Capítulo 6

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Capítulo 6: Una Amistad Especial

La relación entre Mía e Iván seguía creciendo, pero cada día Mía también valoraba más la compañía de Mateo, quien se había convertido en un amigo cercano y alguien en quien confiaba plenamente. Mateo parecía estar siempre ahí para escucharla, hacerla reír o simplemente compartir un silencio cómodo. A veces, sentía que él era un ancla que la ayudaba a equilibrarse en medio de todas las emociones y cambios que estaba experimentando.

Una tarde de domingo, Mateo la invitó a conocer un parque en las afueras de la ciudad. Ambos llevaban semanas hablando de explorar juntos algunos lugares nuevos, y él decidió que ese sería el momento perfecto. El parque era inmenso, con senderos que cruzaban un bosque y una vista panorámica hacia un lago cristalino. Mía estaba encantada; era un lugar que le recordaba a su hogar y le daba un sentido de paz que no sentía desde hacía tiempo.

Después de un rato caminando, encontraron un pequeño mirador con una vista hermosa del lago. Se sentaron en un banco de madera y disfrutaron de la tranquilidad del lugar.

—¿Sabes? Me alegra que hayas decidido venir aquí, Mía —dijo Mateo, mirando al horizonte con una sonrisa sincera—. No solo a este parque, sino a esta ciudad. Siento que ya eras parte de este grupo desde antes de conocerte.

Mía se sonrojó levemente y le devolvió la sonrisa.

—Gracias, Mateo. La verdad es que me he sentido muy bienvenida... creo que el hecho de conocerte a ti, a Julián, a Iván... ha sido lo que ha hecho que este cambio sea tan fácil para mí.

Mateo asintió, y por un momento, se quedaron en silencio, ambos absortos en sus pensamientos. Finalmente, él volvió a hablar.

—Quiero hacerte una pregunta, pero no quiero incomodarte... ¿puedo? —preguntó, mirándola con una expresión seria y algo nerviosa.

Mía levantó una ceja, intrigada.

—Claro, pregunta lo que quieras.

Mateo suspiró, como si estuviera decidiendo cómo formular sus palabras.

—Es sobre Iván... y tú. Desde hace tiempo he notado que hay algo especial entre ustedes. Y, no sé... a veces me preocupo por ti, Mía —dijo, con un tono de sinceridad que sorprendió a Mía.

Ella sintió una mezcla de sorpresa y vergüenza, pero también una pequeña oleada de aprecio hacia él. Mateo era su amigo y, aunque ella misma aún no comprendía del todo su relación con Iván, apreciaba que él se preocupara por ella.

—Es... complicado —respondió, mirando hacia el lago—. Creo que Iván y yo tenemos una conexión, pero él tiene cosas de su pasado que aún no ha resuelto, y eso hace que todo sea más... confuso. No sé hasta dónde puede llegar lo nuestro, pero quiero intentarlo.

Mateo asintió lentamente, como si estuviera procesando sus palabras.

—Mira, no quiero interferir ni decirte qué hacer, porque sé que Iván es una buena persona y estoy seguro de que te aprecia. Solo te digo esto porque... —hizo una pausa y la miró a los ojos—. Eres importante para mí, Mía, y quiero que seas feliz. Con quien sea, pero que seas feliz.

Esas últimas palabras tocaron profundamente a Mía. Mateo siempre había sido amable, divertido y atento, pero esta vez sentía que estaba mostrando un lado mucho más vulnerable, un aspecto de él que normalmente no compartía.

—Gracias, Mateo —dijo ella, tomando su mano brevemente en un gesto de agradecimiento—. Eso significa mucho para mí.

Ambos se quedaron en silencio, con una calma serena que no requería palabras. Mateo le sonrió, y aunque no dijo más, Mía sintió que había algo en su mirada que era más que simple amistad. Sin embargo, decidió dejar ese pensamiento a un lado; después de todo, lo último que quería era complicar su vida aún más. Sabía que sus sentimientos por Iván eran intensos y quería explorar qué podía surgir entre ellos.

Esa noche, cuando Mía regresó al departamento, encontró a Iván esperándola en el salón, con una expresión que parecía mezclar sorpresa y alivio.

—Hola, Mía. ¿Dónde estuviste? —preguntó Iván, tratando de sonar casual mientras se sentaba en el sillón.

Mía se dejó caer junto a él, sintiéndose cansada pero feliz después de su día en el parque.

—Fui al parque con Mateo. Pasamos un buen rato; es un lugar precioso —respondió, sonriendo.

Iván asintió lentamente, aunque Mía notó una leve sombra en su expresión. No estaba segura de si era su imaginación, pero parecía que la idea de que ella pasara tiempo con Mateo lo había dejado incómodo.

—¿Te divertiste? —preguntó, tratando de no sonar demasiado interesado.

Mía asintió, y luego, sin poder evitarlo, añadió:

—Mateo es un gran amigo. Me dio buenos consejos, y la verdad, valoro mucho tener a alguien como él cerca. Me ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva.

Iván se quedó en silencio por un momento, y luego la miró directamente a los ojos.

—Me alegra que tengas a alguien que te apoye aquí —dijo, aunque había una ligera tensión en su voz—. Pero... tú sabes que también puedes contar conmigo, ¿verdad?

Mía sonrió, tocada por su preocupación. Sentía que cada día que pasaba, él se acercaba un poco más, aunque de forma cautelosa.

—Lo sé, Iván. Y lo aprecio mucho —respondió, mirándolo con calidez—. Pero a veces creo que tú también necesitas alguien con quien hablar. No solo yo.

Iván se quedó callado, como si las palabras de Mía lo hubieran tocado en lo más profundo. Había algo en su mirada que parecía ocultar una lucha interna, un deseo de acercarse, pero también un miedo que lo retenía.

Después de unos segundos, se levantó y caminó hacia la ventana, mirando la calle iluminada abajo.

—Tal vez tengas razón... pero es difícil abrirse. Especialmente cuando sabes que podrías lastimar a alguien más en el proceso —dijo en voz baja.

Mía sintió un dolor sordo en el pecho al escucharlo. Ella no quería presionarlo, pero tampoco podía negar que sus propios sentimientos por él se hacían cada vez más fuertes.

—No siempre tienes que hacerlo solo, Iván. Aquí estoy para escucharte —dijo en voz baja, dándole la libertad de decidir si quería continuar hablando o no.

Iván asintió, pero no respondió. La noche avanzó en silencio, y aunque Mía sintió que no había logrado romper todas las barreras de Iván, también sabía que ese pequeño paso hacia la vulnerabilidad significaba algo. A su manera, él estaba abriéndose a ella, y aunque el camino fuera incierto, Mía estaba dispuesta a acompañarlo mientras él buscaba reconciliar su pasado con su presente.

Al irse a dormir esa noche, Mía no pudo evitar pensar en las palabras de Mateo y en el peso que llevaban. Él se preocupaba genuinamente por ella, y sus sentimientos, aunque enigmáticos, la hacían sentir apreciada y valorada. Sabía que había una conexión especial entre ellos, pero también tenía claro que su corazón estaba puesto en la relación complicada y cautelosa que estaba construyendo con Iván.

Mía cerró los ojos, reflexionando sobre las decisiones que tendría que tomar en los próximos días. A veces, las cosas no eran tan simples como ella quisiera, y aunque el futuro con Iván era incierto, sentía que valía la pena arriesgarse.

Viviendo con mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora