Capítulo 10

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Capítulo 10: Redescubriendo el Amor

Las semanas continuaron llenas de descubrimientos y pequeños cambios. La vida junto a Iván se sentía como un constante aprendizaje, y Mía comenzaba a conocer sus propias fortalezas y límites. Su relación, sin embargo, no era siempre fácil. A pesar de lo bien que se llevaban, surgían desacuerdos y momentos de tensión, en especial ahora que pasaban tanto tiempo juntos. Mía descubría que, aunque se querían mucho, ambos tenían maneras distintas de enfrentar las dificultades, algo que poco a poco aprenderían a armonizar.

Una noche, mientras terminaban de cenar, Iván sugirió salir a caminar un rato para despejarse. Mía aceptó, y ambos salieron a recorrer las calles de la ciudad, iluminadas por las luces de los restaurantes y cafés que aún tenían gente disfrutando de la noche. Caminaban en silencio, disfrutando de la tranquilidad, cuando Iván, en un tono casual, rompió el silencio.

—Mía, he estado pensando... —empezó, mirándola de reojo—. Tú has sido tan valiente al lanzarte con todo a estudiar diseño de interiores. Me inspiras a querer hacer algo más con mi vida.

Mía sonrió, sorprendida y halagada por sus palabras.

—¿Ah, sí? ¿Qué tienes en mente? —preguntó, intrigada.

Iván respiró profundamente, como si le costara admitir lo que estaba a punto de decir.

—Siempre he tenido la espina de empezar mi propio negocio —confesó—. Un café librería, un espacio donde la gente pueda relajarse, disfrutar de un buen libro, buena música... y sentir que está en casa. Pero nunca he tenido el valor de intentarlo.

Mía se detuvo y lo miró con una sonrisa que reflejaba apoyo y orgullo.

—Iván, eso suena maravilloso. Tienes la pasión y las ideas. ¿Por qué no lo intentas? Quizás puedas empezar poco a poco, investigando, planificando... estoy segura de que sería un lugar increíble.

Iván la miró, visiblemente emocionado por su apoyo. Sabía que el sueño de tener un café librería era algo que había guardado para sí mismo, pero verla tan entusiasta lo llenaba de confianza. La noche continuó llena de conversaciones sobre sus planes y sueños, y ambos sintieron cómo ese deseo de crear algo juntos los unía aún más.

Los siguientes días, Mía y Iván comenzaron a investigar sobre los pasos necesarios para abrir un café. Entre clases de diseño y horas de trabajo, dedicaban sus noches a imaginar y planear lo que sería su espacio ideal. Iván tenía ideas claras sobre la ambientación y el estilo, mientras que Mía aportaba su conocimiento recién adquirido sobre diseño, sugiriendo detalles que hacían que el proyecto se sintiera real. Era un sueño compartido, algo que ambos querían crear juntos.

Una tarde, cuando Mía regresaba de una clase, encontró a Iván en el balcón, mirando pensativo el horizonte. Se acercó y lo abrazó desde atrás, recostando su cabeza sobre su hombro.

—¿En qué piensas? —preguntó en un susurro.

Él sonrió y tomó su mano, acariciándola con cariño.

—Pensaba en cómo ha cambiado mi vida desde que llegaste, Mía. Todo ha sido tan... inesperado. Nunca pensé que alguien como tú pudiera entenderme tan bien, que llegara para motivarme y empujarme a cumplir mis sueños. A veces siento que eres mi suerte, mi segunda oportunidad.

Mía sintió una calidez indescriptible al escuchar sus palabras. El tiempo juntos le había enseñado a valorar esa conexión, a confiar en que, a pesar de las dificultades, había algo profundo que los mantenía unidos.

—Eres tú quien tiene esa fuerza, Iván. Yo solo estoy aquí para apoyarte, como tú me has apoyado a mí —respondió ella, apretando suavemente su mano—. Siento que juntos somos mejores, ¿sabes? Es como si los dos tuviéramos algo que aprender y enseñar.

Iván la miró y, sin más palabras, la besó con una ternura que hacía tiempo no compartían. La intensidad de su relación, con sus altibajos y desafíos, se desvanecía en esos momentos, y solo quedaba la certeza de que querían estar juntos.

