Capítulo 15

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La verdad es que no quiero estar aquí.

La habitación es pequeña, con paredes color crema desgastadas y un par de afiches motivacionales enmarcados, algo cínicos en un lugar como este. Unas sillas de metal están dispuestas en círculo en el centro, y ya hay un par de tipos sentados, mirándome de reojo cuando entro. No me molesto en devolverles la mirada; solo me dejo caer en una silla, cruzo los brazos y clavo la vista en el suelo.

"Gracias por darme el alta, Doc", murmuro para mis adentros, sabiendo que él no está aquí para escuchar el sarcasmo. Y sin embargo, aquí estoy, acatando su "recomendación". Asistir a una reunión de veteranos, a una de esas "charlas" donde la gente se sienta y "comparte" como si eso fuera a solucionar algo. Es ridículo. Pero si el tipo cree que venir aquí me va a ayudar, bueno, no me queda otra que hacer el esfuerzo, aunque sea solo para que deje de fastidiarme y, con suerte, para que me dé el alta de una vez.

Empiezan a llegar más personas. Todos hombres, de distintas edades, algunos más jóvenes, otros mayores. Todos llevan el mismo peso en la mirada, el mismo cansancio en los hombros. Alguien hace un movimiento hacia el centro del círculo; es un hombre robusto, de barba espesa y canas en el cabello, que se aclara la garganta y sonríe con un aire de cansancio.

- Buenas noches a todos. - dice, con una voz áspera pero amable. - Para quienes no me conocen, soy Tom, y llevo viniendo a este grupo ya por casi un año. Como siempre, les agradezco por estar aquí. Este es un lugar seguro para hablar de lo que nos pesa, de lo que llevamos dentro. Aquí no hay juicios. Aquí todos entendemos.

Apenas dice esas últimas palabras, noto que algunas personas asienten. Me pregunto si en verdad entienden. ¿O solo fingen? ¿O es que de alguna manera lograron salir adelante mientras yo sigo estancado?

Tom mira alrededor, como esperando que alguien quiera romper el silencio, pero yo no pienso decir nada. Si de mí depende, estaré en este maldito círculo mudo toda la noche.

Al final, alguien se anima. Es un tipo de unos treinta y tantos, con una gorra puesta hacia atrás y un tic nervioso en la pierna que delata su ansiedad.

- Yo... soy Brad. - dice, sin mucho entusiasmo. - Y, bueno... este lugar me ha ayudado mucho en los últimos meses. Al principio, igual que muchos, pensé que no servía para nada, que hablar no iba a cambiar nada de lo que pasó. Pero... resulta que ayuda, aunque sea un poco. Al menos, aquí nadie te pregunta "qué tal estás" esperando que digas que estás bien.

Brad se calla y se encoge de hombros. Por la expresión en su rostro, parece que ya ha dicho todo lo que podía decir. Y luego de un momento, otro hombre a mi izquierda, que se ve un poco mayor, empieza a hablar.

- Yo soy John. - dice, en voz baja, como si costara sacar las palabras. - Estuve en Irak hace casi diez años, y volví... bueno, volví hecho polvo. Perder a compañeros de la forma en que los perdí no es algo que se va, ¿saben? Durante mucho tiempo, no podía ni dormir sin despertar empapado en sudor, esperando oír disparos, esperando sentir esa... - se traga el nudo en la garganta y aparta la mirada. - Esa mierda no se va. Pero bueno, aquí estoy. Un día a la vez, ¿no?

Siento algo parecido a una punzada en el pecho. Claro que sé de lo que habla. No hay nada peor que esos momentos en los que te quedas solo, en silencio, y lo único que escuchas son los gritos, los disparos, el ruido del metal rompiéndose. Lo que él dice me suena demasiado familiar, pero sigo callado. No es mi turno. Ni siquiera debería estar aquí.

Pasa un rato, y más personas hablan. Todos tienen alguna historia que contar. Algunos se enojan, levantan la voz como si estuvieran reviviendo los peores momentos en tiempo real; otros se quiebran en silencio, apenas susurrando lo que les atormenta. Escucho sus palabras, y, a pesar de mi incomodidad, me doy cuenta de que entiendo. Cada palabra, cada pausa, cada mirada perdida es como un reflejo de lo que llevo dentro.

Melodía de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora