𝑬𝒍 𝒇𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒆𝒔 𝒆𝒍 𝒑𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒑𝒊𝒐

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✦ [ Nuestras vidas están conectadas, un destino está ligado al siguiente. Cada uno de nuestros actos es meramente una respuesta a un acto anterior: causa y efecto. No es otra cosa más que una danza sin fin. Todo está conectado a todo lo demás. ] ✦

【 Gustav / Dark 】

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03:48:12 - 05:14:37:No podía seguir ocultándolo, estaba roto. Estaba perdido en tanto dolor y culpa que el mundo me parecía tan distante en ese momento.
… Me estaba quebrando de tantas formas posibles y lo único que podía hacer era ver como mi esposa se retorcía de dolor en nuestra cama, tosiendo violentamente mientras rojizas gotas de sangre escapaban de su boca como si fuese lluvia. Una lluvia carmesí que denotaba su estado de salud mortalmente grave.
«—¿Ca-Caroline…?» Me acerqué a ella, no tenía miedo de infectarme, sólo sabía que me dolía verla así, sufriendo. Caroline estaba del otro lado de la cama, recién había conseguido calmar un poco su tos y se alejaba de mí, eludiendo el contacto físico a toda costa, siendo ella la primera en derramar las primeras lágrimas entre nosotros; una amarga mezcla de tristeza y dolor que me comprimía sin piedad el alma.
«—Will, yo… y-yo no quiero…» Y volvió a toser de manera sofocante.
Ella, que estaba atenta a cada uno de mis movimientos, lentamente se levantó de la cama, tambaleándose, observando como yo intentaba acercarme a ella con una cara de preocupación fija en mi rostro, diciéndole una y otra vez que se tranquilizara, que todo iba a estar bien, que esto no debía terminar así, que resistiera sólo esta noche y mañana ya todo sería mejor. Fue hasta ese momento que ella dejó de apartarse y buscó algún tipo de confirmación en mi mirada, pero una ola de impresión me arrebató el aliento cuando la vi tratando de mantenerse en pie casi forzadamente. Estaba débil, sus ojos hinchados por el llanto y sus manos aprisionaban su pecho, justo donde estaba el corazón, de manera desesperada. No hubo palabras, mi cuerpo no se movía y el suyo tampoco, pero esa mirada, esa dolorosa mirada me decía que ya no podía más.
«—¿C-Caroline? ¡CAROLINE!» Mi voz salió con angustia, y un terrible ardor se abrió paso en mi garganta cuando la vi perder fuerzas frente a mis ojos.
Sus piernas flaquearon, haciéndola caer de rodillas al piso, enviándole un terrible presentimiento a cada fibra de mi ser como la sutil caricia de una advertencia silenciosa. Solo hasta ese maldito momento mi cuerpo fue capaz de reaccionar y de moverse, tras haber sido aturdido por la desgarradora imagen de la única situación que había intentado evitar con tanto esfuerzo.
Mi desesperación había vuelto a aparecer y sin pensarlo más, me sumergí en ella, llevando esa terrible angustia en mi pecho en dirección a Caroline. En verdad sentía un terrible dolor, parecía que incluso estaba manifestando su sufrimiento, pues este agrietado y rotó fragmento que tenía por alma, lloraba, gritaba y buscaba con desespero alcanzar a esa mujer a quien tanto amaba.
«—¡Caroline! —Ella estaba inmóvil, sabía que su respiración estaba agitada y hacía un gran esfuerzo por inhalar y exhalar —Caroline… e-espera…»
Había intentado levantarse, pero su cuerpo se contrajo por el dolor y claudicó, en ese segundo logré llegar para detener su caída, sosteniéndole con fragilidad como si de una delicada rosa se tratase, hasta entonces no me había percatado de que la figura de Caroline en verdad parecía tener un aspecto tan pequeño, frágil y débil entre mis brazos, y ese maldito virus que yo mismo creé arrasaba con voracidad su salud a una velocidad alarmante.
Claramente eso no pintaba nada bien. Para ser un científico y tener algunos conocimientos de medicina básicos, reconocía cuando los síntomas de una epidemia eran verdaderamente peligrosos. No quería aceptarlo, no quería admitir que en verdad estaba grave, pero mi cuerpo fue sincero; mi corazón se aceleró, mi cuerpo fue invadido por un sudor helado, creándose un terrible mar de lágrimas que amenzaban con salir de mis ojos, mientras trataba de calmar a esa hermosa mujer que hacía un esfuerzo sobrehumano por respirar con fuerza.
Antes, mucho antes de que todo esto pasara, jamás había temido tanto por la muerte, jamás había sentido tanto miedo de perder a alguien en mis manos como lo estaba sintiendo en ese instante, que incluso me repetía a mí mismo que esto no era cierto, que podía mejorar, que podíamos salir de esto juntos, pero Caroline solamente cerraba sus ojos con una terrible mueca que expresaba su dolor.
«—Will… esto va a terminar… ¿Verdad? —asentí una y otra vez, tomándole suavemente de la espalda hasta acomodarla sobre mis piernas, en tanto nos inundábamos en el suelo frío con el sonido de la tormenta afuera y sintiendo mi propio cuerpo temblar mientras un llanto, tan grande como la tempestad que acompañaba el cielo plomiso, empezaba a asfixiarme. —Perdóname Will…【volvió a toser】Y-Yo… te debo una disculpa, p-por dejarte solo aún-【tosió ahogadamente】…a-aún cuando t-te prometí… que n-no lo haría…»
«—¡No! ¡No digas nada, Caroline!… no gastes tus energías… E-Esto… ¡Esto puede mejorar! Solo debes resistir hasta mañana… ¡Por favor, solo resiste hasta mañana!… por favor…» Mi voz tembló al ver a quien tenía en mis brazos, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo como si me advirtiera el hecho que menos esperaba, la realidad que no aceptaba, la verdad y la presencia del daño que estaba sufriendo mi querida esposa.
Ella me sonrió con fragilidad mientras negaba suavemente.
«—W-Will… te amo… t-te amo tanto, en verdad lo siento…» Volví a negar, viendo su semblante con una pequeña sonrisa que se asomaba con dificultad en un sobresfuerzo de decirme que ella estaba bien, pero no era verdad, no lo estaba, no podía estarlo en ese estado donde su cuerpo por fin había logrado gastar todas sus energías y los estragos del virus comenzaban a correr con mayor velocidad por sus venas.
«—Caroline, por favor… n-no sigas… por favor, ya no hables… —la culpa me carcomía, en verdad me hacía arder de ira hacia mí mismo, de todo lo que trascendió por mis estúpidas decisiones, por mi negligente ceguera, por la desesperación de no poder ayudar a mi padre en su trastorno, de ser el que tuviera el control sobre las cosas que no se debían controlar cuando la verdad siempre estuvo visible frente a mis ojos: algunas cosas no debían cambiarse. Yo tenía que aceptarlo, yo DEBÍ aceptar lo inevitable, debí aceptar que la enfermedad de mi padre no tenía cura —¡Todo esto fue mi culpa! ¡Jamás debí crear este virus! ¡L-Lo siento…! E-En verdad lo siento tanto, Caroline… p-perdóname…»
Lentamente, sin poder soportar más su mirada, cerré los ojos con fuerza, soltando un terrible llanto y agachando aún más mi mirada tormentosa hacia esa pequeña nariz que no dejaba de sangrar. Me odiaba, en verdad me odiaba por haber sido el causante de tantas muertes, por no haber cuidado mejor a mi esposa y en su lugar haberle dado prioridad a otras cosas menos importantes, desatendiendo así lo único que realmente tenía valor en mi vida: la persona que tenía frente a mí, que me había demostrado tantas veces lo mucho que me amaba, quien era la causante de que estos sentimientos me inundaran y con quien compartí tantos momentos tan hermosos, mostrándome que alguien como yo podía llegar a tener realmente ese tipo de afecto, que podía amar, sentirme maravillado y atraído por mil emociones a causa de un solo ser, que me dedicaba tantas sonrisas y yo a ella palabras de amor.
«—E-Eso no es ci-cierto…» Su voz tan débil me sacó de mis pensamientos en el momento en que vi como su mano se alzaba sobre su hombro, debilitando la presión en su pecho, a lo que, en consecuencia, llevé una de mis manos ahí, sobre su otra mano que reposaba en la misma zona, para reforzar la presión y el fallido intento de detener el dolor.
