Capítulo XXII: 15:00 PM

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| Al día siguiente |
  


Sentí un nudo en el estómago cuando salí de casa, y lo ví ayudando a mi abuela a subir al coche.

Suspiré, me despedí de Mary que me había acompañado hasta la puerta, y luego me acerqué al auto.

Armida: No hay sol Lau —dijo con una sonrisa, al verme con lentes oscuros. Ella tenía razón, el día estaba nublado, pero yo no podía permitir que me vieran con los ojos rojos por haber llorado—.

Laura: Me gustan, es por eso —le respondí sonriente, y luego de que ella me devolviera la sonrisa, cerré la puerta del asiento trasero—.

Puse mi bolso en mi hombro con la intención de abrir la puerta del copiloto, pero al acercar mi mano, ya la de João estaba puesta en la cerradura.

João: Buenos días —saludó, mientras abría la puerta—

Cerré los ojos por un segundo, soltando un pequeño suspiro. No podía descifrar si lo había hecho por simple amabilidad, o con la intención de que cruzáramos palabras.

Laura: Hola —dije, y para no sonar tan borde, le regalé una diminuta sonrisa—.

Subí al coche, y me dediqué a ignorarlo, aunque sus constantes miradas disimuladas, me lo hacían más difícil.

Luego de nuestro pequeño encuentro en la cocina, pasé el resto del día metida en la habitación con mi abuela, con la única intención de no verlo. Claramente fue algo imposible, ya que a la hora de cenar, los cuatro (Sophia, mi abuela, él y yo) nos sentamos en la mesa para comer en compañía. En realidad, casi todas las noches lo hacíamos, pero la incomodidad que había en el ambiente, se debía a mi estado emocional. Aunque yo era la única culpable, no quería ni verlo.

João: Llegamos —avisó y yo por primera vez en el transcurso al hospital, dirigí mi mirada a él, al escucharlo hablar. Estaba tan sumergida en mis pensamientos, que ni siquiera había estado al pendiente del camino—.

Lo miré a los ojos, y la escena del beso pasó por mi cabeza inmediatamente, obligándome a cortar el contacto visual. Era estúpido, pero me era imposible no mirarlo, y desear besarlo otra vez.

Minutos después •

Francisco: Todavía no entiendo por qué te irás hoy —dijo con confusión, mientras fruncía levemente las cejas—.

Laura: Tengo que resolver algunas cosas en Barcelona, pero te prometo que regresaré lo más pronto posible —con mi pulgar, acaricié su mano, mientras sonreía—. No te preocupes —murmuré con ternura—.

Francisco: ¿Algo grave? —interrogó. Realmente estaba preocupado por mí, y eso me daba demasiada ternura—

Laura: No no —negué repetidas veces con la cabeza—. Es solo que... Cosas en el trabajo —mentí. No quería que João se enterara de mis problemas con Alessandro. Porque si, el futbolista estaba acompañándonos en la habitación—.

Francisco: Vale —susurró, no muy convencido—.

Sonreí y tomé aire para hablar, pero cuando pensaba hacerlo, inconscientemente dirigí mi mirada a sus pies, e inmediatamente me preocupé.

Laura: ¿Por qué tus pies están así? —pregunté con el entrecejo totalmente fruncido, mientras volvía mi mirada a él—.

Francisco: Es normal —sonrió débilmente—. Están así desde varios días —se esforzó por tranquilizarme, pero simplemente no lo consiguió—.

Laura: No es normal tener los pies morados abuelo —dije con un semblante serio, negando con la cabeza—.

Francisco: No te preocupes —vuelve a sonreír de la misma manera—. Es más, vete ya mismo a España a resolver tus asuntos, para que vuelvas rápido —me soltó la mano, y me hizo una seña que me fuera, sacándome una risita—.

Orgullo [João Félix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora