capitulo 25

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Te juro que si me los encuentro, voy a matarles... - Bebía de su Whisky, un shot entero que
le hizo arrugar el rostro por lo fuerte que estaba. Ya llevaba cuatro, y a pesar de eso no se le
acostumbraba la lengua.

Tom por su parte bebía Vodka, apenas llevaba dos y dos cervezas oscuras. Se sentía un poco
mareado, pero estaba en el punto perfecto para ser más platicador y estar de buen humor.

Habían decidido pasar el día en un bar en que le dijo, solía visitar cada semana con Andreas y
Emma. Tom aceptó enseguida porque le gustaba saber de su vida, pero no sabía que iba a
estar así de estresado, por lo incómodo que sería encontrárselos allí.

- Si nos los encontramos... hum... les invitamos a bailar y ya. Aquí nadie va a matar a nadie. -
Se rió Tom, ante la sonrisa amorfa que le puso Bill, en la que sus ojos se apretaron por el tic
ese que tenía, pero además se hicieron blancos por la falta de control que tenían cuando
estaban borrachos.

- Jooo... déjame tener mis fantasías... - Le quitó la cerveza de las manos, y le bebió ante los
ojos atentos de Tom.

- Ven, ¿bailamos? - Negó, volviendo a beber de la cerveza. - Buah, esto sabe bien...
Tom se rió.

- Te lo dije. - Bill asintió, bebiendo sólo un sorbito más antes de tendérsela de regreso. - Oh,
no, toda tuya.

- ¿Enserio? - Asintió, y la sonrisa amorfa de Bill fue suficiente para Tom, que lo vio beber
otro sorbo, grande. - No bailo contigo porque... tengo que estar alerta.
- Jope, ¿alerta de qué? - Sus delgados dedos cogieron un poco de cacahuetes que habían pedido para el centro de la mesa, y los comió al tiempo que observaba todo el lugar. - Ellos
no van a venir, Bill, venga ya...
Los ojos del aludido volvieron a los de Tom, y lo analizaron un poco antes de llevar la boquilla de la cerveza a sus labios y beber de un trago todo lo que quedaba, teniendo que
inflar los mofletes para que cupiera y así poder tragar sin que doliera. Después pasó su mirada por el suelo, deteniéndose en la puerta, y finalmente volvió a Tom.

- Tienes razón... no van a venir... - Cogió más cacahuetes y los comió. - Vamos a bailar.

Se levantaron los dos y bailaron al ritmo de música que apenas conocían, pero siendo de los pocos que se habían levantado a moverse, tenían mucho espacio y a pesar de ello lograban chocar con otras personas, riéndose con ellas, pero apretujándose más entre ellos, rosando sus cuerpos, sonriéndose y hablándose al oído cuando necesitaban hacerlo.

Ver a Tom así de contento le daba un sabor melancólico; movía sus manos y brazos, sonreía y
cuando se sabía la canción, cantaba fuerte, haciéndolo carcajearse. Le habría gustado ser así
de guapo al bailar, pero ciertamente le daba vergüenza, no sabía moverse, no sabía ser seguro
de sus movimientos ni de su ritmo, mucho menos cuando se trataba de hacerlo frente a más
personas. Pero Tom lo cogía de las manos y lo agitaba, haciéndole sentir cosquillitas en la
barriga.

- Hummg... Tom... - Reposó sus brazos en los hombros del mayor, y acercó los labios a su
oído. - Tengo un porrito de hierba, ¿nos lo fumamos?

Tom se rió, posando ambas manos en la cintura de Bill, sintiendo sus huesos prominentes, en
los que recargó el mayor peso de las manos.

- ¿Aquí?

- No... salgamos, ¿sí?... - Asintió, a lo que el menor se separó rápido y fue a su mesa a por su
cárdigan y después volvió, cogiéndole la mano para sacarlo del bar.
El frío se apoderó de sus huesos, y el recorrido de vuelta al auto les hizo reír por lo mal que
ya caminaban, y por lo mareados que estaban.

A pesar de eso se las apañaron para regresar a la habitación que habían rentado, al no tener
ánimos de seguir la fiesta en ámbito social. Compraron una botella de vino tinto y se dispusieron a beber de ella una vez llegaron al calorcito de la habitación.