«—Caroline, no te muevas…»
«—Querido…» Y ahí estaba, nuevamente una sonrisa llena de amor, tan amplia y hermosa, con esa mirada cristalina llena de fatiga. ¿Cómo es que alguien tan enferma podía sonreír así? ¿Cómo alguien tan lastimada podía seguir siendo tan pura?
¿Cómo ella podía siquiera verme con tanto amor a pesar de ser el causante indirecto de su muerte? De alguna forma, amar en verdad era un milagro que se manifestó en mi vida, esa vida que de tanto trabajo creí que no habría espacio para más. Pero dolía, dolía en muchos sentidos, no me gustaba, odiaba sentirme así, sentir que era yo quien la estaba matando ahora.
«—C-Caroline, yo…» Entonces, ese pequeño gesto de su mano fue a parar a su propia ropa, limpiándola como si tuviera suciedad en ella para después alzarla con ficultad hasta tocar mi rostro, sacándole una sonrisa más amplia en lo que intentaba acariciar con delicadeza mi mejilla en un dulce toque, dudando en si hacerlo con su mano impregnada por las bacterias.
«—L-Lo siento… no quiero enfermarte… n-no a ti.»
«—No, no… no digas eso… —negué rotundamente sintiendo una ola de lágrimas gruesas inundar mis ojos, y en un rápido movimiento acerqué su mano a mi mejilla, sintiendo aquella sensación de la frialdad de su sangre en mi piel sin darle importancia, frotando suavemente mi rostro contra su gentil mano que me acariciaba —N-No lo digas, Caroline… no me importa… Aún así te amo… so-solo necesito más tiempo de… hacer algo… a-aunque puede que no logre la gran cosa.【ríe】…Soy un inútil…»
«—No Will… Tú solamente querías…»
«—No es mentira, Caroline… —la interrumpí —Yo en verdad te amo, incluso antes de llevar a【interferencia】contigo para que lo atendieras, tú ya me gustabas —logré decir al mismo tiempo que sentía como su mano trataba de mantenerse en contacto con mi mejilla, haciendo una imperceptible mueca de dolor por el esfuerzo que eso collevaba. Esto estaba mal, realmente estaba mal, su respiración se estaba aletargando, provocándome un terrible nudo en la garganta al ver su expresión tan tranquila entre el lento y silencioso llanto que corría por sus ojos. —Me hubiera gustado… haber compartido más bailes contigo… Tenía tantos planes para nosotros cuando abandonáramos la ciudad… y esas flores, esas hermosas flores que guardé para ti… ¡Yo hubiera querido regalártelas cada mañana y cumplir todas las promesas que te hice en el pasado!… Amarte, hacerte feliz… mantenerte a salvo… A ti y a él…»
«—Will… —un quejido de dolor escapó debilmente de sus labios, sintiendo en ese momento que su mano caía lentamente, abandonándola sus fuerzas. De inmediato mi mano fue a tomar la suya y la dejé sobre las nuestras en su pecho, uniéndonos en un silencio fortuito y tratando de hacer presión en ese terrible lugar de donde surgía el dolor, que si bien yo no sentía, ella sí, y me lo hacía saber a través de su mirada cristalina —No… n-no digas eso, tú…»
«—¿Sabes…? He pensado mucho en él estos días… —solté repentinamente, tratando de sonreírle —… A veces me pregunto dónde estará.【sonríe nostálgicamente】Je, creo que no tiene sentido que lo piense demasiado. Incluso si lo supiera y fuera verlo, estoy seguro de que él no me recibiría…【ríe suavemente】me odia… Mi falta de comprensión, de atención… mis miedos… Y esa verdad que siempre le oculté sobre su origen y el fallecimiento de su madre me hicieron separarme de él… Dejé de ser un buen padre… S-Soy un idiota ¿No crees?»
«—N-No lo eres, Will… él siempre se preocupó mucho por ti… Por nosotros.»
¿Por qué tenía que decirle todo eso? ¿Por qué parecía como si ambos nos estuviéramos despidiendo? ¡¿Por qué no podía hacer nada?! Justo en ese momento recordé todos mis errores: el concebimiento de la idea que se convirtió en el arma biológica más mortal en toda la historia de la humanidad, aquella ceguera que me impidió ver más allá de mis propios objetivos, mi negligencia y mi insistencia en curar lo imposible, en verdad quería arrepentirne de todo. Pedirle perdón y confesarle lo que había hecho a sus espalda en la compañía GEN-SYS, de nuevo había sido un idiota que sólo se había dejado llevar por la desesperación, por el control y el temor de perder a la gente que ama, como sucedió con mi madre, con mi padre, con mi hijo, con mis amigos, y ahora, con mi esposa.
«—Caroline, yo…»
«—No llores Will… las lágrimas no van contigo.»
De nuevo negué una y otra vez. Estaba inundándome en mis penas, en mis arrepentimientos, en mi coraje… y en ese segundo, como si la tormenta se volviera una simple brisa de un momento a otro, un aire fresco nos golpeó a ambos. Entonces levanté la mirada, dándome cuenta por la ventana de nuestra habitación que la lluvia había cesado y que aquellas nubes que cubrían la ciudad iniciaban un cambió completamente diferente, donde una capa de color blanquecino parecido al cascarón las cubría por debajo, dejando caer un fino manto de lo que parecía ser los inicios de una helada muy fría.
El invierno había llegado.
No pude terminar mi contemplación hacia aquellos copos de nieve cuando Caroline se irguió hacia en frente, tosiendo un par de veces de forma rasposa, donde algo de sangre volvía a manchar sus labios rosados de un bello color carmesí, volviendo a ponerme en alerta.
«—¿C-Caroline? Espera… —mis brazos la atrajeron con más fuerza hacia mí. Su cabeza descansó sin cuidado en mis brazos, rendida; estaba perdiendo sus fuerzas. Mi mente, en un desesperado intento por salvarla, gritó por ayuda a mis vecinos, esperando un auxilio de su parte que, confiaba, llegaría pronto. Pero después de veinte minutos rasgándome la garganta pidiendo ayuda, nadie vino —¡M-Maldición… ! Caroline, resiste —Era un científico, se suponía que mi fe estaba puesta en la ciencia y en la confianza de que todo lo que ocurre en este mundo tiene una explicación lógica, pero en ese momento en verdad deseaba tanto que ocurriera un milagro —¡Iré por la 106! Qui-Quizá, si te la inyectó ahora, pueda… ¡Pueda tal vez…!»
«—Eso no funcionará Will… —me cortó tajantemente —N-No se puede detener el virus… a este nivel tan… avanzado…» Su voz se había vuelto más débil, como pequeños susurros que si no los escuchabas bien, se los llevaba el viento, y su mirada estaba perdiendo ese brillo magistral que me encantaba de ella. Esto no podía estar pasando, no podía ser posible. Esto era un error, debía haber algo, alguna alternativa, no podía dejarla así, debía hacer algo.
Tragué con fuerza ese nudo en mi garganta, volviendo a rendirme a ese doloroso llanto mientras una de mis manos pasaba con delicadeza por su rostro, acariciando esas hermosas mejillas que estaban perdiendo lentamente su rubor. Acaricié esa hermosa cabellera negra con algunos mechones rebeldes que caían por su cara sin cuidado; no podía aceptarlo, debía de haber una solución que no encontraba por el desespero y la angustia que me inundaba.
«—No, p-por favor… No digas eso… E-Eres mi esposa, n-no puedes… ¡No lo hagas…!»
«—Will, e-estoy bien… a-aunque no diga mucho mi aspecto, p-pero ya no me duele nada… Tal vez… tal vez sea el mo-momento de que sigas sin mí…»
«—¡No! ¡N-No puedo hacerlo…! —mi voz temblaba, hasta entonces no me había percatado de que las manos que la sujetaban también estaban temblando de miedo, sintiendo una terrible opresión en mi pecho tan asfixiante que me robaba el aliento —Por favor, no digas eso…»
«—Will… —me llamó suavemente —Esto… esto también me duele a mí… d-después de todo, e-esperaba compartir contigo mi vida, cuando todo acabara… —una de sus manos, que aún se posaba sobre su pecho, viajó lentamente hasta la mía que acariciaba su rostro, buscando mi mirada entre lágrimas, sonriéndome con una dulzura tan profunda que en verdad me hacia pensar que nadie pudo haberme amado como ella —Ja-Jamás te culparía por mi muerte o por…【tosió fuertemente】…lo que le pasó al mundo. Yo siempre… siempre te amaré a pesar de todo.»
«—¡No! ¡No lo hagas…! ¡No te despedidas de mí! ¡Maldición…! Yo… y-yo… Yo no puedo vivir sin ti, Caroline… N-No puedo… No me hagas esto…»
Un gemido de dolor salió de mis labios, arrancándome un par de sollozos mientras la marea se incrementaba, sintiendo como sus manos buscaban las mías.
«—Esto n-no es una despedida, Will… E-Estoy segura de que estaré…【tose】… e-estaré observándote en algún lugar… Hasta que el tiempo decida vol-volvernos a reencontrar.»
Negué repetidas veces deseando gritar con mi voz muda, ¿Cómo podía estar tan segura de eso? ¿Por qué debía terminar así? ¿Por qué se despedía? ¿Por qué debía decirle adiós? Y de nuevo, ahí estaba esa sonrisa que me decía que todo iba a estar bien, mientras seguía ignorando afuera la gran lluvia blanca que seguía su inexorable camino hacia la ciudad, enfocándome solamente en esa magnífica persona que había hecho de mi vida en estos últimos años una aventura. Quien me regaló tanto y me enseñó tantas muestras de amor como de felicidad, a quien todo este caos en mi mente y carazón le pertenecían y que lentamente estaba extinguiéndose frente a mí, sin poder hacer nada, sin saber qué hacer, sintiéndome tan inútil de no poder evitarlo, quedándome de rodillas con ella entre mis brazos, observando, llorando, maldiciéndome una y otra vez por todo lo que hice y por lo que no, cuando tuve la oportunidad.
«—S-Si lo deseas… —en mi tormenta de pensamientos su voz me llamó a mí, casi en un hilo de voz, tan suave y débil, como un faro de luz —aún podemos ha-hacer algo, Will…»
«—¿Q-Qué? ¿Caroline…? ¿Q-Qué es…?»
«—E-Es más una petición mía… q-que un des-seo —su mirada entonces, lejos de dejar correr una última lágrima, me sonrió, sintiendo como sus manos se aferraban fuertemente a las mías mientras su respiración daba pequeños espasmos, esforzándose por regularizarla —W-Will… un b-beso… M-Me gustaría que fueras tú… e-el que me robara mi último aliento… —su voz y su mirada me alcanzaban con tanta calidez, sintiendo de nuevo que su amor se aferraba con fuerza a mí. En verdad ella y yo nos cautivamos por el otro desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron. En verdad me amó y yo la amé, jamás nos traicionamos, simplemente fuimos separados por esta horrible epidemia —Y-Yo… cuando te conocí, e-esa vez, en el zoológico… y me enamoré de ti… s-supe que tú eras la persona con la que quería estar el resto de mi vida… a quien le entregaría m-mi amor y mis ansias de felicidad, p-por eso… quiero que un beso sea nu-nuestro último recuerdo juntos. A-Al menos… un último recuerdo feliz…»
«—¿Un beso?… N-No, no puedo… No me pidas algo así…»
La muerte siempre me pareció el ser más horrible sobre la tierra. La más cruel y despiadada asesina. Se llevó a mi madre en mi niñez y luego se llevó a mi padre en la adultez, ahora también pretendía llevarse a mi esposa en mi desdichada agonía. Es verdad que yo no era el hombre más triste del mundo, que no era el único que había perdido a sus seres queridos, pero estaba seguro que no había hombre más miserable sobre la tierra que cargara con un peso de culpa tan grande como el que yo estaba cargando en estos momentos, al ser el asesino de esas inocentes víctimas; ellas murieron debido a mis maquinaciones. ¡Mil veces hubiera preferido dejar que mi sangre se escapara gota a gota si de esta forma me hubiese sido posible salvar sus vidas… la de Caroline en especial, mi amor, mi esposa, tan querida y tan noble; pero realmente no podía, no podía salvar a toda la raza humana.
