Carl y Adelaide

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En el barrio Casagrande, todo era emoción,

Carl y Adelaide jugaban sin preocupación.

Las risas volaban en la plaza central,

mientras el Día de Muertos hacía su ritual.


Carl, siempre travieso, un plan ideó,

una ofrenda gigante, que a todos asombró.

Adelaide, alegre, lo quiso ayudar,

con flores de cempasúchil y velas de altar.


La Catrina los vio, con ojos brillantes,

"¡Qué niños tan listos y tan desafiantes!

Vengo por sus risas, su dulce amistad,

pero hoy siento amor, no solo maldad."


Carl, decidido, sacó su disfraz,

de charro valiente, con gran compás.

"¡Oh, Catrina bonita, no nos asustes más,

te ofrecemos un show que no olvidarás!"


Adelaide sonrió, con su magia infantil,

"Con juegos y cuentos, ¡te haré reír mil!"

La calaca intrigada se sentó a mirar,

y los niños, unidos, empezaron a actuar.


Con cuentos y bromas, hicieron reír,

a la muerte que vino con ganas de ir.

Carl bailó al ritmo de una canción loca,

mientras Adelaide cantaba con voz que provoca.


"Ustedes dos tienen un don especial,"

dijo la Catrina con risa ancestral.

"Hoy me han ganado, ¡no puedo llevar

a niños tan puros con tanto que dar!"


Así, en la noche de muertos brillante,

Cardelaide triunfó, con su amor constante.

La muerte se fue, con sonrisa encantada,

y los niños siguieron su fiesta animada.


Bajo las estrellas, el amor infantil,

de Carl y Adelaide, dulce y sutil.

En cada ofrenda, se escuchan canciones,

de amigos sinceros, de nobles corazones.

The Loud House - Especial Día de muertosWhere stories live. Discover now