Unos días después, Mía recibió una invitación para asistir a una reunión de diseño en una galería local. Era una oportunidad para conocer a otros profesionales del área y presentar algunas de sus ideas. Emocionada, le contó a Iván, quien inmediatamente la alentó a aceptar y la acompañó al evento.

La noche de la exposición, Mía y Iván llegaron al lugar, rodeados de diseños y obras de artistas locales. Mientras recorrían la galería, Mía se sintió inspirada, y pronto comenzó a imaginar cómo algunos de esos elementos podrían incorporarse en el café que planeaban juntos. Las paredes decoradas con arte moderno, los espacios llenos de colores vibrantes y texturas le daban ideas sobre cómo hacer del café un lugar acogedor y único.

Durante la exposición, Mía conoció a una diseñadora de interiores experimentada, quien le ofreció colaborar en proyectos futuros. Fue una oportunidad inesperada que Mía aceptó encantada. A lo largo de la noche, sintió una energía positiva y la certeza de que estaba construyendo un camino propio.

Cuando salieron de la galería, Iván la miró con una sonrisa de orgullo.

—Sabía que lograrías grandes cosas, Mía. Estoy tan feliz por ti... y agradecido de poder acompañarte en cada paso.

Mía lo miró con gratitud y, en ese instante, se dio cuenta de algo importante: su amor no solo se trataba de estar juntos, sino de ver al otro crecer, de ser testigos y cómplices en la evolución de sus sueños.

Esa noche, mientras se abrazaban bajo las sábanas, Iván le hizo una propuesta inesperada.

—Mía, he estado pensando en que... deberíamos hacer una escapada de fin de semana. Los dos solos, a algún lugar tranquilo. Algo diferente para alejarnos un poco del ajetreo y dedicarnos tiempo.

Mía se iluminó con la idea. Ambos habían estado tan ocupados que un viaje parecía perfecto para reconectarse y relajarse.

—¡Me encantaría! —respondió emocionada—. Hace tiempo que no vamos a ningún lugar los dos solos. ¿Tienes algún destino en mente?

Iván asintió, con una sonrisa juguetona.

—Sí. Hay una pequeña cabaña junto a un lago, a unas horas de aquí. Un amigo la usa para relajarse y se la puedo pedir prestada. Es un lugar apartado, tranquilo, ideal para olvidarse del mundo por unos días.

La idea de pasar un fin de semana en una cabaña, en plena naturaleza, era justo lo que necesitaban. Mía se imaginó junto a Iván frente a una chimenea, rodeados de bosque, desconectados de todo.

El fin de semana llegó rápido, y Mía e Iván emprendieron el viaje a la cabaña. Durante el camino, reían, compartían anécdotas y escuchaban música, disfrutando de la libertad y la sencillez de estar juntos.

Al llegar, quedaron impresionados por la belleza del lugar: el lago tranquilo reflejaba el cielo, rodeado de árboles altos y frondosos. La cabaña era acogedora, decorada con madera y detalles rústicos que la hacían perfecta para una escapada romántica.

Esa noche, después de una cena sencilla y deliciosa que Iván preparó, se sentaron frente a la chimenea, arropados en una manta. La atmósfera era cálida y tranquila, y ambos se miraron, sintiendo la profundidad de su conexión.

—Mía, nunca pensé que encontraría a alguien con quien pudiera ser yo mismo, con quien pudiera imaginar un futuro —dijo Iván, mirándola con una seriedad que le tocó el alma—. Desde que estás en mi vida, siento que nada es imposible.

Mía lo abrazó, sintiendo una mezcla de amor y gratitud. La vida los había reunido en circunstancias inesperadas, y ahora estaban ahí, compartiendo un amor que los motivaba a ser mejores, a luchar por sus sueños y, sobre todo, a vivir plenamente.

Ambos sabían que aún les quedaba un largo camino por recorrer, que su relación seguiría enfrentando desafíos y cambios. Pero esa noche, en esa cabaña junto al lago, prometieron que, pase lo que pase, estarían ahí para el otro.

Viviendo con mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora