73. TRATANDO DE MANTENER LA LUZ

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Estoy con Noah en la clínica. Los rostros que me rodean están marcados por el dolor; aunque ya no hay lágrimas, puedo ver en sus miradas que el agotación ha suplantado al llanto. Hoy escucho más recriminaciones hacia Noah de las habituales; la familia de Mía es mucho más sensible, y aunque sé que están sufriendo, su reacción es injusta para con mi primo.

—Sé que me odian, eso es algo claro —escucho que por primera vez les contesta Noah—, pero no me importa; pueden insultarme todo lo que quieran si eso los hace sentir mejor. Tengo la conciencia tranquila, la seguridad de que fue feliz durante todo el tiempo que compartimos.

—No te culpamos del cáncer, pero nos quitaste el tiempo con ella —dice el padre, con su acostumbrada mirada de odio.

—No me disculparé por amarla y formar nuestra propia familia. Pero tal vez deberían dejar de pensar un poco en ustedes y más en lo que quería Mía.

—¡¿Cómo te atreves?! —explota el padre, alzando la voz.

—Oh, por todos los cielos, cállate, Leonel. Si aquí hay un culpable, eres tú —estalla la madre de Mía—; si no la hubieras presionado tanto, si no hubieras peleado tanto con ella y aceptado sus decisiones como las de la mujer adulta que es, no nos habríamos perdido los últimos años de su vida.

La mujer se levanta con rapidez de la silla en la que estaba sentada junto a su hija y, sin mirar a su marido, sale de la habitación tan rápido como puede, casi azotando la puerta. El hombre la sigue, y quedamos todos en silencio por un momento, escuchando, sin poder evitarlo, una acalorada discusión que se desarrolla en el pasillo. Aunque el suceso no duró mucho, gracias a un miembro de la clínica que los llamó al orden, fue un momento incómodo.

Un rato después aprovecho para ir a la máquina expendedora y llamar a la oficina. Hablo con mi asistente, quien me informa de los principales sucesos en la empresa, pero me aconseja ver las noticias; Dice que hubo un atentado. Tras colgar la llamada, entro a internet y verifico de qué me habla Lissa. Un atentado se presentó esta mañana en una de nuestras fábricas, pero todo parece ser solo una advertencia.

Le marco a Alexander, pero no me contesta, así que hablo con mi padre y me pongo al día con la situación. Ahora las cosas se empezarán a calentar de verdad. Espero que Alexander esté preparado para todo lo que se avecina, pues por más que quiero ayudarle, no puedo. Problemas, problemas, problemas... no veo nada más en el futuro inmediato, así que, apenas pueda, tomaré a mi mujer entre mis brazos para recargar energías y sentir que, en algún punto en el futuro, hay una luz. Ella es mi luz.

Hay otra persona por la cual debo preocuparme y mantener positiva: mi madre.

—Hola, bebé —sonrío al escuchar esas palabras—. ¿Cómo están Noah y la bebé?

—Las noticias están empeorando, madre —le cuento a grandes rasgos lo que sucede, y obviamente está muy afectada—, pero vamos a superar esto; Debemos hacerlo por las nuevas generaciones.

—Tienes razón, por la pequeña Elizabeth —dice mamá.

—Y por tu nieto o nietos que están en camino —el silencio fue breve.

—¿Voy a ser abuela? ¿Sofía está embarazada? —Aunque son dos preguntas, la última suena animada y ahora sé que eso le dará la fuerza suficiente para afrontar lo que viene, sobre todo después del grito de alegría que me obliga a alejar el celular de mi oreja.

Noah, por su parte, no ha tenido tiempo ni cabeza para estar con la pequeña Elizabeth, y lo entiendo; Incluso Sofía dice que es comprensible.

—Él sabe que su hija está a salvo —dice acercándose a mí y abrazándome.

No puedo escaparme por mucho tiempo; No quiero que Noah se pierda en la bebida o sobrerreacción ante alguna provocación de la familia de Mía. Aunque, si soy sincero, pareciera que quien tiene más posibilidades de sobrerreaccionar soy yo.

—Quisiera quedarme más con ustedes —contesto mientras le devuelvo el abrazo—, pero solo pude escaparme para darme un baño y cambiarme.

—No te preocupes —nos damos un beso antes de meterme a bañar.

Me arreglo tan rápido como puedo, pero, para mi sorpresa, al volver a la habitación, Sophía está con cara de enojo mirando el celular.

— ¿Qué pasa? —pregunto mientras organizo los puños de mi camisa.

—Isabella no me responde, y no es habitual en ella demorarse tanto —su rostro serio me causa gracia; Creo que sí es un poco como yo.

—Espera, le marco a Alexander —tomo el celular, pero tampoco responde—. Deben estar escapadas en algún tipo de cita.

Para mi mala fortuna, Sofía segue con el celular en la mano y le aparece la noticia del atentado. La calmo, por ella y la salud de nuestro bebé.

—Si algo malo le hubiera pasado a Isabella, ya lo sabría. Posiblemente estén en algún tipo de refugio de protección o algo así, y no deben tener señal. Es lo normal en estas situaciones.

Me mira no muy convencida, pero acepta mi explicación.

—Por favor, dile que me llame, así me sentiré más tranquila.

—Lo prometo —contesto.

Desafortunadamente, el mal presentimiento de Sophía se confirma casi al anochecer. Isabella ha sido secuestrada, y Alexander ya cerró el trato con Richard... oficialmente, una vez que termine el asunto con los Williams, seré un soldado para Richard.

Le daré un día a Alexander para recuperar a su mujer; Si no, tendré problemas con la mía.

—Esta noche llega el abuelo, así que no estarás tan sola con la pequeña —digo, sabiendo que el abuelo querrá repartir su tiempo entre Noah y la bebé e indudablemente mantendrá entretenida a Sophía.

—Me alegra que por fin él pueda venir, aunque tengo una duda y espero no ser muy indiscreta al preguntar —la miro con curiosidad, aunque podría imaginar un par de preguntas lógicas que me sorprende que aún no haga.

—Dime.

— ¿Dónde están los padres de Noah? ¿Por qué no están aquí?

—No estoy seguro del motivo de la demora. Pero deberías estar aquí desde hace rato —beso a Sophía y acaricio con suavidad el rostro de la pequeña antes de salir.


NOTA DE AUTOR

Chicos....ya casi llega el final ¿Cómo creen que vamos hasta el momento?



EL CALOR DE SU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora