

—Fue mía primero—responde Aaron—no voy a permitir que me la arrebate.

—Le doy tres segundos para que la suelte—advierte mi jefe.

—No lo haré—responde Aaron—la estoy salvando de que se case con un tipo como usted.

—¿Y que pretendes? ¿Qué se case con alguien como tú? Un tipo que no tiene nada que ofrecerle...

—Le ofrezco amor—responde.

—Pues se lo demostraste muy tarde, campeón. Paula será mi esposa y nadie va a cambiar eso, ¿te queda claro? Tuviste tu oportunidad y la desaprovechaste. Ahora es mía y no voy a dejarla ir. Jamás. ¿Entendiste? ¿Entendieron todos?—dice, clavando su vista en todos los empleados que ven el espectáculo—Paula Beck es mi prometida—dice, levantando la voz—y nos casaremos en tres días. Ahora, ¡todos a trabajar si no quieren perder su empleo! Y en cuanto a ti, Aaron, serás transferido al edificio de mi padre. No te quiero más por aquí. No te quiero cerca de mi esposa.

"El caos que somos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora