Epílogo
Los días siguientes a la llegada de los gemelos Seunghan y Sion fueron una montaña rusa para Doyoung y Jaehyun. Los bebés parecían haber traído una energía arrolladora a sus vidas, revolucionando cada rincón de su hogar con llantos, risas y una serie de emociones intensas que desbordaban de alegría y cansancio. La pequeña familia se adaptaba poco a poco al ritmo de dos recién nacidos alfas, mientras Jeno, su hijo mayor, también se esforzaba en ser el mejor hermano mayor.
Jaehyun, quien nunca había imaginado la intensidad de ser padre de tres niños, se encontró asumiendo responsabilidades que le habían enseñado más sobre la vida que cualquier negocio o evento importante al que hubiera asistido. Los gemelos, aunque pequeños, parecían tener una presencia tan fuerte como la de sus padres. Tenían personalidades ya marcadas: Seunghan, siempre observador y atento, y Sion, un poco más inquieto y travieso, llenaban el ambiente con una alegría nueva y refrescante.
Una tarde en particular, mientras Doyoung intentaba dormir un poco —después de noches sin apenas descansar—, Jaehyun tomó a los gemelos en sus brazos y se sentó junto a Jeno en el sofá, quien observaba a sus hermanos con una mezcla de curiosidad y admiración.
—Papá, ¿tú crees que Seunghan y Sion van a ser fuertes como tú? —preguntó Jeno, acariciando suavemente la cabecita de Seunghan.
Jaehyun sonrió, colocando su mano sobre el hombro de Jeno—. Estoy seguro de que serán fuertes, Jeno, igual que tú. Pero lo más importante es que sepan cuidar de los que aman, como tú lo haces.
La nueva rutina, aunque extenuante, también trajo momentos de unión que Jaehyun nunca había experimentado antes. Y aunque la familia de Jaehyun había sido inicialmente distante, especialmente su madre, la llegada de los gemelos parecía haber cambiado algo en ella.
Un día, la madre de Jaehyun llegó de visita sin previo aviso. Al principio, Doyoung y él intercambiaron miradas tensas, preocupados por cómo reaccionaría con los gemelos y si sus prejuicios aún seguirían ahí. Pero para su sorpresa, ella se acercó directamente a los pequeños, observándolos con una ternura que nunca antes había mostrado.
—Son hermosos, Jaehyun, —susurró, mirando a Seunghan y Sion—. Y tan fuertes… —La señora Jung acarició las pequeñas manos de los gemelos con cuidado, y una sonrisa, casi nostálgica, se dibujó en su rostro—. Tienen algo de ti y de Doyoung, una mezcla única.
Doyoung, sorprendido, apenas pudo responder, pero sintió una calidez en su pecho al ver la sinceridad en los ojos de la madre de Jaehyun. Ella comenzó a visitar con más frecuencia, cada vez más encantada con los nietos que parecían haber derribado cualquier muro que antes había construido entre ellos. Incluso ayudaba a cuidar de los bebés y a jugar con Jeno, quien estaba feliz de tener a su abuela cerca.
Con el tiempo, la casa se llenó de recuerdos de familia, de momentos que parecían dignos de una vida simple y plena, llena de risas y amor. La señora Jung no solo aceptó a Doyoung y a sus hijos, sino que se convirtió en una parte esencial en sus vidas, regalando a sus nietos el cariño y la atención que alguna vez parecía habérseles negado.
Así, entre llantos nocturnos, risas y el amor de una familia que crecía y se fortalecía día a día, Jaehyun y Doyoung entendieron que, aunque el camino había sido complicado y lleno de pruebas, cada instante de su vida juntos había valido la pena.
La casa estaba decorada con luces cálidas y guirnaldas que colgaban en cada rincón, mientras el árbol de Navidad, adornado con esmero, ocupaba el lugar central en la sala. Los gemelos Seunghan y Sion, ahora de cinco años, corrían alrededor del árbol emocionados, buscando los regalos que sabían les aguardaban. Jeno, quien ya tenía dieciséis, los miraba con una sonrisa, recordando cuando él también había sido tan pequeño y esperaba la Nochebuena con la misma emoción.
Doyoung y Jaehyun se aseguraron de que cada detalle de la celebración estuviera listo, y Jaehyun, como siempre, había insistido en invitar a Yuta, quien ya era parte de la familia. Yuta llegó a la casa con una sonrisa amplia y cargado de regalos, pero esta vez no estaba solo. A su lado, un adolescente de ojos brillantes y sonrisa suave, de unos quince años, se presentaba tímidamente. Era Jaemin, su hijo adoptivo, a quien había cuidado y criado como propio en los últimos años.
Los ojos de Jeno se iluminaron al instante cuando vio a Jaemin. Durante la cena, ambos se sentaron uno al lado del otro, intercambiando miradas tímidas y riéndose juntos, mientras el resto de la familia disfrutaba de la velada. Era evidente que Jeno se sentía encantado por la presencia de Jaemin, y no podía evitar hablar con él con entusiasmo, contándole sobre sus aventuras, la escuela y sus pasatiempos.
La noche transcurrió entre risas, música y recuerdos, y cuando todos se reunieron en la sala para intercambiar regalos, Jeno no pudo contener lo que sentía. Observó a Jaemin con una mirada sincera y, sin darse cuenta de lo que generaría, lo dijo abiertamente frente a todos.
—Creo… creo que estoy enamorado de Jaemin. Mi alfa se siente a gusto con su omega.
Hubo un repentino silencio. La abuela, que estaba sentada junto a Doyoung, escuchó claramente las palabras de su nieto, y por un momento, todos en la sala quedaron en suspenso. Los ojos de Jeno se abrieron con nerviosismo al darse cuenta de la reacción de los demás, pero antes de que pudiera retractarse o disculparse, la señora Jung le dedicó una sonrisa cálida y asintió suavemente, con una ternura que sorprendió a todos.
—Jeno, —dijo ella, rompiendo el silencio con una voz suave—, eres lo suficientemente valiente para expresar tus sentimientos y eso es algo hermoso. Nunca dejes de escuchar a tu corazón.
La tensión en el ambiente desapareció, y Doyoung, que observaba la escena con el corazón hinchado de orgullo, le dio un leve apretón en el hombro a Jeno. Jaemin, por su parte, sonrió con un leve rubor en sus mejillas, y susurró un suave "gracias", entendiendo que aquella noche se había convertido en una mucho más especial de lo que cualquiera habría imaginado.
La celebración continuó, con la familia unida y más cercana que nunca, y Jeno no pudo evitar sentirse afortunado de tener una familia que lo apoyaba, una que aceptaba el amor en todas sus formas. Mientras las risas llenaban la sala y la nieve caía suavemente al otro lado de la ventana, Jeno supo que aquella Nochebuena, la más significativa de todas, sería un recuerdo que llevaría en su corazón por siempre.
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Y así acaba esta bella historia. De verdad muchas gracias por darle una oportunidad y tomarse el tiempo de leerla.Espero les haya gustado mucho. 🤍
Hasta la próxima historia que subiré en unos cuantos días, mientras tanto vayan a darle un ojito a "Pasión de un Gavilán"✨
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El Destino de los Alfas [Jaedo]
FanfictionEn un mundo donde cada alfa tiene un omega destinado, Doyoung ha sufrido la traición de un amor que lo dejó con un hijo y un corazón roto. Ahora, como chef principal en uno de los restaurantes más prestigiosos, su vida parece haberse estabilizado. S...