«—P-Por favor Will… —yo veía su rostro pálido, sin ese color característico en sus mejillas que estaba desvaneciéndose como el ritmo de su respiración; pero, aún así, la sujetaba con fuerza. Trataba de mantener sus ojos abiertos por mí. —L-Lo siento Will… p-pero te necesito… Y-Yo también tengo miedo… —un alarido de dolor me carcomió cuando su respiración se pausó un segundo, observándome parecía un ángel tan delicado, como una niña asustada al borde del llanto —Y-Yo no quiero irme… Q-Quería compartir más m-momentos contigo… N-No quiero… se-separarme de ti, m-mi dulce William… Te-Tengo miedo de no v-verte otra vez…»
Esas palabras fueron suficientes para entenderlo todo, este dolor y el miedo de perderla quizás no era nada comparado con lo que posiblemente ella estaba sufriendo, esa pequeña y frágil alma me pedía consuelo, me mostraba lo tan asustada y adolorida que se sentía y yo solo la hacía sentirse peor. Si el destino o lo que fuese que nos hizo conocernos fue por mero capricho de mostrarme que el amor era algo maravilloso o de buscar que ambas almas que estaban tan rotas sanaran con la presencia de la otra, fuese cual fuese el motivo, eso nos llevó aquí y ahora. Por esta vez y por ella, confiaría en ese destino, en nuestras almas, en que en algún lado nos volveríamos a ver.
«—Caroline… e-entonces permíteme tener ese honor…»
Lentamente me incliné hacia ella, a pesar de mis lágrimas, a pesar de ver una sonrisa agotada y satisfecha en su rostro como respuesta a mis palabras. Y entonces, como si el tiempo se detuviera para ambos, nuestros labios se tocaron y se unieron en uno solo. Nos besamos dulcemente, con un amor tan fuerte y dulce en una mezcla de amargura por saber que sería el último.
Mis manos la tocaron con dulzura, permitiéndome regalarle pequeñas caricias hasta que sus propias manos se aferraron a las mías con desespero, sintiendo ese golpe de su pecho por tratar de mantener su respiración acorde al ritmo, y entonces, a pesar del dolor que me quemaba por dentro, mi boca se funcionó con la suya. El beso se alargó, con pasión, impregnando su sabor en mis labios con la mezcla de su sangre. Una de mis manos viajó a su mejilla, sosteniéndole con fuerza mientras le robaba el aliento. Y fue ahí, en ese doloroso momento, que sus propias manos me soltaron. Sus fríos labios, lejos de apartarse de los míos, se unieron aún más, permitiéndome una última vez explorar su boca.
La tranquilidad y dicha de la que gocé en esos instantes fue tan emocionante como efímera. Los recuerdos volvieron a asaltarme con implacable agudeza y casi me enloquecían. Antes, cuando pensaba en todo lo que había ocurrido, la demencia se apoderada de mí; en ocasiones me sentía dominando por un insensato furor, en otras estaba abatido y desanimado. Permanecía así, inmóvil abrumado por el cúmulo de desgracias que habían caído sobre mí y por todas las que, con seguridad, caerían en lo futuro.
Sólo Caroline lograba sacarme de esa crisis; su voz delicada me tranquilizaba cuando me dominaba la pasión y me inspiraban sentimientos humanos cuando caía en la indolencia.
Lloraba conmigo y por mí. Cuando yo recobraba la razón, ella discutía conmigo y me animaba a resignarme, a continuar, pero no es posible la paz cuando se siente culpa. Los desgraciados pueden resignarse, pero no los culpables. Las agonías del remordimiento envenenan incluso el alivio que algunas veces se encuentra al estar sometido a un sufrimiento excesivo.
Caroline aún se mantenía conmigo, observándome con amor, sonriéndome pese al dolor, y susurrándome sus últimas palabras como caricias en mis labios.
En ese momento no fui capaz de escuchar lo que dijo, pero podía hacerme una idea de lo que aquellas palabras formadas por sentimientos más grandes que la vida y la muerte querían decir:
"No fue tu culpa."
«—C-Caroline, ¿Qué…? —ese eterno segundo en que tardé en reaccionar, cuando por fin pude bajar mi mirada, ella ya no estaba. Ella se había ido. Sus ojos se habían cerrado y su sonrisa intacta me daba un último adiós tanto nostálgico como doloroso. —¿C-Caroline? ¡CAROLINE! ¡NO, CAROLINE! ¡NO, P-POR FAVOR! ¡CAROLINE!…»【grabación interrumpida】

𝑪𝑨𝑻𝑨𝑹𝑺𝑰𝑺 || 𝑹𝑰𝑺𝑬 𝑶𝑭 𝑻𝑯𝑬 𝑷𝑳𝑨𝑵𝑬𝑻 𝑶𝑭 𝑻𝑯𝑬 𝑨𝑷𝑬𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora