8. ENTREGANDO MALAS NOTICIAS

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Su rostro muestra sorpresa y sus labios se abren, aparentemente para replicar, pero en el último momento los vuelve a cerrar. A pesar del gran parecido físico que tiene con su hermana menor, Sophia no irradia esa aura de inocencia que caracteriza a Isabella. Los oficiales se acercan para ayudar con el hombre que tengo aprisionado bajo mi peso, así que me hago a un lado. No estoy seguro, pero creo que esta mujer sabe que no nos conviene hablar delante de las autoridades.

—Es algo muy peligroso lo que acaba de hacer, señor —dice uno de los oficiales al llegar hasta nosotros—, aun así, fue muy valiente.

—Gracias —respondo educadamente al uniformado.

La verdad es que esperaba que el sujeto presentara más resistencia para aliviar un poco mi carga, pero ni modo. Al levantarme, le ofrezco la mano a Sophia para que pueda hacerlo más fácilmente también.

—Señores oficiales, por favor, déjenlo sobre esa camilla. Lo atenderé rápidamente para que ustedes puedan proseguir con su trabajo.

Observo curioso al darme cuenta de que les pasa lo mismo que a mí. Ese tono de voz firme, mezclado con la seriedad de ese hermoso rostro, transmite la certeza de que ella sabe lo que hace, y que hacer lo que pide es lo correcto. Los dos le regalan una sonrisa coqueta a Sophia, revelando el fuerte impacto positivo que acaba de dejar en ellos, luego pasan con el hombre, completamente desfallecido, hacia la camilla que ella les acaba de señalar.

—Necesitamos hablar, pero no puedo en este momento. Pasa más tarde —dice antes de dirigirse hacia la camilla, sin esperar mi respuesta.

Sonrío levemente al ver que lo ha vuelto a hacer. Uno de los médicos se acerca a ella, pone su mano sobre uno de sus hombros de forma amigable y le dice algo. No alcanzo a escuchar lo que le dice, pero no me agrada esa confianza entre ellos. Salgo del lugar más ofuscado que hace unos minutos, y no estoy seguro del motivo.

"Deja de perder el tiempo en tonterías", me digo una vez en el vehículo, rumbo a la casa del abuelo, para finalmente hablar con Isabella. "Debo centrarme, tengo demasiado que hacer." Vuelvo a hundir el pie en el acelerador, llevando mi música a todo volumen.

Por fin veo ante mí la imponente entrada de la casa del abuelo, y al aparcar el carro, respiro profundo antes de bajarme para intentar prepararme mentalmente y dar la noticia.

—Señor Sebastián, dígame por favor que el señor Alexander está bien.

La señora Emma me mira con preocupación, con los ojos llenos de lágrimas.

—Estará bien, señora Emma, Alexander es fuerte.

Tomo las arrugadas manos de la mujer entre las mías.

—Usted mejor que nadie sabe lo problemático que puede llegar a ser, así que estará bien.

La miro con afecto, pues la conozco desde niño y no fueron pocas las veces en que tuvo que ser mi enfermera a escondidas de mamá para que no me regañaran.

—Prometo mantenerlas informadas, no se preocupe.

Tras calmar a la nerviosa mujer y dejarla en la cocina con un té y unas gotas de valeriana, finalmente hago mi entrada a la sala donde me esperan Isabella y, según me informaron en la cocina, Chloe. Me sorprendo un poco al encontrar a Isabella acurrucada en el mueble con la cabeza sobre las piernas de su amiga, quien la consiente como si fuera una niña pequeña. En cuanto se percata de mi presencia, llega rápidamente hasta donde estoy.

No ha dicho nada aún, y ya estoy convencido de que sus sentimientos por Alexander son reales. Sea lo que sea que esté pasando aquí, esta mujer no tiene nada que ver con eso, al menos no de manera consciente. No es posible fingir el miedo, la ansiedad y todo el dolor emocional que esos ojos enrojecidos demuestran.

Las lágrimas escapan de sus ojos y habla con dificultad, casi gritando.

—Dime que está bien, por todos los santos.

Su mirada me recorre, y entonces caigo en cuenta de que mi ropa tiene manchas de sangre. No pensé en cambiarme antes. Ya no tengo opción, así que hablo.

—Sufrió un atentado cuando llegaba a una de las bodegas del sur para cumplir una cita.

Definitivamente me falta tacto, pues apenas termino de hablar, debo acercarme rápidamente a ella para evitar que caiga al suelo y se lastime. Su amiga llega inmediatamente y me ayuda a acomodarla en el sillón.

—No, no, no, no es cierto —repite en voz baja.

—Está vivo, pero por el momento su pronóstico es reservado. Tendrá los mejores cuidados, Isabella, de eso no tengas la menor duda. Pero fuera de nosotros aquí —mi mirada alcanza a Chloe—, nadie más puede saber de este atentado.

Sé que ninguna de las dos comprende el motivo de mis palabras, pero no refutan. Definitivamente Isabella es una buena chica, es dócil. ¿Por qué es tan diferente a su hermana? Estoy seguro de que Sophia me habría exigido enérgicamente una explicación y posiblemente refutado todo.

—No les daremos la satisfacción a esos desgraciados de saber que Alexander está herido, así que mientras él supera esto, vamos a decir que ustedes dos están en algún viaje o algo.

Isabella solo asiente.

—¿Dónde está? Quiero verlo, necesito verlo.

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La cirugía de Alexander ya terminó, pero sigue en cuidados intensivos y nadie puede entrar, así que yo estoy en una sala de espera, aguardando a que den las diez de la noche para que Sophia salga de turno. Al menos, ese es el horario en que una enfermera me dijo que se hacen los cambios de turno. Mientras espero, cierro momentáneamente los ojos, dejo caer mi cabeza hacia atrás y me pongo nostálgico.

Acabo de dejar a Isabella y a su amiga esperando noticias de Alexander, lo que me lleva a pensar que definitivamente he tomado la decisión correcta en la vida. No considero justo que alguien sufra así por mí; conmigo, sería una preocupación permanente, y no creo que alguien pueda soportar eso. Es mejor mantenerme sentimentalmente solo.

—Toma, café con leche y galletas.

La voz de Sophia suena frente a mí, así que abro los ojos para comprobarlo y recibo lo que me ofrece.

NOTA DE AUTOR

¿Si les parece que encajan bien los acontecimientos de esta historia con los tiempos de ADICTA A SUS BESOS ?

EL CALOR DE SU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora