El sol de la mañana se filtraba por las cortinas de la pequeña casa de Hanami y Bakugo, iluminando el espacio acogedor que ambos habían aprendido a llamar hogar. Hanami se levantó con un poco de esfuerzo, su vientre ya empezaba a notarse más, y con él, los cambios de su cuerpo y su energía.
Bakugo ya estaba en la cocina, preparando el desayuno. Había comenzado a despertarse más temprano para poder ayudarla con las tareas y asegurarse de que ella comiera bien antes de ir a la escuela. A veces le costaba admitirlo, pero la idea de ser padre lo emocionaba, aunque a ratos también le aterraba. Sin embargo, cada día intentaba ser más atento y ayudar a su esposa en lo que podía.
—Buenos días, dormilona —dijo Bakugo, dándole una sonrisa que solo él le mostraba a ella.
—Buenos días… —respondió Hanami, aún adormilada mientras se acercaba a él y le daba un beso en la mejilla.
Bakugo terminó de servir el desayuno y colocó un plato de frutas frescas frente a ella, junto a una porción de tostadas y huevos revueltos.
—Hoy toca desayuno saludable —dijo, alzando una ceja—. Necesitas las vitaminas.
Hanami miró el plato, riendo suavemente. Sabía que Bakugo trataba de cuidar cada detalle, aunque a veces él intentara disimular lo mucho que le importaba. Tomó una uva del plato y la masticó mientras lo miraba con ternura.
—¿Te he dicho que eres increíble? —murmuró Hanami, con una sonrisa.
—Lo sé, lo sé. Pero también quiero que te cuides, así que no hagas mucho esfuerzo en la escuela hoy. Y si alguien se atreve a decir algo, ya sabes que me lo dices —respondió él, cruzándose de brazos y con el tono protector que a veces le salía sin pensar.
Hanami asintió y, después de desayunar, ambos se prepararon para ir a la escuela. Al llegar, los pasillos estaban llenos de estudiantes y, como ya era costumbre, algunas miradas se dirigían hacia ellos. Aunque los rumores y comentarios sobre el embarazo no habían cesado, Bakugo siempre estaba a su lado, como una barrera entre Hanami y el resto de las miradas curiosas.
Durante las clases, Bakugo mantuvo su actitud firme y desafiante, lanzando miradas severas a cualquiera que se atreviera a murmurar sobre Hanami. Sabía que ella intentaba no prestarles atención, pero también entendía lo difícil que podía ser, especialmente cuando algunos chicos no se molestaban en ocultar sus comentarios.
Al final del día, Bakugo esperó a que Hanami guardara sus cosas en su casillero, notando que ella parecía un poco más cansada de lo usual.
—¿Todo bien? —preguntó, apoyándose junto a ella.
—Sí… solo ha sido un día largo —respondió, suspirando mientras cerraba su casillero.
Bakugo tomó su mano y la apretó suavemente, dándole un pequeño impulso de apoyo.
—Vamos, ya es hora de volver a casa. Puedes descansar y yo me encargo de la cena.
El camino de regreso fue silencioso, pero cómodo. Hanami se aferró a su brazo, dejando que la tranquilidad del momento la relajara. Una vez en casa, Bakugo cumplió su promesa. Mientras ella se recostaba en el sofá, él preparaba una cena ligera y nutritiva, recordando los consejos que había estado leyendo sobre la alimentación durante el embarazo.