Capítulo 2: Primeras Impresiones
Mía despertó temprano, desorientada por un momento antes de recordar dónde estaba. La luz suave de la mañana entraba por la ventana, iluminando su nueva habitación. A pesar de la emoción de la noche anterior, el cansancio había ganado y se había quedado dormida apenas se había dejado caer en la cama.
Se vistió rápidamente y salió de la habitación con la intención de explorar un poco. Encontró a Julián en la cocina, sirviéndose una taza de café. Llevaba el cabello despeinado y bostezaba mientras revolvía el café.
—Buenos días —dijo Mía, tratando de sonar tranquila.
—¿Ya estás despierta? —respondió su hermano con una sonrisa somnolienta—. Creo que eres la primera, Iván y Mateo nunca se levantan antes de las diez los fines de semana.
Justo en ese momento, la puerta de una de las habitaciones se abrió y apareció Iván, con una expresión adormilada y el cabello revuelto. Iba en pijama y parecía un poco sorprendido de encontrar a Mía en la cocina. Cuando se dio cuenta de que ella lo miraba, esbozó una sonrisa descarada.
—¿Ya te están entrenando en la vida de esta casa? —dijo, sacando una taza para servirse café—. Porque aquí la regla es sencilla: el que se despierta primero, hace el desayuno.
Mía se rió y lo miró con las cejas levantadas.
—Entonces tengo que acostumbrarme a cocinar para ustedes, ¿no?
Iván sonrió, y su sonrisa era de esas que iluminaban una habitación. Mía se sorprendió a sí misma notando el brillo en sus ojos.
—Solo si te gustan las aventuras, porque la cocina de este lugar está en permanente caos —contestó Iván.
Pasaron la mañana entre risas y charlas ligeras, con Julián mostrándole a Mía algunos lugares cercanos al departamento y explicándole las rutinas de la casa. Al mediodía, Mateo se unió al grupo y decidieron salir todos juntos a explorar la ciudad. Mientras caminaban por las calles llenas de gente y ruidos, Mía observaba con curiosidad cada rincón y, aunque el lugar le resultaba extraño, estar con ellos hacía que la ciudad se sintiera un poco más acogedora.
Llegaron a un café pequeño y acogedor, decorado con luces tenues y paredes llenas de libros antiguos. Iván pidió para todos y bromeó sobre los gustos "sofisticados" de Mía, sugiriendo que probablemente preferiría algo exótico, como un té de jazmín. Ella le siguió la corriente, divertida por su manera de hablar y su energía. Era un contraste refrescante al carácter tranquilo de Mateo y al humor despreocupado de su hermano.
—Entonces, ¿te parece bien estar aquí? —preguntó Julián cuando todos estaban sentados alrededor de la mesa, tomando su bebida caliente.
Mía asintió, aunque había mucho en su mente que no sabía cómo expresar.
—Es raro, no les voy a mentir. Pero creo que me acostumbraré. Además, ya estoy planeando cómo aprovecharme de ustedes —respondió con una sonrisa.
—¿Aprovecharte de nosotros? —preguntó Mateo, riendo—. Cuidado, Iván, que tenemos competencia.
Iván alzó las manos, como si fuera un gesto de paz.
—La competencia solo hace que las cosas sean más interesantes —dijo, guiñándole un ojo a Mía.
El guiño la hizo sonrojarse un poco, aunque trató de disimularlo. Aunque acababa de conocer a Iván, sentía una curiosa cercanía con él. Su energía y su forma de ser despreocupada la hacían sentir cómoda y, por alguna razón, le parecía que entendía a Iván más de lo que esperaba. Quizás porque él le recordaba partes de ella misma que no siempre mostraba, esa necesidad de ocultar sus dudas y miedos con humor y una actitud despreocupada.
Durante el almuerzo, las bromas y las risas continuaron. Cuando llegaron de regreso al departamento, Julián tuvo que salir a atender un compromiso de trabajo, y Mateo se encerró en su habitación para estudiar, dejándola a solas con Iván.
—¿Qué tal un tour por la azotea? —sugirió él, con una sonrisa divertida—. Tiene una vista increíble de la ciudad, y siempre es un buen lugar para despejarse.
Subieron juntos las escaleras hasta la azotea, y la vista que encontraron era impresionante. Desde allí, se veía toda la ciudad iluminada por el sol de la tarde, y el horizonte estaba lleno de edificios altos, luces y movimiento.
—¿Qué opinas? —preguntó Iván, apoyado contra la barandilla, mientras miraba el paisaje y luego a ella.
—Es increíble —respondió Mía, fascinada.
Iván la miraba, y aunque su expresión seguía siendo relajada, había una chispa en sus ojos que la hacía sentir nerviosa.
—Así que... —dijo él, sin apartar la vista de ella—, ¿qué te trajo aquí, Mía? Porque me imagino que esto de mudarte a otro país no era lo que tenías planeado.
Mía vaciló, sorprendida por la pregunta directa. Pensó en decirle que solo quería pasar tiempo con su hermano o que necesitaba un cambio, pero sintió que Iván esperaba algo más sincero.
—No lo sé —admitió finalmente—. A veces creo que no sé qué quiero hacer con mi vida. Todos parecen tener un plan, y yo... yo solo quiero tiempo para descubrirlo.
Iván asintió, como si entendiera perfectamente lo que ella decía.
—¿Sabes? Todos aquí estamos un poco así. Yo terminé estudiando arte solo porque me gustaba pintar, pero ahora estoy tratando de ver cómo hago algo con eso. Julián te dirá que su vida está en orden, pero... bueno, él también tiene sus líos.
Mía sonrió al escuchar eso. No imaginaba que Julián también tuviera dudas, ya que siempre lo había visto seguro de sí mismo.
Hubo un momento de silencio, durante el cual ambos se quedaron mirando la ciudad. Luego Iván se giró y la miró fijamente.
—Oye, si alguna vez te pierdes en esta ciudad o necesitas ayuda... solo búscame. Estoy aquí para lo que necesites —dijo, con una voz un poco más suave de lo habitual.
Mía lo miró a los ojos, notando lo cercanos que estaban. Sintió el impulso de decir algo, de romper el silencio, pero en ese momento, Iván simplemente sonrió y se separó, como si no quisiera incomodarla. Ese gesto, simple pero lleno de cuidado, la dejó confundida y un poco emocionada.
Mientras bajaban de regreso al departamento, Mía no pudo evitar sonreír. Había algo en Iván, algo en su manera de ser y en su forma de mirarla, que despertaba en ella una sensación que no había experimentado antes.
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Viviendo con mi hermano
RomanceMía se muda otro país con su hermano Julián. Donde tendrá amistad, amor, desamor y muchas cosas más.