Quiero Protegerte...

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La mañana se asomó tímida entre las cortinas, pero la luz del día no logró disipar las sombras que se habían apoderado de la casa. Mike se sentía agotado, apenas había pegado ojo tras la aterradora aparición de El Hombre y la voz de Alam. Por primera vez desde que habían comenzado a renovar la casa, estaba convencido de que algo oscuro y maligno habitaba ese lugar, algo que no podía ignorar.

Elizabeth, siempre perceptiva, notó de inmediato su inquietud. Al sentarse juntos a desayunar, ella le tomó la mano y la apretó suavemente.

—Mike, ¿qué está pasando? Desde que llegamos aquí... te siento diferente. Anoche te oí levantarte. ¿Te encuentras bien?

Mike buscó en sus ojos algo de alivio, pero el temor que cargaba era difícil de expresar. Finalmente, soltó un suspiro, sintiendo que debía confiar en ella si quería protegerla.

—Liz... anoche volví al cuarto de las marionetas —empezó, susurrando como si el mismo acto de hablar de ello fuera una traición peligrosa—. Sé que esto sonará loco, pero vi... algo. Una figura, un hombre oscuro. Sentí que quería hacerme daño... hacernos daño.

Elizabeth lo observó en silencio, tratando de asimilar sus palabras, pero en su mirada se reflejaba más incredulidad que miedo.

—¿Estás seguro de que no fue un sueño, Mike? —preguntó suavemente—. Esta casa es vieja y todo es tan diferente... Quizás solo te estás imaginando cosas. La mudanza, las reformas... Nos han estado pasando factura, ¿no crees?

Mike negó con la cabeza, apretando los labios. Las palabras de Alam seguían resonando en su mente, insistentes y desesperadas.

—No, Liz. No es mi imaginación —dijo con una convicción que él mismo no entendía de dónde salía—. Hay algo aquí... algo que ocurrió antes de que nosotros llegáramos. Un niño, Alam... Él murió aquí, y su alma sigue atrapada en alguna de esas marionetas. Me advirtió sobre un hombre, El Hombre, que también habita este lugar. No sé quién o qué es, pero siento que busca atraparnos.

Elizabeth lo miró con preocupación, su incredulidad dejando paso al temor mientras las palabras de Mike calaban en su mente. La idea de un niño atrapado en ese cuarto, de espíritus acechando en su propio hogar, era demasiado perturbadora.

—¿Y si nos vamos? —sugirió ella, con voz trémula—. Podríamos buscar otro lugar, vender esta casa. Tal vez... tal vez eso sea lo mejor.

Mike la miró, sintiendo el peso de su responsabilidad hacia ella. Por un instante, consideró la posibilidad de dejarlo todo, de huir, pero la voz de Alam y sus últimas palabras lo detenían. Alam lo necesitaba; le había pedido ayuda, y aunque parte de él dudaba de su propia cordura, sentía que no podía simplemente abandonar al niño en esa oscuridad eterna.

—Lo he pensado, Liz. Pero, por algún motivo... siento que debo ayudar a Alam. Algo terrible ocurrió aquí, y no puedo ignorarlo. Pero... —Mike miró hacia la ventana, el sol entrando débilmente, como si incluso la luz temiera a El Hombre—. Quiero que tú estés a salvo. Eso es lo único que realmente me importa.

Elizabeth abrió la boca para protestar, pero él le puso una mano en el hombro, con una expresión seria.

—Escúchame. No quiero que te arriesgues. Si El Hombre es real... si hay algo en esta casa que desea hacernos daño, no puedo permitir que te pongas en peligro. Por favor, quiero que vayas a quedarte con tus padres, al menos hasta que pueda resolver todo esto.

—¿Y qué harás tú solo aquí? —le respondió, visiblemente asustada y dolida por la idea de separarse de él—. No puedo dejarte aquí con... con esa cosa, Mike. No después de todo lo que me has contado.

Mike le acarició la mejilla, intentando transmitirle calma, aunque él mismo estaba aterrorizado.

—Voy a estar bien —le prometió, aunque en su interior no estaba seguro—. Pero quiero que vayas. Quiero que estés a salvo, Liz. Solo dame unos días para entender lo que realmente está pasando. Si veo que esto es algo que no puedo manejar... iré a buscarte y nos iremos juntos. Pero, por ahora, necesito saber que estás lejos de esto.

Elizabeth, con lágrimas en los ojos, asintió con pesar. Sabía que su marido estaba decidido, y aunque el miedo la carcomía, no quiso insistir.

—Está bien —dijo, su voz quebrándose—. Me iré. Pero prométeme que serás cuidadoso, Mike. Y, por favor... llama si necesitas ayuda. No te quedes aquí más de lo necesario.

Se abrazaron en silencio, el peso de la oscuridad entre ellos como un presagio de lo que estaba por venir. Esa misma tarde, Mike la ayudó a empacar sus cosas y la acompañó a la estación. Al verla partir, una mezcla de alivio y tristeza lo inundó. Ahora estaba solo... y esa casa, con sus sombras y secretos, lo esperaba.

Mike regresó en la noche, abriendo la puerta con una mezcla de determinación y temor. Sabía que enfrentarse a El Hombre sería arriesgado, pero no tenía intención de rendirse. Si iba a descubrir la verdad y liberar a Alam, tendría que hacerlo ahora, antes de que el mal que acechaba allí decidiera reclamarlo a él también.

help me the revenge of the puppetsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora