25. CERRANDO CICLO CON EKATERINA

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Es evidente el esmero que ha puesto en su arreglo hoy; luce despampanante con ese vestido negro que se ajusta a sus curvas como si estuviera hecho a medida. Debería sentir el deseo de demostrarle a ese cuerpo lo que el mío puede hacerle sentir de nuevo, pero no, el fuego se ha extinguido.

Cierro la puerta y ella me mira con evidente deseo. Se sienta al borde de la cama y cruza las piernas de forma sugestiva.

—Parece que hoy quieres jugar a los roles —desliza un dedo por sus labios y lo va bajando lentamente hasta su escote—. Te queda bien la fachada de hombre indiferente; será divertido romperla.

—No es una fachada, así que detente.

No me cree, así que enciendo el televisor y proyecto las imágenes que tenía preparadas. Su sonrisa se congela.

—¿Qué es eso, Sebastián? —me mira con incredulidad—. ¿A qué estás jugando?

El tono tentador desaparece de su voz y es reemplazado por uno ofendido.

—Son las imágenes de una mujer completamente enamorada de un hombre —camino hacia ella y se levanta rápidamente de la cama para enfrentarme—. Una mujer a la que, por sus excelentes servicios, la llevo a buenos lugares, como The Peninsula New York. Me pregunto si el señor Williams pensará que lo hago por amor, o tal vez por la valiosa información que me estás dando.

—No te creerá. Él sabe que soy leal —sostiene mi mirada con altivez.

—¿Seguirá creyéndolo después de que le muestre las conversaciones tan atrevidas que hemos tenido? ¿Después de ver todo lo que me has contado de ellos?

Le muestro la pantalla de mi celular con el frecuente intercambio de mensajes.

—Eso no es mío —dice mientras toma su celular y lo revisa. Sonrío, sabiendo que mi hacker ya ha hecho visibles los mensajes para ella.

—No puede ser, eres un maldito —intenta golpearme, pero aunque es buena, estoy lo suficientemente cerca como para no darle espacio. Su vestido ajustado tampoco ayuda.

Logro inmovilizarla, pero no es tarea fácil esquivar esos tacones de aguja; en medio de la lucha, salen disparados hacia una esquina de la habitación. Había olvidado lo buena que era; sus golpes no son tan potentes como los de un hombre, pero sabe dónde golpear. Tras unos minutos de lucha, consigo finalmente aprisionar su cuerpo bajo el mío.

Me está hartando, así que dejo de tratarla como a una mujer y la considero solo una cuenta pendiente.

—Te vas a calmar y me vas a escuchar bien, Ekaterina —sé que la miro como nunca antes lo había hecho y golpeo su estómago, haciendo que expulse el aire contenido. No quiero tocar su rostro; no me conviene que lo tenga marcado.

Sus brazos están pegados a su cuerpo, aprisionados entre mis piernas, y mi mano cubre su boca.

—De ahora en adelante, me pasarás información y harás todo lo que yo te diga. Tú y yo sabemos lo que Williams te hará una vez que crea lo que le cuente —deja de forcejear y me presta atención—. ¿O prefieres arriesgar tu vida ante la casi inexistente posibilidad de que te crean?

Retiro mi mano de sus labios.

—Tenemos una larga conversación pendiente.

* * * * * * * * * * *

Una vez neutralizada Ekaterina, me siento un poco mejor conmigo mismo. No he eliminado mi pecado, pero lo he contenido por ahora. No me atreví a lastimarla más; no me conviene que se note en malas condiciones, así que vuelvo a la bodega y continúo con el interrogatorio de la rata que dejó escapar Richard.

Mi humor ha mejorado evidentemente.

—Hoy tengo antojo de los clásicos, ¿qué opinas, Arturo? —pregunto a mi mano derecha.

—Los clásicos son entretenidos y hace rato no los usas.

—¿Electricidad o agua? Qué difícil decisión. Elige tú —digo, mirando al sujeto pálido en la silla.

—No, por favor, no, piedad —balbucea casi ahogado por la mucosidad y la sangre acumulada en su nariz—. Ya no lo tengo, pero tengo el dinero. Se los daré, juro que se los daré.

—Claro que nos lo darás, pero ¿y los intereses? —le digo, mirándolo serio—. De verdad, elige.

—Yo... yo... haré lo que... —le golpeo el rostro y vuelve a sangrar.

—Arturo, creo que este hombre necesita un baño. Llena la cubeta.

Fue divertido. Se recuperó el dinero, pero conozco a Richard; sé que no solo quería la mercancía, sino también sentar un precedente. Nadie escapa de él, nadie lo roba, y este sujeto no pudo haber vendido todo esto solo; alguien de su red de distribución lo ayudó, y esa es parte de la nueva información que estoy consiguiendo.

El sujeto está inconsciente y los nombres de dos traficantes menores han salido a la luz. Infortunadamente, a ellos no podré atenderlos personalmente; serán misión de Arturo, ya que he perdido a Fausto. Él habría disfrutado mucho este interrogatorio; es un excelente pupilo.

Camino a casa repasando mi lista de pendientes, y me alegra saber que he tachado varios. Encontrar a Yoshua es mi siguiente prioridad. Ya no puedo llamar a Duin para presionarlo; es muy tarde, pero sin duda lo haré.

A la mañana siguiente, vuelvo a la aburrida vida de ser el jefe de la empresa, con sus reuniones y análisis de información. Siento que necesito volver a la finca; necesito descansar, y el silencio y los paisajes verdes siempre lo consiguen. Pero ya llevo un tiempo sin poder alejarme mucho de la ciudad y debo ser más conciso en mis actividades de cobrador; no puedo disfrutarlas tanto como me gustaría.

Espero pronto que mi familia esté segura y poder ir a acompañar a Noah.

—Tal vez pida vacaciones —digo para mí e imagino la finca para mí solo por una larga temporada.


EL CALOR DE SU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora