Capítulo 8

1 0 0
                                    

Capítulo 8: Enfrentando el Pasado

Los días transcurrieron en una calma inusual tras las conversaciones con Iván y Mateo. Mía sentía que finalmente podía centrarse en su relación con Iván sin confusiones o malentendidos; sabía que Mateo sería siempre un apoyo incondicional y, aunque quizás sus sentimientos fueran algo más profundos, la amistad entre ellos era lo que más importaba. Por su parte, Iván parecía estar en un estado de introspección. Cada día, a pesar de sus intentos por acercarse a Mía, parecía luchar con fantasmas internos que ella aún no lograba comprender del todo.

Una tarde, mientras ambos caminaban por el parque cerca del departamento, Iván le pidió sentarse en una banca bajo los árboles. Se veía nervioso, pero Mía pudo notar que estaba decidido a decir algo importante.

—Mía, quiero contarte algo sobre mi pasado. Es algo que me ha costado mucho superar, y, aunque me duele revivirlo, creo que es importante que lo sepas —dijo, evitando su mirada al principio, pero finalmente sosteniéndola con un aire de vulnerabilidad.

Mía asintió, apretando suavemente su mano en señal de apoyo. Estaba preparada para escuchar, sin importar lo que fuera.

—Antes de conocerte, yo estaba en una relación que terminó mal, muy mal. Esa persona... —Iván hizo una pausa, como si las palabras fueran difíciles de pronunciar—. Ella era alguien a quien amaba profundamente, pero las cosas entre nosotros se volvieron tóxicas. Había celos, desconfianza... y al final, terminó dejándome con muchas heridas emocionales.

Mía sintió una mezcla de tristeza y empatía por él. Su confesión explicaba mucho de su comportamiento, sus miedos y la forma en la que a veces parecía reacio a abrirse por completo. Sabía que un desengaño como ese podía dejar una marca profunda en cualquiera.

—Lo siento mucho, Iván. No imagino lo difícil que debe haber sido —dijo en voz baja—. Gracias por confiarme esto. No tienes que cargar con todo tú solo, estoy aquí para apoyarte.

Iván le dedicó una sonrisa suave, agradecido por su comprensión.

—Es por eso que me cuesta tanto abrirme, Mía. Cuando empecé a sentir algo por ti, tuve miedo... miedo de volver a fallar, de que tú también te cansaras de mí. Me sentía atrapado entre el deseo de estar contigo y el miedo de revivir ese dolor —admitió, desviando la mirada hacia el suelo.

Mía sintió una punzada de compasión y decidió darle el espacio para expresarse sin juzgarlo.

—Iván, entiendo que tengas esos miedos, pero quiero que sepas que yo estoy aquí porque quiero estarlo. Si en algún momento siento que las cosas no funcionan, te lo diré. Pero no voy a salir huyendo sin más. Quiero que confíes en eso.

Él tomó una respiración profunda, como si sus palabras le dieran una paz que no había sentido en mucho tiempo.

—Gracias, Mía. No sabes lo mucho que significa para mí oír eso —respondió, finalmente mirando a sus ojos con una mezcla de gratitud y emoción.

En ese momento, Iván levantó una mano y acarició suavemente su mejilla. Mía sintió una electricidad recorrer su piel; era la primera vez que él tomaba la iniciativa de acercarse de esa forma, y sintió que las barreras que él había levantado comenzaban a derrumbarse. Lentamente, él se inclinó hacia ella, y sus labios se encontraron en un beso suave y lleno de ternura. Mía sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía, dejándolos solo a ellos dos, compartiendo ese instante íntimo que parecía unirlos de una manera profunda y definitiva.

Después de ese día, su relación dio un giro. Iván empezó a mostrarse más abierto, más relajado, y pasaban cada vez más tiempo juntos. Sin embargo, un par de días después, un suceso inesperado puso a prueba esa nueva cercanía.

Estaban en el departamento de Julián viendo una película, cuando, de repente, el celular de Iván sonó. Mía lo miró mientras él revisaba la pantalla, y notó cómo su rostro se ensombrecía al ver el nombre que aparecía en la pantalla.

—¿Todo bien? —preguntó ella, preocupada por su reacción.

Iván suspiró, bloqueando el teléfono y dejándolo a un lado.

—Es... es ella. Mi ex. No sé por qué me está llamando ahora —dijo, su voz cargada de incomodidad.

El ambiente en la habitación cambió, y Mía no pudo evitar sentir una pequeña punzada de inseguridad. Sabía que esa persona había sido importante para él y que había dejado una marca profunda. Intentó no darle importancia, pero la expresión de Iván reflejaba que el tema lo perturbaba más de lo que él mismo quisiera admitir.

—Si quieres contestar y aclarar las cosas con ella, está bien, Iván —dijo Mía con suavidad—. Yo puedo entender que necesites cerrar ese capítulo por completo.

Iván la miró con un gesto de sorpresa, como si no esperara que ella fuera tan comprensiva. Después de unos segundos de duda, finalmente decidió levantarse y salir al balcón para tomar la llamada. Mía sintió una mezcla de nervios y curiosidad mientras él hablaba en voz baja al otro lado de la puerta. Aunque intentaba no escuchar, algunas palabras llegaron hasta ella.

Después de varios minutos, Iván regresó al interior del departamento. Su expresión era seria, y se sentó junto a Mía, quien lo miraba con una mezcla de preocupación y paciencia.

—Ella quería hablar conmigo porque... está pasando por un momento difícil y no tiene a nadie más a quien recurrir —explicó Iván, con una mezcla de frustración y compasión en su voz—. Me pidió ayuda, y aunque no estoy seguro de cómo debería reaccionar, siento que... no puedo ignorarla. Pasé muchos años con ella, y no puedo desentenderme tan fácilmente.

Mía asintió, tratando de mantenerse serena. Comprendía que esa relación aún tenía ecos en la vida de Iván, y aunque no le gustara la idea de que su ex volviera a estar cerca de él, tampoco quería imponerle nada.

—Iván, entiendo que quieras ayudarla. Solo... no quiero que te lastime otra vez. Tú eres importante para mí y no quiero verte arrastrado de nuevo a algo que te hizo tanto daño —dijo, en un tono calmado y sincero.

Iván le dio una sonrisa agradecida y tomó su mano.

—Gracias, Mía. Significa mucho para mí que puedas entenderlo. Sé que no es fácil para ti, y quiero que sepas que mi prioridad eres tú. No estoy interesado en retomar nada con ella, solo... solo quiero cerrar ese ciclo de una vez por todas.

Esa noche, Iván decidió visitar a su ex para escucharla y tratar de ayudarla a aclarar su situación, mientras Mía se quedó en el departamento, tratando de mantener la calma. Fue una noche larga y solitaria, y, aunque confiaba en Iván, no podía evitar preocuparse por lo que esa conversación podría remover en él.

Cuando finalmente Iván regresó, se veía cansado, pero también en paz.

—Creo que he dejado las cosas claras con ella —le dijo, sentándose a su lado—. Le deseo lo mejor, pero ya no tengo el deseo de mantenerla en mi vida. Mi lugar está aquí, contigo, y quiero que lo sepas.

Mía sintió un alivio profundo al escucharlo. Aunque la situación había sido complicada, sabía que enfrentar ese pasado era necesario para que ambos pudieran construir algo sólido. Esa noche, mientras se abrazaban en el sofá, Mía supo que, a pesar de los desafíos, estaba dispuesta a seguir adelante con él.

A veces, enfrentarse al pasado era la única forma de poder avanzar hacia un futuro auténtico y libre de ataduras. Iván y Mía aún tenían mucho camino por recorrer, pero ambos sentían que, con honestidad y apoyo mutuo, podrían superar cualquier obstáculo que se les presentara.

Viviendo con mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora