La pequeña finca en el patio trasero de la casa de los Bakugo iba tomando forma. Después de semanas de arreglos y trabajo, ya parecía un hogar. Las paredes habían sido pintadas de un color cálido, y entre Hanami y Mitsuki habían decorado el interior con detalles simples pero acogedores. Aunque modesta, la finca tenía todo lo necesario para que ambos comenzaran esta vida juntos.
Bakugo y Hanami llevaban poco tiempo de casados, pero cada día era una prueba de adaptación y paciencia. Aún estaban aprendiendo a convivir y a sobrellevar las responsabilidades que venían con la idea de ser padres tan jóvenes. Para ayudar con los gastos, Bakugo había conseguido un trabajo de medio tiempo en una tienda de electrodomésticos, y aunque no era el trabajo de sus sueños, servía para ayudar a cubrir las necesidades de su nueva vida.
Aquel día, Bakugo llegó a la finca con el ceño fruncido, visiblemente molesto. Desde que salió del trabajo, su humor había ido de mal en peor. Algunos compañeros se habían burlado de él por estar casado y por trabajar medio tiempo, y su orgullo estaba herido. No le gustaba que lo menospreciaran, y el simple hecho de pensar en ello hacía que su ira creciera. Al abrir la puerta, lanzó su mochila en el suelo con fuerza, haciéndola chocar contra la pared.
Hanami, que estaba en la cocina preparando algo para cenar, se sobresaltó al escuchar el golpe.
─¿Bakugo? ¿Estás bien? ─preguntó, asomándose para verlo con preocupación.
Bakugo la miró de reojo, visiblemente molesto. Sus manos estaban apretadas en puños y su mirada estaba cargada de frustración.
─¿Por qué preguntas cosas obvias? ¿No ves cómo estoy? ─respondió de mala gana, su voz dura y cortante.
Hanami retrocedió un paso, sorprendida por su tono. Aunque sabía que él tenía su carácter y que a veces le costaba controlar sus emociones, no estaba acostumbrada a que le hablara de esa manera, y menos ahora que estaban viviendo juntos.
─Solo quería saber si te había pasado algo ─respondió, su voz suave pero con un dejo de molestia─. No tienes que hablarme así, Bakugo.
Él bufó, pasando una mano por su cabello con irritación.
─¡¿Sabes cuánta presión tengo encima?! ¡No es tan fácil como tú crees, Hanami! ─exclamó, su tono elevado mientras caminaba de un lado a otro de la pequeña sala─. Estar ahí, soportando a idiotas que piensan que soy un perdedor solo porque estoy… aquí contigo, porque tengo que trabajar en un trabajo estúpido para mantener esto.
Las palabras de Bakugo cayeron sobre Hanami como un balde de agua fría. Su expresión cambió, y una tristeza profunda apareció en sus ojos al escuchar lo que decía. Sabía que la situación era difícil para ambos, pero nunca había imaginado que él la vería como un peso en su vida.
─Yo… yo no te estoy pidiendo que te quedes si no quieres, Bakugo ─murmuró con voz temblorosa─. Pensé que estábamos en esto juntos.
Bakugo la miró y por un instante pareció darse cuenta del impacto de sus palabras. Su respiración aún era agitada, pero algo en su expresión se suavizó al ver la tristeza en el rostro de Hanami. A pesar de su temperamento, no había querido hacerle daño; las palabras simplemente salieron en un momento de frustración.