Capítulo 2

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Jaehyun

El sonido tenue de la alarma empieza a llenar el cuarto, rompiendo el silencio que aún flota en la penumbra. Abro los ojos, y la luz grisácea de Nueva York se filtra por la ventana, iluminando apenas el mobiliario sobrio y ordenado de mi habitación. Es temprano, pero ya estoy despierto. Nunca me ha costado levantarme; hace tiempo que mis rutinas dejaron de ser pesadas y se volvieron algo casi natural. Me siento en la cama y estiro el cuello, tratando de despejar el entumecimiento de la noche.

El reloj marca las seis en punto, y me levanto de un salto. Enciendo la lámpara de escritorio mientras reviso el horario que tengo pegado en la pared, cuidadosamente marcado. Hoy es miércoles, lo que significa que tengo clase con el profesor Anders antes del ensayo de la orquesta. Una rutina que se ha vuelto parte de mí. Tomo mi camisa y mis pantalones sastrero oscuros, que elegí anoche para no perder tiempo hoy. Todo en mi closet sigue un orden casi obsesivo, colores oscuros y tejidos elegantes, algo en el estilo que muchos llaman "dark academia". Me gusta la sobriedad de estos tonos, cómo se siente mi ropa al vestirla, la manera en que se acopla a la atmósfera de Juilliard.

Después de vestirme, me coloco mi reloj y me miro en el espejo. Me aseguro de que todo esté en su lugar, que los botones de mi camisa estén alineados y que mi cabello esté peinado hacia un lado, como siempre. No tolero un solo cabello fuera de lugar. La apariencia importa. Y a mí, en especial, me importa ser impecable. Cuando estoy listo, tomo mi chelo, cuidadosamente guardado en su estuche negro, y lo cargo al hombro. La familiaridad de su peso es reconfortante.

Salgo de mi apartamento y me dirijo a la parada del tren. Nueva York está llena de sonidos y movimientos, incluso a esta hora. Es algo que me gusta de la ciudad: el ruido constante, la gente que siempre parece tener prisa. Me da una especie de energía, aunque rara vez interactúo con los desconocidos a mi alrededor. La mayoría de las veces, simplemente los ignoro, inmerso en mis propios pensamientos.

Al llegar al campus, la vista de Juilliard se despliega ante mí. Hay algo solemne en sus muros, algo que siempre me recuerda que este es un lugar de grandeza, un lugar donde solo los mejores llegan. Y yo, al ser primer violonchelo de la orquesta, sé que tengo una responsabilidad. Camino por los pasillos en silencio, casi sin hacer ruido, sintiéndome como parte de un engranaje perfecto.

Al llegar a la sala de práctica, veo a Noah y a Claire esperándome. Ambos son mis amigos, aunque es una palabra que a veces se siente extraña. Nuestra amistad ha surgido casi sin querer, de las largas horas de ensayo y del compañerismo que se forma cuando compartes un espacio tan exigente como Juilliard. Noah, un pianista prodigio, tiene una expresión despreocupada que contrasta con mi formalidad, mientras que Claire, una violinista con un sentido del humor ácido y casi irreverente, se apoya contra la pared, mirando su teléfono con cara de aburrimiento.

- Jae, siempre puntual como un reloj suizo. - dice Noah, sonriendo con su típica expresión relajada.

- No todos pueden permitirse ser desorganizados como tú. - le contesto, dejando mi chelo con cuidado en un rincón de la sala y desabrochándome el abrigo.

Noah se ríe, y Claire levanta la vista de su teléfono para mirarme con esa sonrisa traviesa que siempre parece tener.

- ¿Listo para la clase con Anders? - me pregunta, estirándose con un aire casi perezoso.

- Siempre lo estoy. - respondo con una seguridad que no puedo evitar. La clase con el profesor Anders es una de las más intensas, pero también una de las que más disfruto. Él tiene un ojo crítico, y no le pasa por alto ni el más mínimo error. Eso me agrada. Soy un perfeccionista; necesito que alguien más lo sea también.

Mientras hablamos, preparo el chelo, sacándolo del estuche y pasando mis manos con cuidado por la madera, notando cada curva, cada marca. Mi instrumento es una extensión de mí mismo, algo tan íntimo y familiar que a veces creo que podría tocarlo incluso sin ver. Para muchos, el chelo es un simple instrumento, pero para mí es algo más. Es mi compañero, mi voz, la única manera en la que sé expresar todo lo que siento.

Melodía de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora