79. REGRESO A NEW YORK

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La ceremonia religiosa fue corta, pero emotiva, y la cremación resultó ser un proceso más largo de lo que imaginaba. Debemos esperar unos días para que le entreguen las cenizas a Noah. El abuelo ha ayudado mucho a que la relación con la familia de Mía se suavice en apariencia, y eso forma parte de la paz que necesita Noah. Salimos todos del lugar de cremación en busca de un donde comer algo. Así que, después de elegir el sitio, vuelvo al hotel por Sophía, mamá y la pequeña Elizabeth, pues ellas no quisieron acompañarnos.

El celular suena en uno de los bolsillos de mi chaqueta y, al ver el nombre en la pantalla, decido estacionarme para concentrarme en la conversación con Richard.

—Lamento la muerte de la chica, era muy joven —nunca le dije quién es Noah, pero a estas alturas ya lo debe saber.

—Así es, tenía muchas cosas por hacer, entre ellas criar a una hija. Pero no llamas por eso, así que supongo que ya me darás las instrucciones para iniciar el trabajo —digo, seguro de que así son las cosas.

—Tranquilo, hay que alterar las cosas un poco —frunzo el ceño, queriendo saber si ese cambio es bueno o malo para mí—. Tu primo es buen material, pero está muy verde. Necesito que lo endurezcas. Si será mi principal transportador, es necesario que tenga los pies más firmes en la tierra. Tendrás un plazo de seis meses para eso.

—¿Qué? ¿No me necesitas aún? —pregunto, asombrado de tener ese plazo no solo para aprovecharlo con Sophía y mi bebé, sino también porque es la oportunidad perfecta para eliminar todos los cabos sueltos que he dejado. 

Siendo así, mataré dos pájaros de un solo tiro: entrenaré a Alexander y, de paso, no dejaré una sola persona con vida que sea capaz de vincularme con mi actividad de ajusticiamiento.

—Te necesito y por eso te estoy usando. Ahora eres un hombre con familia propia, así que sé lo que harás para garantizar su seguridad y eso me beneficia también —supongo que por "familia propia" se refiere a Sophía—. Después de eso, liderarás el tema aduanero en mi empresa y tendrás que viajar mucho, Sebastián. Estoy expandiendo el negocio a nivel internacional y necesito que los nuevos contactos estén alineados, que no crean que la distancia les da una ventaja.

—Eso quiere decir que mi labor principal será crearte fama internacional como un hombre implacable —digo, analizando la situación.

—Te necesito concentrado estos dos años, pero tranquilo, haremos un receso previo al parto de Sophía. Te necesito motivado para que hagas un buen trabajo —dice, sorprendiéndome—. Felicidades. —Corta la llamada.

¿Por qué Richard sabe del embarazo de Sophía? ¿Tan buenos amigos se volvieron? ¿O será que Richard me quiere lejos de aquí para hacerme alguna treta sucia e intentar algo con mi mujer? No, no puede ser eso último, le sería más fácil matarme de una vez. Tengo que hablar con Sophía.

No toco el tema de inmediato debido a la presencia de mi madre, pero sí conversamos en el camino sobre otras cosas.

—En dos días deben llegar la tía Rous y el tío Lucas al país —les cuento—. No me quiero ir antes de eso. ¿Está bien para ti, Sophía?

—No hay problema —habla desde el asiento del copiloto—. ¿Ellos son los padres de Noah?

—Así es, querida. Ellos están en una situación especial que ya después, con calma, te explicará Sebastián. ¿Te dieron permiso fácil en la clínica para venir? —me pregunta la señora Enola.

Al mirarla de manera fugaz, algo en su expresión no me gustó.

—Algo así. Estoy en pelea con alguien importante, así que dejo que se calmen las aguas —aprieto con fuerza el volante, y eso me hace recordar que tengo una deuda que cobrarle a ese imbécil que la tocó.

EL CALOR DE SU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora