Capítulo 12

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Capítulo 12: El Viaje

El amanecer en la ciudad estaba lleno de promesas. El aire fresco de la mañana se colaba por la ventana abierta del departamento de Mía. A través de los cristales, las luces del sol se reflejaban en las calles empedradas, y el bullicio de la ciudad comenzaba a despertar con el sonido de los coches y las conversaciones. Mía se encontraba frente a su escritorio, trabajando en algunos de los detalles finales para su presentación del café librería que tanto había soñado. Aunque estaba concentrada en el trabajo, su mente no podía dejar de volver al mensaje que había recibido de Iván la noche anterior.

"Lo he decidido. Iré a París, pero no porque quiera dejarlo todo atrás, sino porque sé que esto es parte de mi camino. Pero también sé que tú eres una parte fundamental de mi vida. No quiero que nuestra relación se vea limitada por la distancia. Te quiero."

Esas palabras habían calmado sus inquietudes, pero también la llenaban de una tristeza extraña. A pesar de su apoyo incondicional hacia los sueños de Iván, sabía que este viaje sería un punto de inflexión en su relación. Era el principio de un largo período de incertidumbre.

El día en que Iván se marchaba, Mía se levantó temprano. Quería aprovechar los últimos momentos juntos antes de su partida, aunque el nudo en su estómago no dejaba de apretarse con cada segundo que pasaba. Sabía que no se despedirían como si fuera una despedida definitiva, pero el hecho de que Iván se marchara a otro país por un tiempo indeterminado la hacía sentir una mezcla de emociones contradictorias.

Cuando llegó al aeropuerto, Iván estaba esperando en la zona de salida, con una maleta pequeña a su lado. Su rostro reflejaba esa misma mezcla de emociones que Mía sentía: tristeza, alivio, inseguridad, pero también esperanza.

—¿Todo listo? —preguntó Mía con una sonrisa, aunque sus ojos delataban lo que realmente sentía.

Iván la miró y, sin decir una palabra, la abrazó con fuerza. Ese abrazo significaba mucho más que cualquier palabra que pudiera decirse. Era una mezcla de despedida y de promesas silenciosas, un "nos veremos pronto" sin necesidad de ser dicho.

—Voy a extrañarte tanto —dijo Iván, su voz grave, pero con esa suavidad que siempre le daba calidez a sus palabras.

—Y yo a ti —respondió Mía, su voz quebrándose ligeramente—. Pero, Iván, quiero que sepas que estoy aquí, apoyándote en cada paso que des. No importa la distancia, siempre vas a tener mi apoyo. Y quiero que vivas todo lo que puedas allí, sin reservas. Esta es tu oportunidad.

Iván la miró, buscando consuelo en sus palabras. No podía evitar sentirse dividido entre la emoción de la nueva aventura y el dolor de la separación. Pero, a pesar de todo, sabía que la decisión que había tomado era la correcta, al menos por ahora.

—Te prometo que te contaré todo lo que pase. Haré todo lo posible para que esto funcione, Mía —dijo, su tono firme, aunque con una pizca de vulnerabilidad.

Mía asintió, sonriendo débilmente.

—Lo sé. Y yo también voy a seguir adelante con mis proyectos. Este tiempo me va a servir para fortalecer lo que quiero. Te esperaré, Iván. Lo que sea que venga, lo haremos juntos, a pesar de la distancia.

La llamada para embarcar sonó a lo lejos, y Iván comenzó a hacer los primeros pasos hacia la puerta del embarque. Mía lo observó con el corazón lleno de incertidumbre, pero también con la esperanza de que este viaje no los separaría, sino que les daría el espacio para crecer.

Con una última mirada, Iván se dio vuelta, avanzó hacia el control de seguridad, y Mía se quedó allí, mirando cómo se alejaba. Un suspiro pesado escapó de sus labios, y, por un momento, pensó en todo lo que había compartido con él en estos meses. No era un adiós, era más bien un "hasta luego". Aunque la distancia los separaría, el amor seguía siendo fuerte, y eso les daría la fuerza para superar lo que viniera.

