Salí temprano sin poder ver a Sophia y a la bebé. Noah duerme como nunca; aunque sospecho que la pastilla que el abuelo le dio, camuflada en la bebida, es la causa. Anoche también tuvo un sueño intranquilo, pero no todo el tiempo, así que creo que tiene algo más de paz mental.
Según las indicaciones del abuelo, llego a las siete de la mañana al Brent's Deli Northridge para encontrarme con el señor Rajoy. Aún no llega, así que lo espero en una de las tantas mesas libres. Pido un café y me acomodo en la silla con paciencia, pero para mi sorpresa, cinco minutos después, una chica se sienta frente a mí.
—Debo admitir que sí eres lindo; la pregunta es: ¿eres interesante? Ya lo averiguaré —dice con una amplia sonrisa sin dejar de mirarme.
—¿Quién eres? —pregunto, mirando de arriba a abajo a la excéntrica mujer sentada frente a mí.
—Eso es nuevo —dice, cambiando su expresión burlona por una de asombro—. ¿Qué crees que haces aquí?
—No otra vez. Ya me escuchará ese viejo —digo en voz baja, mirando a la joven y disponiéndome a aclarar el malentendido.
—Gusto en conocerte, Sebastián; soy Lorena, Lorena Rajoy.
¿Rajoy? No puede ser; sí o sí debo dejar una buena impresión en ella.
—¿Eres hija de don Darío? —asiente con la cabeza—. ¿Te gradúas de abogada?
Levanta la mano y llama a la camarera antes de contestar.
—Bueno, por lo menos te contaron algo de mí. Sí, soy la hija del distinguidísimo, honorabilísimo, millonarísimo y otro montón de -ísimos... Darío Rajoy.
Llega la mesera y la chica hace su pedido, así que procedo también a hacer el mío. Imposible no sentir ahora curiosidad por esta mujer de apariencia hippie, tan poco convencional para ser abogada, y que parece burlarse de las múltiples ventajas que tiene al ser hija del señor Rajoy.
Debe tener unos veintitrés o veinticuatro años, un corte de cabello largo a un lado y corto al otro, y un mechón trenzado que termina en una pluma, lo cual complementa con una camisa ancha y colorida.
—¿Estamos en una especie de cita a ciegas? —trato de indagar lo que sabe esta chica sobre el encuentro.
—No. Yo estoy aquí obligada y tú llegaste aquí engañado, así que solo somos dos personas desayunando —responde, recibiendo con entusiasmo la taza de café que acaba de llegar.
Sonrío ante su precisa descripción de la escena. Será joven, pero es muy despierta, y evidentemente no tendré que rechazarla, lo cual es un alivio, ya que su padre no se sentirá ofendido.
—Hace un par de años que ya no me pueden obligar, así que evolucionaron al engaño. Prepárate —le doy otro sorbo a mi café.
Pone los codos en la mesa y apoya la cabeza en sus manos, recorriéndome descaradamente con la mirada, que deja claro que soy de su agrado.
—Es una lástima que no pueda darte una probada, Sebastián, menos la oportunidad de algo real. No me expresé correctamente; discúlpame por eso. Prepárate tú: la fase de engaño ya la superé, y por eso ahora estoy negociando con citas algo que quiero. Primero muerta antes que quedarme a la sombra de mi familia; mi destino lo trazo yo.
Es fuerte; tiene un espíritu de esos que, si te acercas demasiado, te puede quemar. Mi Sophia es fuerte, pero centrada; esta mujer es fuerte, pero siento que está parada en la línea del descontrol. Solo conozco otro espíritu así: Richard.
—Te propongo un trato —levanto las cejas, incrédulo ante el atrevimiento de esta mujer—. Necesito tener tres citas con un mismo hombre para que mi familia descongele parte de los recursos que voy a heredar y así pueda tener lo suficiente para montar mi propio negocio. Si me ayudas, tienes mi palabra de que te estaré devolviendo el favor.
Si hago eso, Sophia me deja, así que esa no es una opción. Pero que Lorena Rajoy, la única hija de Darío Rajoy, me deba un favor personal es tentador.
—¿No es más fácil sacar un préstamo bancario? —pregunto, intrigado.
Niega con la cabeza.
—Mis padres truncan cualquier intento que hago con los bancos. Se nota que el asunto contigo no es tan extremo como el mío.
Tiene razón; se supone que es prácticamente una princesa. Pocos hombres son tan ricos como su padre; ella no tiene necesidad de trabajar. Pero, infortunadamente, ella tiene otros planes y, con mi ayuda o sin ella, los va a conseguir.
—¿Tienes una idea de negocio? —pregunto, serio—. ¿Qué tan rentable es?
La sonrisa de la chica se esfuma, y parece evaluar cómo interpretar mis palabras.
—Galerías de arte, y sí, es muy rentable.
Le paso una tarjeta con mi número.
—Hablaremos en un par de días y, si me convences, podría ser tu primer inversor, darte el empujón inicial. No les des el gusto de jugar su juego. Por lo que veo, lo has hecho muy bien hasta ahora, también me deberás el favor. Toma —le entrego el regalo que alcancé a conseguir para ella con el escaso tiempo que me dió el abuelo.
—Premonitorio —dice Lorena— un cuadro de la diosa de la justicia en estilo cubismo.
Resultó ser un desayuno muy diferente al que esperaba, pero no por eso menos provechoso. Lorena Rajoy será alguien importante a futuro; estoy seguro.
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Anoche llegó el resto de la familia, pero no le he contado a Noah; espero que sea una grata sorpresa. Miro mi reloj y supongo que ya están todos en la sala de velación, menos Sophia, quien no quiso llevar a la bebé a ese lugar.
Para mi tranquilidad, las cosas se desarrollaron bien; todos están reunidos y conversan sin que haya tensión evidente entre ellos. El abuelo me mira desde lejos, así que lo ignoro y voy directo a saludar a mamá.
—Te extrañé tanto, hijo —dice mamá, abrazándome.
—Me alegra que estés bien —le devuelvo el abrazo—. ¿Y ese milagro de que no me digas "bebé"?
—Ya no eres el bebé; pronto tendré otros a quienes decirles "bebé" —río por lo bajo y saludo con la cabeza a mi padre—. Según veo, tu abuelo aún no sabe nada.
—Será el último en enterarse —me dice, con una mirada de aprobación—. Má, necesito un favor —me mira intrigada—. ¿Puedes quedarte con la bebé esta noche?
Trata de esconder su sonrisa por respeto al lugar en el que estamos.
—Claro que sí.
Cuando cierran la funeraria, llevo a mamá e Isabella con Sophia y la bebé, y yo debo partir con el resto de los hombres de la familia al apartamento de Noah.
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EL CALOR DE SU PIEL
RomantizmSebastián Pizano, el mayor de los tres nietos del legendario Juan Alberto Pizano, fundador del poderoso conglomerado Picazza, ha asumido un papel fundamental dentro de su familia: ser el protector que mantiene a sus primos alejados de situaciones co...