- Buah... joder... - Se rió Tom, al intentar levantarse de la cama, pero tener que abrir los
brazos para equilibrarse. -Ya estoy muy ebrio...

- No me digas... - Se burló el menor, largando un trago desde la boquilla de la botella.

Suspiró gustoso, y luego la puso entre sus rodillas, para sacar el porrito y encenderlo. - Ven a
fumar...

Tom se dio le vuelta, viendo cómo mantenía el humo en la boca, y segundos después lo
soltaba con un soplidito audible.
- Oh, no... creo que ya no puedo más... - Fue a por un vaso con agua, y después regresó,
caminando muy lento.

Antes de sentarse en la cama le dio unos sorbitos pequeños, y le ofreció un poco a Bill, pero
este se negó, apretando las cejas.
- No, gracias... - Y se dispuso a darle otra calada, encendiendo la punta del cigarro en un rojo
vivo.

Le hizo toser al tragarse el humo, y Tom entonces se sentó, queriendo reírse, pero sintiéndose
lo suficientemente estúpido y ebrio como para hacerlo.

- Cuidado...

- Jooo humg... - Le pasó el cigarro. Tom volvió a negarse. - Veeeenga, un toquecito pequeño Los ojitos de Bill estaban pequeñitos y rojos, su sonrisa era medio amorfa, pero le hacía verse mucho más pequeño e inocente, por lo que se sintió sonreír, y esto hizo que sus impulsos
cedieran y cogiera el porrito, para darle una calada profesional en la que, a los pocos
segundos, sacó todo el humo con fuerza, creando una nube espesa que Bill disipó con su
mano, riéndose fuerte.

Tom le dio una última calada antes de regresárselo, pero Bill no lo cogió.
- Qué guapote eres cuando fumas... a ver, otra vez... - Tom se carcajeó y negó, insistiendo en
darle el porrito, que esta vez, sí agarró con sus dedos y le dio un toque pequeñito.

- No digas gilipolleces, que me las creo. – Bill se encogió de hombros, como quitándole
importancia.

- No es como que te ves al espejo y te encuentres feo. Imposible. – Añadió, como comentario
al aire que sólo hizo a Tom sentir un hormigueo en la barriga, y mirarlo en busca de
complicidad.

Pero encontrando que realmente no lo había dicho con intenciones de hacerlo sentir así,
aunque imposible no hacerlo, con el tiempo que llevaba ya buscándole el hilo para jalar de
allí y terminar por sentir lo mismo por él.

- Bueno, si tú te encuentras feo, con lo bonito que eres.
Ahora sí que lo miró, apretando los ojos, como enojado, pero luego levantó las cejas, y una
sonrisita burlona se le pintó en el semblante.

- Jo-der, Tom...

- ¿Qué?, si a mí tú me gustas y te lo he dicho muchas veces, no es para que te sorprendas. –
Bill negó, dándole un toque a su cigarrillo, pero prefiriendo apagarlo y sacar el humo, para
proceder a beber de la botella de vino, cerrando los ojos y suspirando gustoso.

- ¿En serio te gusto? – Tom puso un semblante mucho más serio, y su forma de mirarlo, a
pesar de estar ebrio y un poco fumado, intentó ser lo más honesta que podía.

Ya había superado el miedo de sentir que le quería por sólo ver su Instagram, sus fotos tan
guapeto con su maquillaje, su forma de ser tan enfadosa y sencilla. Conocerlo en persona no
había hecho más que confirmar que sí, sentía cosas bonitas por él, como no las había sentido
por nadie más en toda su jodida vida.
- Tío, si ya te lo he dicho como un millón de veces. – Bill se carcajeó, asintiendo, porque era
verdad.

Lo que sentía él por dentro era terror, porque su única relación, si es que así podía nombrarla,
había sido basada en puras mentiras; cada vez que Vincent le decía que le quería, era cuando
se encontraba desnudo, sometido en una cama ante un móvil que guardaba testimonio de que
había sido todo, menos un niño responsable y maduro, que había creído que el amor se
basaba en dolor por aceptación.

𝑹𝒐𝒕𝒐 🥀. "𝐿𝑖𝑎𝑛𝑠𝑎𝑣𝑖𝑜𝑟" 𝒕𝒐𝒍𝒍 .Donde viven las historias. Descúbrelo ahora