En París, un nuevo comienzo

Iván aterrizó en París a la tarde siguiente, con la cabeza llena de pensamientos y un sentimiento ambiguo que no podía sacudirse. París, la ciudad de la luz, siempre había sido un sueño para él, un lugar lleno de posibilidades, pero ahora que estaba allí, solo y con una carga de emociones mezcladas, no se sentía tan seguro de todo como había pensado.

El día después de su llegada, comenzó su trabajo en la empresa que lo había contratado. Lo primero que notó fue la diferencia en la dinámica laboral. Los equipos internacionales tenían un enfoque mucho más estructurado, y las expectativas eran altas. Sin embargo, Iván se sentía preparado para el desafío. Aunque en su mente no dejaba de pensar en Mía, en cómo estaría, en qué estaría haciendo, su enfoque estaba claro: debía dar lo mejor de sí mismo en este proyecto.

Mientras tanto, Mía se sumergió aún más en su proyecto del café librería, creando nuevos diseños y pensando en cómo combinaría el ambiente acogedor del lugar con su pasión por los libros. Aunque no podía evitar extrañar a Iván, se mantenía firme en su propósito. La distancia, por difícil que fuera, no iba a hacer que su amor por él disminuyera. Sabía que era solo un capítulo más en su vida, un capítulo que, aunque desafiante, les permitiría crecer de maneras nuevas.

Las primeras semanas

Las primeras semanas fueron difíciles para ambos. Iván, aunque estaba rodeado de gente, sentía un vacío. El trabajo lo mantenía ocupado, pero las noches eran largas y solitarias. Solía caminar por las calles de París, buscando consuelo en el bullicio de la ciudad, pero no podía dejar de pensar en Mía. Se sentía culpable por no poder estar con ella, pero al mismo tiempo sabía que esta oportunidad de trabajo era fundamental para su futuro.

Por su parte, Mía también sentía la ausencia de Iván. Aunque se mantenía ocupada con el café librería, la distancia le hacía sentir que algo importante faltaba en su vida. Pero decidida a no quedar atrapada en la tristeza, se apoyó en su trabajo y en sus amigos, buscando formas de ocupar su mente y seguir adelante.

A pesar de la distancia, los dos se mantenían en contacto casi a diario. Las videollamadas eran su forma de mantenerse conectados, y aunque los encuentros virtuales no eran lo mismo, ambos sabían que era importante seguir compartiendo sus vidas, aunque fuera a través de una pantalla.

—¿Cómo va todo en París? —le preguntó Mía un día durante una de sus videollamadas. Aunque trataba de no mostrarlo, podía notar que Iván parecía cansado y un poco perdido en medio de la ciudad.

—Está siendo más difícil de lo que imaginaba —respondió Iván, sonriendo con esfuerzo—. El trabajo es intenso, y las diferencias culturales son más notorias de lo que pensaba. Pero... lo estoy disfrutando. Solo extraño estar contigo.

Mía sonrió suavemente. Aunque sentía que su corazón se encogía, también sabía que era necesario para él.

—Lo sé. Yo también te extraño mucho, Iván. Pero estoy feliz de que estés persiguiendo tus sueños. Yo también estoy trabajando duro aquí. Tengo algunas ideas nuevas para el café, y estoy aprendiendo mucho. Te contaré todo cuando podamos vernos.

Iván asintió, sintiendo que la conexión entre ellos seguía siendo fuerte, a pesar de la distancia.

—Yo también estoy deseando verte. Y aunque no puedo estar ahí contigo ahora, te llevo conmigo, siempre.

Las palabras de Iván hicieron que Mía sonriera de nuevo, y aunque su corazón se llenó de melancolía, también sentía una gran esperanza. Sabía que, aunque ahora estaban separados por miles de kilómetros, su amor no cambiaría. Este era solo un paso más en su viaje conjunto, y si todo salía bien, pronto estarían juntos nuevamente.

Viviendo con mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora