April llegó corriendo, su respiración entrecortada y el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Al detenerse en seco, sus botas casi resbalaron sobre el suelo húmedo. Su mirada se congeló al instante, capturando la desgarradora escena frente a ella: Wednesday, arrodillada en el suelo, con los hombros tensos y el cuerpo rígido, sostenía el cuerpo sin vida de Enid entre sus brazos. Su rostro, normalmente frío e imperturbable, ahora revelaba una vulnerabilidad que pocas veces mostraba. Los ojos de Wednesday, oscuros como el abismo, se llenaban de lágrimas que luchaban por no caer, retenidas por puro orgullo o desesperación. La línea de su mandíbula estaba tensa, casi temblorosa, y su mano, que apretaba el cuerpo inerte de Enid, estaba manchada de sangre.
El cuchillo, aún clavado en el torso de Enid, contaba una historia de dolor y tragedia. La sangre, ya comenzando a secarse, empapaba su camisa y hacía que su piel, pálida y fría como el mármol, contrastara con la calidez que siempre había emanado en vida. Enid estaba inmóvil, irreconocible, y Wednesday parecía aferrarse a ella como si al hacerlo pudiera detener el inevitable vacío que crecía en su interior.
April, que se había acercado casi en silencio, quedó a escasos pasos de Wednesday, pero esta última estaba tan absorta en su dolor que ni siquiera se dio cuenta de su presencia. Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de April al contemplar el desolador panorama.
"No puede ser...", pensó, sintiendo cómo su corazón se partía en mil pedazos, cada uno más doloroso que el anterior. Ver a la mujer que amaba en ese estado, tan devastada, rompió algo en su interior. El aire alrededor de ellas parecía más frío, como si el mundo hubiera detenido su curso solo para presenciar ese momento.
Por un instante, una idea fugaz atravesó la mente de April: quizás ahora tendría una oportunidad. Pero esa idea la dejó vacía, hueca, y tan pronto como apareció, fue reemplazada por una profunda tristeza. Sus labios temblaron y cerró los ojos con fuerza, luchando por contener sus propias lágrimas. La vista de Wednesday, quebrada y destrozada, era demasiado para soportar.
Con un nudo en la garganta, April dio media vuelta, sus pasos lentos y vacilantes. Movió la cabeza ligeramente, mordiéndose el labio, al borde de las lágrimas también. Sabía que debía irse, apartarse de ese dolor que no le pertenecía, pero que de alguna manera sentía como suyo. Sus pies comenzaron a marcar la distancia, cada paso resonando en su mente como una decisión final. Olvidarlo, pensó. Olvidarlo todo. Pero mientras más se alejaba, más sentía que algo dentro de ella se quebraba.
"Agh...", dejó escapar un leve quejido, involuntario y desgarrado. Se detuvo, frunciendo el rostro en una mueca de dolor, como si su propio corazón hubiera sido atravesado por el mismo cuchillo que había arrebatado la vida de Enid. No podía seguir, no podía ignorar lo que estaba presenciando. Aunque quisiera hacerse la insensible, aunque deseara poder ser egoísta en ese momento, algo la detenía, un peso en su pecho que le impedía continuar.
Los hombros de April cayeron, derrotados. Las lágrimas que había intentado contener rodaron por sus mejillas y dio media vuelta de nuevo, con una mezcla de resignación y pesar. Sabía que no podía dejar a Wednesday sola en ese abismo, aunque su presencia no fuera bienvenida. Cada lágrima que descendía por sus mejillas la acercaba más a la verdad que había evitado: no podía ganar el corazón de Wednesday, pero sí podía salvar lo que quedaba de su mundo.
Se acercó lo suficiente, pero Wednesday, sumida en su dolor, solo se enfocaba en Enid. No importaba si tuviera un oso detrás de ella listo para acabar con su vida; no se movería, no se daría cuenta. Y ahí estaba otra vez, tan cerca de Wednesday pero a la vez sintiéndose tan lejos. Limpio con sus brazos todo rastro de las lágrimas que había derramado, pero su rostro aún tenía una expresión triste.
Nunca había visto a Wednesday así, y el peso de esa realidad la aplastaba, haciéndola sentir aún más pequeña. Todo lo que había hecho, todas las veces que había intentado separarlas por egoísmo, ahora se sentía como cuchillos clavándose en su alma. Este era su castigo: ver a la persona que amaba, rota por la pérdida de otra.
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Wenclair one shots
RandomHistorias de Wednesday y Enid. Los personajes no me pertenecen.