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Después de dos años de relación, Pablo y yo nos entendemos casi sin palabras. Nos conocimos en uno de esos eventos del Barça, yo había acompañado a Fermín, y fue como si, entre tantas miradas cruzadas y sonrisas compartidas, el universo nos hubiera dicho: "Ahí está". Y desde entonces, no hemos dejado de querernos, pelearnos y reconciliarnos mil veces.
Hoy es uno de esos días especiales: nuestro aniversario de dos años. Pablo quiso organizar algo sencillo pero especial en casa de Ferran, nuestro amigo bromista y eterno planificador de reuniones, acompañado de Sira, mi mejor amiga y cómplice en todas las locuras. Al entrar en casa, Ferran, con su clásica sonrisa de "yo sé más de lo que cuento", me guiña el ojo y me susurra:
—Val, hoy le tocaré las narices a Pablo más que nunca. No hay día que disfrute más que cuando lo hago rabiar.
Y Pablo, que siempre reacciona a las provocaciones de Ferran, le responde con una carcajada mientras le lanza un cojín. Es increíble cómo la competencia y el humor unen tanto a estos dos. Pedri, que también está ahí y es el mejor amigo de ambos, no puede dejar pasar la oportunidad de burlarse de la situación:
—Vamos, chicos. Si siguen peleando, Valeria y yo nos vamos a quedar con toda la comida.
Entre risas, Sira me toma del brazo y me lleva a un lado, como si quisiera contarme un secreto.
—Vale, ¿te imaginabas hace dos años que ibas a aguantar tanto a este cabezón? —me pregunta, con una sonrisa que me hace recordar lo afortunada que soy de tener una amiga como ella.
Mientras todos charlamos, Pablo se acerca, me rodea la cintura y me da un beso en la mejilla, algo tan sencillo, pero que me hace sonreír al instante. Lo miro a los ojos y, aunque sé que es un poco vergonzoso para él que lo diga delante de todos, no puedo evitar decirle en broma:
—Gaviota, ¿acaso te pones tan romántico solo porque estamos frente a tus amigos?
Él se ríe, medio avergonzado, y suelta:
—No digas eso, Val, que luego ellos piensan que soy un blando.
Toda la plantilla del Barça, los amigos de siempre, se ríen y siguen lanzando bromas, pero es en ese momento en que, entre bromas y chistes, siento que estoy donde debería estar, con las personas correctas, y especialmente con él.
La noche avanza y, mientras nos perdemos en nuestras propias conversaciones y chistes, Ferran nos propone salir un rato para ver el cielo nocturno. Pablo y yo nos tomamos de la mano y nos alejamos un poco del grupo, hablando de nuestros planes para el futuro, de los partidos que se acercan y de los viajes que queremos hacer juntos.
Pero entonces, en medio de esa conversación, él se distrae, recibe un mensaje y sonríe, aunque trata de disimular. No le doy mucha importancia, hasta que, justo cuando estamos volviendo con los chicos, menciona que ha quedado de verse con unos amigos que le habían presentado a alguien especial, Ana Pelayo.